sábado, 28 de septiembre de 2013

19:11

Tengo estigmas en la mano con la forma de tu coño
y una cruz en la espalda que cargo como condena
a pesar de la victoria.

Si se pudiera llamar así.

Tengo la habitación llena de sueños tirados por el suelo
y un corazón que apenas cumple la función de bombear sangre.

Desde que te fuiste
la muerte ronda por aquí.

Y no me deja tocarle el culo.

lunes, 23 de septiembre de 2013

El escrito que te debo.

El viernes te vi.
Estabas sentada afuera del bar con un chico y tenías una cerveza en la mano que de rato en rato mojabas con los labios.
Te vi tras los cristales de la puerta mientras apoyaba tristezas de a un euro ochenta en la barra de aquel bar que hacía esquina con tus piernas cruzadas.
Lo primero que pensé fue en derretirme pero no iba a quedar muy bien, así que aguanté el tipo e intenté ignorarte.
Fracasé.
Para ese entonces mis ojos ya estaban enamorados de tu falda, de tus cabellos negros y del piercing de tu labio.
¿Ese es tu novio? Pensé.
Y cuando giré nuevamente la cabeza estabas sola, ya nadie te acompañaba, hasta la gente de alrededor se había ido. Me acojoné,  ¡tenía el poder de hacer invisible al resto de personas!
Yo te miraba tras los cristales de aquel bar como se mira un tren que se aleja, con esas ganas de saltar la barrera y agarrarme con fuerza al vagón de tus despedidas y no dejar que te vayas.
Estabas preciosa allí sentada.
Quería ir a hablarte, decirte 'hola' luego desmayarme para que tú te asustes y tengamos un justificante de volver a vernos, aunque te rías de mí recordando lo patético del primer encuentro. Y que luego te invite a un café o una caña y hablemos, que me cuentes de tu infancia, de la vez que perdiste el amor en una calle sin número, que quedemos otro día y torpe yo pierda el bus para llegar, que pienses que no voy a ir, y al darte la vuelta me veas correr gritando tu nombre, que no sepa cómo justificarme, y nos riamos de nosotros imaginando un futuro lleno de desencuentros. Y después de una tercera cita me des un beso de esos que duran una semana en los labios y nos miremos enamorados de aquél instante cogidos de la mano con el mundo en crisis al rededor nuestra. Y pasemos el tiempo viajando por ríos, campos y ciudades con nombres raros, que lloremos borrachos arrancándonos desgracias pasadas, que nos cansemos el uno del otro y discutamos tirándonos cosas por los aires para luego reconciliarnos en dos metros cuadrados de una cama, que nos hundamos en mares del Pacífico mientras te presento a las manías de mi madre, el silencio de mi padre y la ternura de mis hermanos, que las cenas sean un juego de niños bajo la mesa y nos olvidemos de todo, de todos. Con el tiempo hipotecar nuestra vida por una casa a las afueras, llenarla de electrodomésticos que sirvan para llevarte el desayuno a la cama, que crezca un milagro en tu vientre junto a ocho horas diarias de trabajo para poder comprar pañales, verlo crecer como una planta de limones en el jardín, que nos sepa a logro su independencia y nosotros seguir enamorados de nuestros estropicios, hacernos mayores junto a las nubes y ya de viejos seguir mirándonos a los ojos diciendo te quiero sin hablarnos, hasta que me vuelva a desmayar para esta vez no despertar, y ya en mi lecho te rías recordando lo patético del primer encuentro.
Que puede ser viernes,
que puede ser hoy.

...entre la P de poesía y la R de tu nombre podría escribir la prosa de mi vida...

Obviamente no me acerqué. Tanto así que todos volvieron a aparecer: el chico, las personas y mi soledad.
Luego te levantaste, pasaste por mi lado, te despediste de mis sueños y de tus amigos y desapareciste por la puerta como un deseo en Navidad.
Lo gracioso es que tú y yo (como odio esa 'y') ya nos habíamos conocido. Las redes sociales hicieron lo suyo. Tú me seguías de lejos y yo te agregué para estar un poco más cerca.
-He leído cosas tuyas y me gusta como escribes- eso dijiste.
Yo respondí diciendo que te conocía, no sé de dónde, pero te conocía.
Ah, sí.
De deambular por las calles
de lo viejo.

Muxu bat.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Viernes 13

1

Te voy a regalar mis obscenidades
en una cajita de cristal
para que la guardes en lo profundo de tu boca.

2

Vamos a romper el hielo cariño.
Mejor aún,
derretirlo.
Así que junta tu cuerpo contra el mío
que para el amor ya tendremos tiempo.

3

Todos los caminos conducen al deseo entre tus piernas.
Y hoy las velas las soplo yo.

4

Tienes unos ojos preciosos.
No dejes de mirarme cuando te corras.

5

Si se me escapa un te quiero ignóralo,
a veces confundo el sexo con romanticismo.

6

Te voy a contar un cuento:
Había una vez, y otra, y otra, y otra.
Hasta que pararon para desayunar.

7

Eres un mapa de carretera que me dirige a besarte
la curva de la sonrisa.
¿Estás segura que no me he perdido?

8

Estoy empezando a odiar a los escritores
que no utilizan como excusa literaria tus lunares.

9

Tengo las manos hechas a la medida de tu falda.
Algo tendré que tener que esté hecho a la medida
de lo que hay debajo.

10

Seguramente habrá muchas personas tapándose los ojos ahora mismo,
pero a mí esto de follar en lugares públicos y más sobre papel
me pone muy cachondo.

11

Puede que sí,
que follar y hacer el amor sean diferentes,
pero contigo son ambas.

12

Te voy a matar muy despacio
para que no te mueras nunca,
de placer.

13

Forever young mi vida.
Forever young...

jueves, 19 de septiembre de 2013

Todos los días son lunes.

Para muestra un botón que cosió en mi camisa y yo cuide como si fuera el hijo que nunca tuvimos.
Con fina ternura hilvanó los hilos del futuro sin saber muy bien qué pasaría;
eso sí,
dejando margen para la improvisación,
para pelear con los monstruos del armario que le encogen los vestidos (que cabrones),
sus domingos de resaca
y para esos días que se aprieta el estómago y sólo le apetece sofá, manta y comer chocolates.
Y es que ella es así,
podría pasar horas pegada a la estufa porque siempre tiene frío,
incluso en verano, algunas noches, se sube las medias hasta las rodillas.
Se suelta el pelo cuando va en bicicleta y llena de sonrisas el aire de la calle,
y a mí me recuerda a un desfile de Disney cuando pasa por la acera y me cubre la piel de escalofríos.
Lleva en la cesta suspiros de extraños que recolecta junto a la lista de la compra
donde mezcla cervezas, caricias y yogures bajos en calorías.
Y no suele cubrirse el rostro con maquillaje salvo los labios de rojo cuando quiere tatuarme silencios en la frente,
y cuando llueve baila descalza en los parques mientras saca la lengua para beber las gotas que chorrean de sus mejillas.
Y tiene tres lunares en la curva de la espalda que yo beso como gesto de gratitud
y siempre termino trepando en los buenos días de sus caprichos.
Los fines de semana florecen pétalos en la cama con la forma de sus cabellos
y cuando la escucho ducharse para luego ponerse crema hidratante en el cuerpo,
a mí me entra un miedo terrible de que vuelva a ser lunes,
que yo vuelva a ser noche y ella vuelva a ser sábanas.
Tener que abrirle la puerta a mis suspiros cuando la observo regresar a casa con el hombre que ama,

que no soy yo.

Y vuelvo a ser llanto,
ser diminuto,
ser nada.

Y es que ella sólo es un sueño que desaparece cuando suena el despertador,
todos los días
a las 8:45
de la mañana.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Prólogo de mis buenos días.

Son las 9 de la mañana y caliento el café en el microondas antes de ducharme. Me paso la mano por la cara y me doy cuenta que mi barba tiene una clara intención de asesinarme, porque empieza a deslizarse violentamente sobre mi cuello.
Veo el correo y son todo facturas que voy acumulando en el buzón. No tengo ganas francamente de hacer equilibrio con las cuentas, además no sirve de nada, ya tengo la casa llena de números rojos.
Pienso en ponerme a escribir y la verdad es que no estoy muy inspirado que digamos.
Hace unos meses empecé a redactar una novela, pero he parado porque se está convirtiendo en una apología de tus ojos y me parece un coñazo, no por tus ojos sino por mí.
Mientras bostezo reviso escritos pasados, ya sabes, el ego del escritor. Hay uno que habla sobre vivir juntos en cualquier país que lleve tu nombre y de tener dos hijos a los que llamaremos en homenaje a Jaime Bayly 'clítoris y circuncisión' y que por más que nos abandonen de mayores en un asilo de dudosa profesionalidad (normal, con esos nombres) nuestros cepillos de dientes seguirán besándose en el mismo vaso. Sería romántico, sí, pero ahora mismo me parece una guarrada.
Hay otro que tiene un postdata repitiendo la palabra 'te echo de menos'. Vaya, me acabo de dar cuenta que soy un pesado con los versos repetitivos.
Todos los que encuentro hablan de ti, y creeme que me gustaría poder llamarte por tu nombre pero me corre un miedo atroz que no vengas cuando lo haga. Llamarte. Desde entonces no pronuncio tu nombre en esta esquina de la casa.
Hay todo tipo de escritos sobre la mesa como en un juego de mus, solo que aquí se apuestan sentimientos y yo ya voy perdiendo por envites. Es como si en estos escritos pasados buscara un futuro que se me escapó, ese último suspiro antes de morir, ese verso inconcluso que se te queda en la punta de la lengua.
Si supieras que he borrado tu número de teléfono aproximadamente 30 veces, que he luchado con mi dedo índice para no señalarte cuando me preguntan dónde me duele.
Y tú que siempre vuelves como un borracho al bar donde lo sacaron alguna vez a patadas a sacarme los suspiros de la boca.
Y no quiero escribirte, de verdad que no quiero, pero me corren insectos por la piel cuando te imagino apareciendo por mi puerta con tus aires de niña pretenciosa, de opusina viciosa de placer, con esos pelos rojos desafiando al mismo diablo, con sangre azul y pies de plomo aplastando con malicia las flores de mi jardín.
Y me muero de vergüenza cuando salgo a la calle y no eres tú la que me mira. Y me siento un extraño en las minifaldas de los bares donde no estás y sólo tiendo a pedirme tres cervezas y cinco preguntas sin respuestas en los baños.
Y despertarme duele y dormir es la muerte por ahogamiento del colchón.
Y no quiero, no, sentarme a escribir esto.
Así que cierro el cuaderno aquí y me pongo con la novela ya:

"...y ella pasó por aquel portal donde los sueños son preciosos.
Y son de otros."

¡Joder!

domingo, 8 de septiembre de 2013

Corazón sin tinta.

Ahora que sólo somos dos conocidos más del facebook entre tantos rostros que hacen pública la tristeza.
Ahora que sólo le damos "me gusta" a las indirectas disfrazadas de frases ingeniosas.
Ahora que sólo soy un punto más en tu ordenador, un nombre en tu móvil, un extranjero en tu vida.
Ahora que tu risa la imprimo en un folio A4 y tu infancia la veo dándole click a un botón.
Ahora que tus cabellos son un filtro más del Instagram y no un sueño entre mis dedos.
Ahora que descargo tu mirada en el disco duro portátil y la conecto a todas las corrientes de mi memoria.
Ahora que mi vida entera depende del en linea del wathsapp.
Ahora que me vibra más la conciencia que el teléfono.
Ahora que el futuro es una simple aplicación.
Ahora que no te conectas y me vuelvo loco...

Ahora
es cuando más te necesito.
Entera y real,
porque te echo de menos.

sábado, 7 de septiembre de 2013

La penúltima y me voy.

Recuerdo a la andaluza que me miraba la polla siempre que hablábamos. Se mordía el labio inferior y acariciaba mi entrepierna muy despacio con los dedos. 'Eres una cabrona', le decía. A ella le gustaba ponerme nervioso frente a la gente, y no se cortaba al darse la vuelta y bailarme como la mayor felina en celo de la historia. Cuando me besaba el cuello, algunas veces, me dejaba moratones de esos que no sabes cómo justificar frente a una madre y se burlaba de mi cara de pardillo frente a sus piernas '¿qué pasa? Parece que nunca has visto un coño depilado' me decía. Y la verdad era que hasta entonces no había visto un coño tan bonito más que depilado. Era tan perfecto ante mis ojos que daban ganas de montarte una tienda de campaña y pasar todo el invierno allí metido. Los jueves, al salir ella del trabajo, nos dábamos un paseo por la montaña de noche. Siempre nos gustó eso de la maldad que genera la oscuridad, aunque no éramos capaces de matar a una mosca y ella siempre gritaba cuando veía una araña, pero el juego de ser dos rebeldes por el mundo nos ponía muy cachondos. Una vez nos pillaron haciendo el amor (sí, ese día no te follé). Estábamos en el sofá de su casa y su madre tenía llave del piso. La imagen fue patética. No nos había dado tiempo a quitarnos la ropa, así que con los pantalones a la cintura, ella a cuatro patas y yo cogiéndole de los pelos como había visto en las películas porno. Su madre pegó un grito y se tapó los ojos. Yo no sabía dónde meter la cara, bueno sí, sí que sabía, pero no era propio hacerlo frente a su madre. Ese día cenamos los tres y por vergüenza, de unos más que otros, no tocamos el tema en toda la noche.

Recuerdo a la madrileña pija de lavapies. Era rubia y tenía novio, aunque a mí me veía los lunes y algún que otro viernes. Su novio era un tío 'bien' que trabajaba de supervisor en una multinacional (no pondré el nombre por eso de que la publicidad sin lubricante no mola) y tenía un Audi tt descapotable. Cuando venía los lunes a verme traía unos tacones altos y las bragas las llevaba a juego con el color de la camiseta que tocaba. Al terminar de follar ella se arrepentía, no de follar conmigo, sino de engañar a su novio. Me contaba lo bueno que él era y lo puta que se sentía cuando venía a verme. Claro, todo esto me lo contaba con sus sueños apoyados en mi pecho. Tenía las tetas firmes y duras, y unas curvas que daban ganas de recorrerla entera en bicicleta (sí, yo no tengo un Audi tt), y el color de su piel con sus lunares daban la sensación de estar mirando un cielo en negativo. Cuando se iba de mi casa me besaba como en las películas, cogía con sus manos mi barba mal afeitada y frotaba su nariz contra la mía. 'hasta la próxima bombón' gritaba. Hasta el lunes señorita, respondía.

Recuerdo a la extremeña que no sonreía, directamente le reventaban fuegos artificiales en la boca. Tenía 22 años y vivía con su padre. Era la menor de tres hermanas, las otras dos cogieron sus maletas y fueron en busca del sueño pro-metido en los telediarios. Quería ser actriz y jugaba a cambiar de personajes en la cama. Puedo decir, y muy orgulloso, que me he follado a la mujer maravilla, Eva Gardner, Lucía la Piedra, Michelle Obama, Rosa del cuarto, La Virgen María, Madonna, Charlize Theron, alguna que otra vía andante y a Marujita Díaz (de esta última no tengo buen recuerdo). Y decía que me quería mirándome a los ojos y yo se lo demostraba metiéndome dentro de ella. Tenía la piel suave y brillaba como un deseo de boda. Siempre se levantaba cantando y a mí eso me encantaba, preparaba café y mientras tomábamos desayuno me contaba de todos sus planes de futuro. Claro, creo que nunca se dio cuenta que sin querer, o tal vez queriendo, no me incluía en ellos. Andaba siempre descalza y bailaba en los parques con una litrona en la mano. Tenía un cartel en el pecho con la palabra 'libertad' y nunca fue de nadie, pero a la vez lo era de todos. Una mañana desperté y se había ido. En una carta que dejó sobre la mesilla de noche ponía que su hermana la necesitaba y tenía que irse con ella, y que no se despidió porque nunca le gustó cerrar la puerta de las casas bonitas' esa noche lloré. Lloré tanto que lo hacía ya sin lágrimas en los ojos. Hasta el día de hoy no sé nada de ella.

Recuerdo a la catalana amante de la cocina y de las comidas por la mañana. Así daba gusto despertar joder. Me podía pasar el día despertando entre sus piernas, en la curva de su sonrisa, en la línea recta de su mirada o en la canción de sus palabras en mi oído. Los domingos me invitaba a probar recetas nuevas que inventaba. Vomité tres veces. No porque su comida sea mala, faltaría, sino porque me obligaba a comer cosas que no me gustan, pero como buen ¿novio? me comía lo que hiciera falta por el simple hecho de que iba a ser feliz. Cuando se enfadaba gritaba insultos en catalán y le jodía que yo me riera de sus estropicios, entonces cruzaba los brazos y cerraba las piernas como castigándome y no me quedaba otra cosa más que volver a comer. A ella y a sus recetas.

Recuerdo a la pamplonica de ojos azules que me robó 730 sonrisas. Cuando nos conocimos y antes de regalarle parte de mi futuro sin futuro, dábamos largos paseos por un buenos aires que temblaba cuando ella se asomaba por sus calles. Era normal tenerle miedo, era la mayor enemiga de la muerte. Ella me contaba sus historias y de lo coñazo que fue la carrera de psicología. Cuando me hablaba y hacía ese gesto de enamorarme hasta el odio, yo pensaba 'aquí te voy a besar, no, mejor aquí, o en el portal de aquél edificio azul, mejor entre los árboles o dentro de un cubo de basura... te voy a besar en la rodilla y te voy a comer el coño, mi amor, como nunca te han querido en la vida' y ella, claro, seguía hablando. La primera vez que la besé fue en un bar donde el camarero colombiano no dejaba de traernos cerveza, mientras lo hacía, besarla, me cogió la mano y supe en ese momento que ese beso me iba a doler en mi no-futuro. Luego nos fuimos a casa y antes de entrar por la puerta me volvió a besar y no pudimos con nuestras hormonas revoloteadas y enamoradas como dos adolescentes que se dan la mano a escondidas a la salida del colegio. Y follamos tanto, y nos quisimos tanto, que el amor eran dos gotas de semen y un mar de fluidos con nuestros nombres. Su espalda era un mapa que escondía un tesoro señalando siempre el norte de sus muslos, y yo me perdí de amor, de celos, de noches con resaca, me perdí tanto que cuando volví a ver su espalda desnuda no me reconocí en ella. Y luego llegaron las peleas absurdas, las llamadas vacías, las lunas por la ventana bajo una lluvia de lágrimas, el botón del intercomunicador sonando en mi cabeza como una melodía repetitiva 'no te quiero, no te quiero, no te quiero...'. Así que, llegados a ese punto no tuvimos más remedio que decirnos perdón. Y adiós.

Ahora mismo mi vida es un no saber a dónde voy y eso también está bien. No tengo a alguien que me diga guarradas al oído, pero algunas noches tiro de teléfonos. Vacíos por cierto. Tengo un perro que me da abrigo por las noches, amigos que me mienten y me hacen feliz y una familia que imagino no me lee por eso de 'que vulgar eres hijo mío'. Pero tampoco me importa mucho.
Ahora sólo me queda esperar a que pase el tiempo.

O que el tiempo pase de mí.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Escribir.....................no me ayuda.
La distancia.................no me ayuda.
El recuerdo..................no me ayuda.
Un abrazo....................no lo tengo.

Estoy solo,
siempre he estado solo,
ahora no me va a cambiar nada.

martes, 3 de septiembre de 2013

La melancolía de un cigarro sin cerveza.

A veces pienso cómo sería si la abrazara a destiempo,
quiero decir,
en medio de una conversación,
en mitad de un giro de sueño,
cuando esté a punto de pagarle a la cajera del supermercado.
abrazarla, vamos, donde sea y como sea
pero abrazarla.


No lo sé,
me paso el día así,
imaginado todas las posibilidades de cariño que tendría de tenerla al alcance de las manos.


Por ejemplo,
cómo sería besarle los hombros,
o medirle los espacios entre costilla y costilla,
dibujarle con los dedos un corazón en el vientre,
tomarle de la mano al cruzar la calle,
cómo permanecerían mis ojos si la vieran peinarse de madrugada,
qué sentiría si ella por esos milagros de la vida apoyara su cabeza en mis piernas,
cómo me temblarían los brazos en ese momento.


Estoy seguro que de estar tan cerca hay peligro de combustión espontánea.
Y no me importa quemarme,
para tal caso ahora mismo ya estoy ardiendo.


Y me empieza a preocupar qué lado tengo que dejarle de la cama,
o cómo le gusta el desayuno los inviernos, si desnuda o en bragas,
si le gustará el rincón derecho de mi entrepierna,
si le picará mi barba de tres días,
si las duchas son separadas o en común acuerdo,
si los fines de semana tengo que llevarle flores,
cómo conseguiré extraer cada sonrisa de su boca,
después de cuántos suspiros tengo que decirle 'te quiero',
si querrá que la busque cuando se sienta perdida,
si tengo que leerle un libro antes de dormir,
si le gustará la cerveza en los bares o las fiestas a escondidas,
si tengo que cambiar el color de mi casa para que haga juego con sus ojos,
si odiará mis bromas absurdas,
si soportará que la mire todo el tiempo aunque resbalen mis codos en el intento de hacerlo...


Así me paso todo la vida.
Pensando.


Lo bonito sería realmente
que ella,
algún día,
girara la cabeza
y por fin se diera cuenta
que yo también existo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Te busqué.

Te busqué,
te lo juro que te busqué.

Te busqué en la puerta cerrada de la habitación,
en las pestañas perdidas de las mejillas,
en los versos de los poetas,
en la comisura de los labios,
en el estribillo de una canción,
en los vellos de mi entrepierna,
en el tabaco de los vagabundos,
en el cajón de la ropa interior,
en la parada de autobús,
en las gasolineras de pueblos olvidados,
en los pliegues de las minifaldas,
en los paraguas de los chinos,
en los bares a las 5 de la mañana,
en la copa de soledades ajenas,
en los segunderos del reloj...

Te busqué debajo de mi cama,
entre las sábanas,
desmonté los armarios,
junté un océano con mis lágrimas y no te vi en ellas,
le pregunté al viento y no me dijo nada,
entre mis sueños perseguí fantasmas y los amenacé de vida por si escondían tus recuerdos,
salté en los charcos como a ti te gustaba,
convoqué conjuros,
falcifiqué promesas,
rompí fábulas de historias pasadas,
me adentré en los cuentos,
maté princesas borrachas de celos,
planifique un órdago de sonrisas,
le grité a la lluvia,
planté árboles de deseos obsenos...

Te busqué, te lo juro.
Pero no te encontré.