lunes, 30 de noviembre de 2015

METAFOROSEÁNDONOS

El día que te vea nos va a faltar mundo para correr” pienso mientras apuro el cigarro, salgo del coche y aprieto el botón de la alarma.
Son las tres de la tarde.
Abro la puerta de casa y meto las llaves en el bolsillo.
-Hola- Me dicen todos, yo muevo la cabeza y me siento en la mesa. Están hablando de un programa que han visto en la tele. Al parecer fulanita ya no está con el español y éste le manda mensajes a través de la pantalla. No puedo conseguir, por más que intento, seguir el hilo de la conversación, así que me pongo algo de comida en el plato y saco el móvil para ver las fotos que me enviaste el otro día que hablamos.
Estás preciosa, digo en susurro.
-¿Tu novia es española?- Me interrumpe una voz aguda volviéndome de golpe a la mesa.
-Sí- respondo, -Aunque es catalana en realidad- continúo. Todos ignoran el resto de la información.
-¿Y cómo es?- vuelve a preguntar la voz aguda.
Me quedé mirando un punto fijo.
-¿Has visto alguna vez el atardecer en la montaña o cómo sale el sol detrás del mar?-
-Sí- Me responde convencida.
-Pues imagínate ambas cosas a la vez y no tendrás ni un aproximado- Seguí comiendo y regresé la mirada a las fotos.
-Dime más- insiste la voz aguda, y yo sentí la necesidad de mojar mis labios en tu boca:
-Imagínate un sueño en el campo, una brisa como una caricia suave que recorre tu rostro, un árbol de hojas verdes y fuerte raíz. Imagínate una mañana con olor a café, unas tostadas en el sofá, una terraza en un cuarto piso en Barcelona. Imagínate unos labios gruesos, unos cabellos rubios de cascada, unos ojos azules como el mar. Imagínate que te cogen dócil por el cuello unas manos firmes, que muerdes unas costillas de terciopelo, que metes la lengua en una bolsa de nubes de azúcar. Imagínate un cuadro de Klimt, la melodía previa en la cabeza de Beethoven, un lápiz entre los dedos de Beckett. Imagínate la inspiración en todos los artistas. Imagínate el recuerdo de tus días felices hecho humano. Tu presente, tu pasado y tu futuro jugando a la soga en el patio del recreo. Imagínate poder cometer un pecado, ver un milagro crecer en el vientre, trepar una entrepierna como si fuese una montaña y que sientas que allí siempre quisiste estar. Imagínate que te pasen la lengua por los dientes, que escuches unos gemidos y sientas la música, que se te infle el pecho ¿entiendes? No de aire, si no de paz-
La voz aguda se quedó en silencio, yo le miré fijamente unos segundos.
-Suma todas esas cosas y no tendrás ni un aproximado- concluí

y regresé la mirada a las fotos.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Quiero decirte que...

Es primavera pero la ciudad no deja de ser gris.
Y que el sonido de las bocinas de los coches,
la gente que consume carteles en grandes centros comerciales,
los ciudadanos de abecedario,
los pocos carriles bicis,
el mar del pacífico que baila enfurecido,
la ciudad limpia,
las calles sucias,
los pocos niños que quedan jugando en la calle,
los extranjeros asustados por personas que visionan el futuro,
la mirada tierna de los de provincia,
el pueblo que ama la naturaleza,
los perros que buscan la basura,
el seguridad que te pide documentos para no molestar a los de arriba,
las montañas a lo lejos,
los cerros vestidos de casas,
las calles de colores de Barranco,
el opus dei,
el chico tatuado,
los grandes teatros,
los pequeños colectivos,
los borrachos famosos...

Todos me pregunta por ti
y yo ya no sé qué contestar.

Supongo que eso tienen las chicas guapas:
que se hacen esperar.
Y no le queda más remedio al macarra de turno
que creerse súperhéroe

y seguir salvando a esta latinoamérica del sin ti.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Al borde de tus precipicios.

Las tardes suspiraban esperando el encuentro
como quien esnifa una raya de cocaína
para sentirse duro y creer que tiene la situación controlada.
Una pérdida de tiempo constante
en el tic tac de unos tacones que nunca terminan de llegar.

Miro resignado las calles.

Giro las esperanzas por si cruzas las esquinas distraída
con mis manos desolladas en tus bolsillos
y me devuelvas,
por favor,
las miradas de tus ojos que ya no lloran
por este cuerpo demacrado que flota en el alcohol.

Te mando señales de humo en cada calada del cigarrillo
por si te da por mirar el atardecer por la ventana.

Yo ya no te comparo con el sol.
De él tengo la constancia de la madrugada,
de ti ya no espero ni el anochecer.

Ni la más áspera caricia de entusiasmo
calma mi sed.

He llenado la despensa de la cocina con tus lunares
y sigo jurándome poeta sin tus dientes mordiéndome el ombligo.
Como si fuera fácil desprenderse de un sentimiento
que todavía arde dentro de mí.

Me distraes y me alejas de todo lo material.

Gracias por este sueño que quizá nunca termine,
pero es lo único que me mantiene con vida.




viernes, 6 de noviembre de 2015

Reflexiones de un día cualquiera

Sólo quiero besarte por la mañana,
tomar café con tostadas mientras hablamos en el sofá,
que nos hagamos cosquillas como niños,
que nos liemos un cigarrillo y leamos algún libro que nos hayan recomendado.
Sólo quiero pasear en bicicleta contigo
y que nos sentemos en cualquier parque hasta que el frío nos queme por dentro,
lamerte el cuello como si fueras un helado de vainilla
y quedarme ojiplático cuando te cuelgue por el hombro el tirante del sujetador.

Sólo quiero que te rías de mí
conmigo.

Sólo quiero ver las marcas de tu cara en mi pecho después de la siesta,
que me digas “es muy tarde y no hemos hecho nada”
y te lances a abrazarme como si el fin del mundo estuviera llamando a la puerta.
Salir corriendo y despedirnos en la esquina,
girar para ver cómo nos alejamos,
(yo no podré evitar mirarte el culo, no sé tú...).
Que nos enviemos mensajes cursis,
pasar a recogerte donde estés para liarte a cervezas,
jugar con tus dedos,
saltar en los charcos de la lluvia.

Sólo quiero que bailemos en la habitación
mientras afuera el mundo sigue con lo suyo.

Y que esperemos el amanecer en la cama.

Vamos, nada serio.


domingo, 1 de noviembre de 2015

He perdido todos los verbos en primera persona
en las conversaciones que mantengo con los pocos amigos que me quedan.
Ellos ya ni me escuchan,
yo tampoco los miro.
Sólo nos queda ese compromiso irracional
de tener que soportarnos,
quizá porque en ese común estamos destinados
(unos antes que otros)
a pasar por lo mismo.

Y a mí me sigue jodiendo que otros me vean llorar.

Así que cuando les conté que te vi,
que caí en el error de seguir creyendo que volaba,
lo hice sabiendo que mis lágrimas mancharían
de mierda el tiempo que me costó olvidarte
sin tener una copa en la mano.

(Bebía para no tener que nombrarte,
bebía para vomitarte en el retrete de cualquier baño
y así no ahogarme con tu nombre).

Pero lo acepté,
no podía seguir con esa pena taladrándome en el pecho.

Y es que con el tiempo he aprendido a aceptar muchas cosas:
mis malas decisiones, que no toda la gente es sincera (incluso yo)
y a todas las personas que me hablan de ti.

Les conté que estabas mojada por la lluvia,
que estabas más delgada
y que los años se siguen olvidando de tu piel.

Les conté que te vi sin mascaras ni adorno,
sin forma,
sólo con el fondo.
Con mis nervios como sonrisa,
mis ojos como alertas.
Que te vi llegar otra vez,
hasta adentro,
hasta donde duele.

Les conté también que tú ya no eras tú,
que no eras la chica de los vestidos,
que tu cuerpo ya no flotaba,
que vestías vaqueros apretados,
que parecía que todo en ti estaba apretado.
Que ya no olías como antes,
que olías a otras cremas,
otros perfumes.
Que ya ni siquiera eras tan rubia.
Que al pasar de las horas en aquel bar
tu pelo ya no era una cascada
sino una ola que se alejaba al bajar la marea.

El pasado quedaba en el recuerdo
y el presente ya era otro,
otros,
no yo.

Les conté que mi bicicleta sirvió de carruaje,
que tus manos me acariciaban,
que yo pedaleaba intentando reconocer el camino.

Les conté que te volviste a meter en mi cama,
que una semana entera nos estuvimos escribiendo deseando
que llegue ese momento,
pero que tú ya no eras tú
y yo ya no era yo.

Ellos se callaron
y yo rompí a llorar.

Sentí una mano en el hombro que yo acompañé con un gesto de gentileza
y de alivio.
-Estoy bien- dije con la voz rota.

Les conté que te quedaste a dormir,
pero que no dormimos.
Que nos confesamos el tiempo,
que busqué reconocerte en mis brazos,
que tú luchaste por encajar en mis hombros.

Que volvimos a follar
porque ya no recordábamos eso de hacer el amor.

Les conté que desayunamos en el bar de la esquina,
que planeamos un viaje y que ella me dijo:
Nos vamos a enamorar.
Que yo soñé con esa frase.
Que me despertó otro instinto.

Pero ella ya no era ella
y lo más probable
es que yo ya no sea yo.

Así que caminamos unas calles más juntos,
nos dimos un último beso en la esquina,
(regresó el frío)
y ella volvió a seguir con lo suyo,

y yo volví a meterme en lo mío.

jueves, 22 de octubre de 2015

A:
Voy a meter mi dedo en tu boca y quiero que lo muerdas un poco.
Hazlo despacio.
Yo también quiero estremecer.
Deja que te bese, que te respire, que te disfrute.
Voy a bajar por tu cuello que tienes un tic tac en el pecho y parece que fuera a estallar.
Y todavía no, recién estamos pactando las reglas del juego.
Estoy seguro que existe un punto en tus caderas que te enciende como una fogata en noches de san Juan.
Lo voy a buscar.
Si lo encuentro, lo morderé hasta llegar al hueso.
Hasta llegar.
No te preocupes que tengo bien amaestradas a mis irresponsabilidades.
Susúrrame algo lindo al oído con ese acento tuyo que me suena tan extranjero,
que me encanta.
Y si puedes, háblame también en francés.
No.
Mejor házmelo.
Perdóname lo vulgar,
pero estas ganas que te tengo no las puedo expresar de otra manera,
porque sería como besarte con mascarilla
o follarte con preservativo.
Soy tierno,
pero voy a arrancarte la ropa.
¿Te puedo morder los pezones?
Tengo vocación de perro cuando estoy a tu lado.
Aprieta mi cuello con tus muslos,
que tus piernas sean mi cárcel.
No me dejes ir más.
Prométemelo.
Deja que me descontrole y me pierda en tu piel,
tan suave por todas las cremas que usas y yo tan áspero desde que ya no te tengo.
Te voy a clavar la mirada y no será lo único que haga esta noche.
Estocada tras estocada,
de gemidos honestos,
de humedad en humedad.
Ponte en cuatro, en tres, en dos, de frente, de costado y de cabeza.
Ponte como quieras,
que a bailar aprendí contigo.
No pienso parar hasta que volvamos a ver las estrellas.
¿Te puedo morder la nuca?
Déjame ponerme detrás tuyo y estrujarte hasta que no sepamos dónde empieza uno y dónde termina el otro.
¿Te puedo llenar de besos la espalda?
¿Y contarte los lunares con la lengua?
No sé porqué pregunto tanto...
Voy a cogerte con fuerza de los cabellos y a enamorarme de tu espalda arqueada.
Lo haré suave, lento y apretando.
Hasta hacerte dudar de los últimos años y de los últimos hombres
que no fueron yo.
Siente mi respiración en tu hombro.
Disfruto como un niño con juguete nuevo.
Será siempre así.
Ahora monta tú.
Mira como me muerdo los labios.
La cara de estúpido que disimularé cubriéndome con la almohada será inevitable.
A estas alturas, que no hayas estallado de risa es un detalle.
O disimulas muy bien.
Vamos a corrernos a la vez.
Luego, por favor, duerme en mi pecho.
O dentro de él.
Yo prometo protegerte de todo mal sueño que pueda arruinar la noche.
Un último beso y una mirada a tus ojos cerrados.
Es inevitable,
sigo sintiendo que te quiero.
Victor.

lunes, 19 de octubre de 2015

Ayer en el diario de Noticias de Navarra una página entera dedicada al nuevo poemario: LOS ESCRITOS QUE TE DEBO.
Gracias a Amaia Rodríguez por la entrevista.
Si queréis leer la entrevista completa os adjunto el link directo.
http://www.noticiasdenavarra.com/2015/10/18/ocio-y-cultura/cultura/lo-que-digo-en-este-poemario-es-a-veces-crudo-y-visceral-y-siempre-sincero-es-un-libro-que-me-duele
Nos vemos este sábado 24 en Pamplona, en objetería los días felices.

sábado, 17 de octubre de 2015

La carta que no le llegó al otoño.

Ayer, mientras servía copas y miraba a la gente comer, el inefable recuerdo de tu voz me susurraba en el oído como en las mejores noches cuando me venías a recoger al curro. Y pude volver a sonreír con tu sombra trepada en mi espalda, síntoma que ya no me pesa tu ausencia, sino flota.
Y yo floto con ella.

Tenía ganas de escribirte, o de llamarte y decirte "cariño, ponte una chaqueta que por aquí está refrescando". Hablarte, como si nada nos hubiese ocurrido. Arrancarnos el pasado a mordiscos, poco a poco, como quien vuelve a confiar en que vale la pena correr esos riesgos.

Sabes, yo siempre quise un futuro y tú me enseñaste a vivir del presente. Y es lo más bonito que aprendí de ti.

Como te decía, o fantaseaba, no lo sé, me hubiese gustado verte llegar vestida de primavera en medio de este otoño extraño entre todas las estaciones, con esa sonrisa tan tuya que ilumina cualquier calle que pises. Y me des un beso, un beso de esos ya sabes, de “muérdeme un poco más los labios”. Y me susurres al oído: Estoy aquí tontito, llévame donde quieras.

Y con prisas escapar, caminar con el vértigo de la primera vez, de la primera cita. Y sentarnos en la terraza de algún pequeño restaurante que nos falte por conocer en esta Barcelona de purpurina. Pedir una botella de vino y mientras jugamos a mirarnos como dos desconocidos me preguntes: ¿Por qué brindamos? Y yo te responda con esta voz raspada de tanto callar: Por que estás aquí, conmigo.

Y que a tu rostro le salgan estrellas.

Que hablemos, que nos restreguemos el tiempo en las pupilas, que se nos desgasten los codos de tanto escucharos. Pedir un postre con dos cucharillas y otra botella. Que se nos vuelvan a subir los colores al rostro y los calores al cuerpo, un tanto alegres y bastante cobardes como para confesarnos inocentes de las ganas de saltar sobre el otro.

Tener ese camino interminable de llegar a casa, pedirte perdón por el desastre que habita en mi pecho y manifiesto en el salón de casa. Pero es que, desde que no estás, no sé en qué orden poner mi vida. Volver a besarnos y una vez entre mis manos, con tus piernas enredadas a mi cintura, llevarte a la cama. Abrir las cortinas, ponerme a jugar con tus braguitas rojas y dejar que el infierno haga lo suyo.

Obviamente nada de esto pasó, no te vi llegar al salir del curro y me quedé sirviendo copas con un poco más de tristeza que las horas anteriores de imaginarte recostada entre mis abismos. 

Viendo a otros comer,
me puse a temblar.

No sé muy bien porqué me confieso de esta manera tan desgarradora. En mi cabeza, supongo, ronda el último escrito que me enviaste. Decías: Imagino despertando a tu lado.
Y es que ahí habita nuestro problema, que no queremos dormir, sino despertar.

No soñar.
Amanecer.

Juntos.

jueves, 15 de octubre de 2015

Libro ya a la venta

<<Yo le preparaba el café por las mañanas y a mí me bastaba con uno solo de sus besos para quitarme el sueño.>>

LOS ESCRITOS QUE TE DEBO.

En las librerías:
BARCELONA: La Central (C/ Elisabets 6, 08001)
PAMPLONA: Objetería los días felices (Plaza del Castillo 38, 31001)
MADRID: La Central de Callao (Postigo de San Martín 8, 28013)

Internet:
Amazon, La casa del libro... etc.

También me lo pueden pedir a:

Próxima Presentación:
Pamplona, sábado 24 de octubre, 19:00h en Objetería Los días felices.

Este libro es en sí los abrazos que nos faltan
dos inviernos sin ti.


Miles de gracias.

miércoles, 14 de octubre de 2015

¿A dónde vamos?

Siempre es a ti a quien le hablo con esta manera tan tonta de escribir que tengo.
Será porque me sigues poniendo los ojos de color estúpido
cuando te pienso paseando por el salón de casa con esas braguitas diminutas
que usabas cuando querías que te preste más atención a ti que al jodido ordenador.
Yo sumergido en escritos que matan mientras la vida pasaba por delante de mis ojos. 
Y además, ¡en braguitas!
Hay que ser tonto...
¿Se nota cómo se me desborda la boca cuando pienso en morderte la nuca?
Me imagino que estarás pensando que ya no te recuerdo.
Que después de tanto tiempo ya habrá aparecido por mi puerta otra,
cualquier otra,
que quiera posar desnuda sobre todos mis papeles en blanco.
Pero te recuerdo
y todavía algunas noches me cuesta dormir.
¿Cómo olvidar esa manera de mirar que tienes?
Jugando a ser la niña inocente que agacha la cabeza después de hacer algo malo.
Y esa forma suave de tocar tan tuya,
como si fueras un pianista en medio de un concierto.
tocabas con fragilidad y con fuerza la almohada cuando sentías que te tiraba los pelos.
O tus manos bordeaban mis rastas.
Y como te mueves y te arqueas,
como luchas por encajar,
entre los hombros y por las piernas.
Y tus labios.
Me encantaban tus labios.
Gruesos y frágiles.
Como un mar agitado,
como un grito de guerra.
¿Cómo olvidar la manera que tienes de desvestirte?
Tan excitante como verte hacer lo contrario.
Sí, todavía rondas por aquí,
y los clinex de la mesilla de noche me lo recuerdan.
En fin, hoy hace frío.
El tiempo bien ¿no?

jueves, 8 de octubre de 2015

Ya estoy de vuelta en España abuelo.
El viaje fue largo y tedioso, pero lo pude soportar gracias a una mujer mexicana que me habló de su vida y me enseñó a tejer con ganchillo en el avión. Se llama Alicia y quiere que sea su yerno, dice que su hija y yo somos almas gemelas.
Aún no entiendo que ha visto en mí para que diga eso.
Pero me alaga.
Por aquí todo anda igual: la gente, los bares, el verano que se resiste.
Mi compañera de piso me ve más risueño, yo también me siento así. Será por el chute de familia y amigos que he tenido estos días.
Si te soy sincero me ha costado un montón volver, quería que algo pase para no subirme de vuelta al avión.
Cuando entras en lo profundo de algo ese algo lo contiene todo.
Pero está bien, hay cosas que tengo que cerrar aquí. Ya sabes, historias, capítulos, blablabla...
Estoy motivado, tengo entre manos una nueva obra de teatro que quiero montar y desde que he pisado tierra no he dejado de escribir. También está mi nuevo libro, creo que te hablé de él. Esto hará que me mantenga fuerte en tierras donde todavía me siento extranjero.

Ha sido bonito verte abuelo. Eres un viejo duro y fuerte. Aunque ya no camines yo te he visto andar, has pasado por encima de mi tristeza rompiendo el laberinto de espejos donde estaba atrapado. Sin decir nada, callado y sereno como te recuerdo.
Ojalá me hubiesen dejado sacarte de ese maldito hospital donde estás preso.
Llevarte a ver las calles y las flores que no hay allí, comprarnos chocolates y sentarnos frente a la playa y seguir escuchando tus historias de cuando eras militar. Con lo que a ti te gusta.
Seguir mirando tu rostro de melancolía recordando a tus compañeros que ya no están entre nosotros.
Me hubiese gustado quedarme un poco más de tiempo y verte mover todos los dedos, sentirme orgulloso de cada logro que haces en tus terapias.
Ayudarte a volver a escribir, que lo estás haciendo muy bien. Mi madre dice que eres un niño con un cuaderno nuevo.

Tú me has enseñado mucho y yo aprendo muy mal.
Todavía me emociona el recuerdo:
Yo empujando tu silla de ruedas
y tú diciendo: Vamos hasta Barcelona.


Qué curioso, al final lo conseguí.

  

jueves, 1 de octubre de 2015

Taller en Perú

Por si hay alguien de este lado de la orilla o si conocéis a alguien que le pueda interesar:

Master class de interpretación "El cuerpo abstracto" este sábado 3 de octubre en el centro español de Lima - Perú organizado por la escuela Fábrica de Talentos.
También hoy jueves a partir de las 20:00h estaré en radio rock Perú hablando de todo esto que se viene (la entrevista se podrá ver y oír en directo a través de su página web).
Y el viernes, poniéndole fin a mi estadía por estas tierras, estaré guitarreando y recitando con buena gente y grandes talentos como mi gran amigo y maestro Ricardo Concha Matalla (Odracir).

Agradecer a muchísima gente por la atención y el trato, pero, sobre todo, a Andrea Laura por la confianza y el cariño que me ha mostrado desde el primer día, una de las mejores bailarinas y actrices que conozco. Ojalá algún día compartamos escenario (muchas cosas tenemos habladas). Te espero en Barcelona.

De regreso en la ciudad condal, daré más info del nuevo libro: LOS ESCRITOS QUE TE DEBO. Me muero de ganas de anunciar el lanzamiento y los puntos de venta para que sonrían tanto como yo. Con deciros que la portada es obra de mi buen amigo Abel Jurado de simplifik estudio y un prólogo que brilla como el autor del mismo Mikel Sanz Tirapu. Nos vemos pronto Madrid, Barcelona, Pamplona, Murcia y León!

Un abrazo desde aquí,
donde se está muy agustito.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Los malditos peros y tus benditas curvas

Ella es una mujer de impulsos.
Por eso ama de esa forma tan desmesurada cuando conoce al que cree es el verdadero amor.

Y quiere todo sin dosificar.

A mí siempre me gustaron así. Locas, arriesgadas, sin miedo a la vida, capaces de volar por encima de todos, por encima de ellas mismas.
Y te follan como si fueran monjas de clausura, abrazándote en las esquinas como adolescentes.
Esas que te hacen sentir que existes, y que por fin, en lo poco que llevas de vida, has conseguido ser algo para alguien.

Esas que te hacen suspirar.
Y escribir.

Pero (siempre ese maldito pero), también se desilusionan rápido.
Se aburren, se agotan de la rutina, de lo mismo de siempre. Y se alejan con sus miles de dudas, cargadas de tristeza, con la nostalgia en un puño y el arrepentimiento en ojos de sus amigas que la escuchan tomando el café de la tarde.
Y cuándo llegan a casa se olvidan de mirarte y de matarte.
Y tú sigues siendo igual: el mismo de las pintas de bohemio, que habla de literatura sin tener en cuenta la belleza, que dibuja amaneceres egoístas.
No te enteras de nada.
Sólo haces gilipolleces, como eso escribir versos en papel y no en la punta de su ombligo.
Lo más probable es que hayas acabado con el factor más importante para ellas: la sorpresa.

Entonces date por perdido
y olvidado.

Bueno, como decía:
ella es una mujer de esas, de impulsos.

Y he entendido, por fin, que después de todas mis heridas queda algo de experiencia.
Y la única forma de estar con ella es estando sin ella.
Quiero decir: que me aleje y sea el cobarde que regresa las veces que todo se calma. Que la abrace poco y la mire más. Que le pinte pajaritos en el pecho con saliva, que la quiera para mí y a la mierda con el mundo.
Verla solamente por temporadas, como amantes de película.

Es frío, lo sé.
Pero es la única forma de no perderla.
Aunque me duela decirlo: aceptar que nunca, nunca, podré ser perfecto para ella.

Estoy seguro que así
su amor se dosifica.

PD: espero que me entiendas.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Ya estoy en el aeropuerto de Madrid.
Espero a que salga en el tablero electrónico la puerta donde debo embarcar.
He tenido un problema con el billete y me han tenido que cambiar el vuelo. No pasa nada, salgo igual.
Mi viejo libro de rayuela se va desmontando por el camino, creo que no quiere volar a Sudamérica. Tal vez es un atrevimiento cargado de nostalgia por parte de Cortázar, o una rabieta por no llevarlo conmigo en las vacaciones de agosto. Yo lo mimo y lo cuido, trato de que no le cuelguen de esa manera tan extraña las hojas que ya andan sueltas. O rotas.
Al final haremos las pases como siempre.
Siento vértigo, miedo, nostalgia, tristeza, alegría. Todo junto y por milésimas de segundo.
Hace aproximadamente ocho años que no regreso a la tierra que me vio nacer, que no abrazo a mis padres, que no río con los amigos de la infancia.
¿Cómo estará todo?
¿Se acordarán de mí?
Llevo todo lo que tengo y compartiré lo poco que sé.
Y me alimentaré de cada uno de vosotros, seré la alimaña dispuesta a chuparle el cariño oxidado por los años, el abrigo y los abrazos que me deben.
Que os debo.
Prometo no prometer nada, ser malo en la medida exacta para que el infierno nos tenga miedo. Que recitaré todo mi repertorio, que me empaparé de todas vuestras obras de teatro, que me enamorarmé por lo menos una vez al día y luego querré volver.
Y beberé vino, cerveza y ron, y bailaré hasta que me lloren los pies. Y seré cómplice de vuestros mentiras, y nos diremos la verdad sin miedo hasta que vuelvan a sentir que soy uno de los vuestros.
Que estoy de su parte joder.
Prometo hacer todo eso en el poco tiempo que me queda, porque ya empezó la cuenta atrás.

Ya llego.
Y estoy preparado.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Ojalá.

Ojalá que cuando escuches mi nombre te duela.
Que, cuando conozcas a otro Victor, no sepas qué hacer y salgas corriendo con el mar en los ojos.
Y te tiemblen las piernas.
Que no puedas estar de pie y tengas que sostenerte de cualquier pared y vomites de nervios.
De angustia.
Que me eches de menos,
que notes lo dura que se te hace la vida sin mí.
Que todo te parezca extraño y vacío.
Que se te caigan los sueños y el futuro.
Que te invadan las ganas de llamarme y dudes.
Dudes tanto y de tal manera que no sepas si fui real o un sueño en tu vida.

Ojalá que me confundas con todos los hombres y compares mis caricias.
Que te aburra follar con otros.
Que te de pereza.
Y si te acuestas con otro lo mires a los ojos y veas mi rostro.
Que lo llames con mi nombre en tu memoria.
Y que te siga doliendo mi ausencia.
Mi nombre.
Que sientas que no soy yo el que te coge por los pelos.
Que no soy yo el del espejo.
Que vuelvas a correr.
Que te escapes y todo te sepa a mí.
Que te des cuenta que ya no estoy.
Y que te lamentes de todo lo que no tuvimos.

Ojalá que me odies como nunca amaste a nadie.
Porque entonces entenderás todo los que pasa dentro de mí.

Ojalá.

Cuando era pequeño mi madre me llevaba a comprar zapatillas y a mí me daba mucha ilusión ese momento. Tenía que elegir el modelo que más me gustase y que pueda ponerme con todo ya que sólo me podía comprar un par. Cuando por fin me aclaraba, ella le decía a la dependienta que las traiga dos tallas más por si pegaba el estirón. Y yo me iba a casa con una sonrisa y unas zapatillas dos tallas más grandes.

Ahora hago lo mismo con el amor.
No hace falta explicar más.

martes, 8 de septiembre de 2015

Que sí, que es muy bonito que alguien te quiera, pero también es bonito que te quieras tú mismo, ya que si no consigues lo segundo olvídate rotundamente de lo primero.

lunes, 24 de agosto de 2015

Los escritos que te debo

"Escribir no es mi forma de volar,
sino de no caer".

Así describía mi página de Facebook hace poco más de seis meses. Pero yo volé, os lo juro. Me enseñaron a volar unas manos que yo apreté tan fuerte que me quedaron marcas de sus huellas en los dedos.
Marcas de todos sus abismos.

Y amé. Amé por encima de todo. Amé por encima de mí mismo.

Esas manos ya no están y ahora ya no vuelo: sobrevivo.

Y me quedé así, soñando con los aviones de su pelo, con las cataratas de sus caderas los días que le lloriqueaba en el cuello que por favor me dejara jugar con sus lunares.
Me quedé hecho un desastre, perdido y en silencio.

Ahora, después de toda esa catástrofe, me vuelven a dar la oportunidad de gritar:

En septiembre sale a la luz el nuevo poemario (el tercero ya, hay que joderse) LOS ESCRITOS QUE TE DEBO.
Con el prólogo de una persona a la que admiro y para mí eso ya es todo un lujazo: Mikel Sanz Tirapu.
Éste poemario es, en resumen, toda mi sinceridad, todo lo que aprendí de mi experiencia de volar.

Muchas gracias a todos los que me ayudaron, gracias de verdad por tanta buena mierda y palabras de ánimo.

Luego daré más info de los puntos de venta y esas cosas. También me pueden escribir y así os cuento mejor todo.
Ahora seguiré con mi "saudade" personal.

Un brindis por vosotros.

sábado, 22 de agosto de 2015

Fiestas de(s)gracia

La vida sin ti es un poema en un teatro vacío.

[Sharif]

Ayer, después de los cubatas servidos en vaso de plástico, los cigarros montados a desgana en calles decoradas con trajín, incluso después de las farolas, de los rollos de cinco de la mañana, de los baños improvisados en basureros y de las señoras con bata que salen desde el balcón buscando a su romeo (esta parte quizá no es así, pero, bueno, es mi escrito); tu recuerdo ha vuelto a aparecer.
Sí, ha vuelto a aparecer en mitad de los versos pobres de borrachera. Camuflado, vestido de noche, confundiendo las voces de la gente con tu risa y a confundir mi risa nerviosa al creer que se aproxima a tu voz. Como si todas las historias que se oyen entre susurros se resumieran en una sola palabra: tú.

Decidí, entonces, irme de allí.

Caminando de regreso a casa a las tantas de la mañana, haciendo eses con las casualidades y jugando al gato y al ratón con las paredes, he tragado como un fakir mi valentía por miedo a cruzarme contigo en mitad de mi fiesta personal. Y es que le sigo recriminando a la vida por jugar conmigo como un muñeco de trapo. Tentándome a recordar los cariños bajo mantas empapadas de sudores.
De todos tus líquidos.

Como decía,
cuando estaba volviendo a casa he tenido la idea -o tentación- de escribirte. Siempre que estoy volviendo a casa después de los bares pienso en escribirte. Para ser sincero en casi todos los momentos del día quiero hacerlo, pero luego tengo una lucha con el debo y el puedo... Y no, eso sí que no.
Llegué a casa sin hacer lo uno ni lo otro. Quiero decir: que no llegué (parte de mí se quedó en la calle esperando cruzarse contigo) y ni te escribí.
Al final me quedé dormido dándole vueltas a la vida, entre los suspiros de mis ojos tristes sonriendo al recordarte.
Desperté con una terrible sensación de soledad, con angustia en el pecho y con tristeza en el corazón.

...y yo pensando que la resaca duraba un día...

Sólo le ruego a Dios, o a lo que mierda sea que exista, que esto termine y volver a ser el de antes, dejar de ver fantasmas en todas las esquinas donde nos abrazamos, de contarte a la distancia los días que voy tachando en el calendario, y explicarte el porqué lo hago. Pero sé que no vendrás, que lo dejamos muy claro.

Esperando,
que el invierno desgaste todos los te quieros, que los sueños sean sólo eso: sueños.
Y que pase lo que pase: el amor, los pájaros emigrando por el cambio climático o que se hundan los barcos de una nación por ti; despertemos diciendo "Buf, vaya viaje"

Que toda nuestra puta vida sea un viaje, Joder.
Contigo o en mí.

Pero todo se me hace tan complicado...

miércoles, 12 de agosto de 2015

Hoy miércoles llueven las estrellas.

He dosificado el echarte de menos para momentos concretos, como si de memoria selectiva se tratase:
Me despierto y estiro el brazo hacia la almohada que cubre el lado vacío. La abrazo, la beso con ternura y le digo: Buenos días bonita... preciosa... ¿qué quieres desayunar?
No me contesta.
Me pongo al borde de la cama y espero que la caída sea dura y pueda por fin despertar de un golpe.
No pasa nada.
Zapatilla, zapatilla, y a calentar el café en el microondas y comer un bol de cereales.
Estoy todavía medio dormido y el café sin tu olor a vainilla me resulta vulgar así que lo dejo caer por el grifo.
No me da ninguna pena.
Hoy no me apetece ir al gimnasio así que voy a la ducha pegando brincos. Pongo música en el móvil. Discuto con el agua caliente. Odio el agua caliente. Y la odio más desde que ya no estás para verte disfrutar en ella.
(A ti siempre te gustó el agua muy caliente, a mí me gustaban tus ojos. Lo podemos entender).
Salgo de casa como buscando una señal.
Miro a todos lados.
Te confundo con la mujer de la peluquería, con la chica que pasea al perro, con la que para el taxi, la cajera del supermercado, el tipo de traje que corre para ganarle al semáforo...
Y me asusto.
Tengo realmente miedo de seguir buscando tus huellas en lo poco que queda de arena.
Camino más rápido.
Descando la bici.
Y el corazón.
Voy camino al trabajo.
Intento no mirar a la gente, seguir a ciegas, como estoy acostumbrado.
Canto en voz alta para no escuchar mis pensamientos.
No tiene ningún sentido, ahora mismo nada tiene sentido.
Entro al bar y pongo cafés, cervezas y suspiros a las 10 de la mañana. Con un poco de suerte alguien me sonreirá y me preguntará qué tal estoy.
Pero nadie lo hace. Todos tienen mejores cosas que hacer que prestar atención a mi media sonrisa que parece más una mueca de cinco de la mañana.
No aguanto más y salgo a fumar.
El aire me recuerda a tus visitas. Sentada en la mesa del fondo me mirabas de reojo. Cruzabas las piernas cómo diciendo: Aquí estoy cariño, no me he movido.
Pero te has movido y ya no estás. Ahora hay un hombre leyendo el diario.
Las horas pasan y pesan...
Al salir cojo nuevamente la bici, encajo la canasta y si no es lunes, ni marte, ni miércoles, regreso tranquilo.
Pero hoy es miércoles.
Y en toda la calle Marina se escucha el tic tac de mi corazón.
Una tensión de guerra, un francotirador esperando que de la espalda.
Todo termina cuando entro al paseo Gaudí.
Llego a casa y no hago más que escribir(te).
Como te digo, memoria selectiva le llaman.

Soy tan gilipollas que realmente creo que puedo seleccionar lo que quiero recordar.

sábado, 8 de agosto de 2015

A vegades et trobo a faltar
i tinc ganar d'agafar el bus,
el tren o un avió i anar-te a buscar.

A vegades em resigno i t'espero
i a vegades sento que haig d'esperar-te,
encara que estiguem destinats a no ser.
O potser si,
no ho .

I...doncs això,
que et trobo a faltar.
No ho oblidis, d'acord?

domingo, 26 de julio de 2015

Un día como hoy, hace un año, estaba en el aeropuerto rumbo a Rumanía.
Ahora me encuentro tomando una cerveza y sintiendo el mismo vacío que sentí al subirme al avión, hace un año, contigo.
Los amigos que me acompañan hablan entre ellos sin tener ni puta idea de todo lo que me está pasando por dentro.
Ni siquiera se dan cuenta de que escribo.
Supongo que desde que no estás a mi lado soy menos interesante, o brillo menos por tu ausencia que se ha convertido en algo cotidiano como eso de levantarse temprano por el jodido calor.
Con la diferencia que aquí hace mucho que no arde nada.
También ayuda que me haya quedado en silencio, mirando una farola que no enciende del todo.
Una excusa, como tantas otras que tengo para no cruzarme contigo.
Los días que me quedo en casa leo los libros que has dejado en la estantería por si alguno tiene la respuesta a mis cientos de preguntas, o por si escondido entre sus páginas encuentro una nota tuya diciendo: Ven a verme tontito, que sigo sintiendo lo mismo.
Pero lo único que encuentro es polvo, nostalgia y mis manos sujetando el daño.
Sí, sigo siendo el idiota que recuerda las fechas importantes, que se sobresalta cuando le vibra el móvil, al que le faltan tus ojos para bañarse en ellos y que le den por culo al mar.
Joder, que este verano sin ti es mi peor invierno.
Y de eso no tengo duda.
Pero mejor no sigo, puedo ponerme a llorar en cualquier momento y entonces se darían cuenta, y suficiente tengo con sonreír fingiendo que todo está bien.

"¿Qué chicos, otra caña?"

domingo, 12 de julio de 2015

Y menos mal...

Menos mal que te fuiste.
Así no tendrás que mirarme más por la mañana,
ni soportar la manera que tengo de besarte cuando despiertas,
ni esperar en la cama fingiendo que duermes a que suba con el desayuno del bar de la esquina,
o arropar con caricias las resacas del domingo después de una noche de guerra.

Menos mal que te fuiste.
Así no tendrás que aguantar mis abrazos apretados como si el mundo se fuera a acabar con tus bostezos,
ni mi constante manía de darte golpecillos en el culo para meternos en la ducha,
no tendrás que reventarte los oídos con mis palabras susurrando en tus costillas,
ni secarte el pelo lidiando con mis impulsos de abrazarte por la espalda.

Menos mal que te fuiste.
Así no tendrás que regar los girasoles de tu terraza,
ni escuchar mis cansinos poemas hablando del brillo de tus ojos,
no tendrás que bailar todas las canciones después de una botella de vino,
ni mirar hacia arriba al bajar las escaleras de mi casa.

Menos mal que te fuiste.
Así no te incomodará mi barba rebuscando en tu entrepierna,
ni gastar el timbre de tu voz pidiéndome que te vuelva a comer el coño,
no tendrás que soportar mi cuerpo sudado junto al tuyo,
ni escuchar otra vez eso de: Espera cariño, que me quiero correr contigo.

Menos mal que te fuiste.
Así podrás borrar mi número de tu agenda,
y leer los libros que quieras sin escuchar mis críticas inoportunas,
podrás creer y crear el teatro que te de la gana,
y soportar sola, o con otra piel, las cenas sorpresas.

Menos mal que te fuiste.
Así podrás hacer de tu día un lugar maravilloso y no enterrarte en el infierno de mis sueños,
ni tendrás que darme la mano al caminar por la calle,
no tendrás la agonía de presentarme a toda tu familia,
ni que todos tus amigos sepan de mi existencia.

Menos mal que te fuiste
y no te veo.
Porque no conozco peor despedida
que volver a saludarte
con dos besos.

viernes, 3 de julio de 2015

Te sigo buscando en mis escritos,
sobre el escenario,
en las buenas noticias
y en las malas.
Te busco sobre la cama,
debajo de ella,
en el desayuno
y de camino al trabajo.
Te busco entre la gente,
en los despistes,
en todos los rincones de esta
ciudad donde me siento extranjero.
Te busco en la manilla de la ducha,
en los granos de arena de la playa,
en las huellas que dejaste en las baldosas,
por las ranuras de la puerta
y dentro del armario.
Te busco, te busco y te busco.
En el humo del cigarro,
en los botellines de cerveza,
en los bares a las tres de la mañana,
en las minifaldas
y en el sonido de la risa.
Te busco entre mis lágrimas,
en el timbre de las bicicletas,
en los libros que dejaste,
en las cremas del baño,
en los gemidos de la vecina.
Te busco mientras me masturbo,
te busco mientras me hago daño,
te busco, incluso, cuando me descubro buscando.

Y ya no sé dónde más buscar.
Por eso me siento y te escribo
por si un día lo lees,
y sepas que te sigo buscando.



domingo, 28 de junio de 2015

De sirenas y otras drogas

- Tenía muchas ganas de conocerte.
- ¿Por qué?
- No sé si por pena de lo ocurrido, o si por admiración de lo contado.
- Por pena seguro.
- No lo sé, pero por si acaso, me voy a atar el pelo.

Me habló de ovnis y lugares perdidos.
Yo escuchaba el mar en sus pupilas.
Luego me cantó en voz muy baja,
tímida,
como pidiéndome perdón sin hacerme primero daño.
Nos confesamos secretos,
nos escondimos un poco del mundo tras los libros que no habíamos leído.

Y nos reímos,
vaya si nos reímos.

Abrimos otra cerveza y poco a poco nos fuimos sintiendo más cómodos.
El sofá un universo donde las ganas se intuían pero ganaba la distancia.

Su piel canela,
sus ojos como el café que te roba el sueño,
los cabellos rubios hasta los hombros.
Todo el pack completo para escritores aficionados.

Entonces sus manos jugaron con mis brazos,
yo me escondí tras la guitarra.
-No me hagas esto- dijo.
Todavía no te estoy haciendo nada...

domingo, 14 de junio de 2015

Yo lucharé

Yo lucharé.
Contra ese vacío que se ha quedado en el domingo,
con todos y cada uno de los poros que no nos besamos,
que seguro son pocos.
Con la cafetera y su obstinación de quedarse vacía,
siempre esperando la última taza,
la que falta,
que no se sabe si es la tuya o la mía.
Contra la telaraña de mi entrepierna,
con ese paisaje primaveral que habita en la tuya.
Contra el recuerdo latente de nuestro futuro,
que de vez en cuando asoma la cabeza tras el telón.

Yo lucharé.
Con mi constante promesa de bajarte la luna,
porque preferí primero bajarte las bragas
(estoy seguro que lo sabrás entender).
Con el invierno de la distancia embrutecida,
contra este verano sin ti.
Con tu manía constante de mirarte en los espejos,
con mi risa estúpida de verme reflejado contigo,
con todas las maneras que tienes de soltarte el pelo
y de hacerle un bulto a mi pantalón.

Yo lucharé.
Con todos los recuerdos que estorban nuestros sueños,
con las fotos que no nos sacamos,
los mensajes que no nos enviamos,
las miradas que nos faltaron después del suspiro del adiós.
Con ese texto a medias que nos prometimos,
con ese viaje que no hicimos,
con esta sed de verte recostada en mi sofá.
Contra mi terquedad y tus caricias
(no tienes ni puta idea lo que me faltas).
Contra mis caricias y tu terquedad
(no tengo ni puta idea lo que me piensas).

Yo lucharé.
Contra este silencio de escritos,
con estas hojas en blanco que no sé dónde meter.
Con los girasoles que no nos miran,
con la nicotina de la esperanza,
contra los malos entendidos y la confusión.
Contra mis malos hábitos,
con la costumbre de mirar en las esquinas por si te veo mover el mundo con los pies.
Contra las manos confusas que nos buscan en otra piel, en otros labios.
Con este echar de menos
que a mí me carcome todos los días.
Contra todos los días que no estás aquí.

Yo lucharé, lo juro.
Y no lo haré por ti
sino contigo.

jueves, 21 de mayo de 2015

Volar

Volar, lo que se dice volar...

Hace mucho que no encuentro la metáfora en tus ojos, ni el roce de tus labios por la mañana. Y no es que te haya dejado de querer, simplemente te empiezo a buscar un poco menos.
Entre tanta distancia implícita y silencios que no valen la alegría sino la pena, empiezo a recordar un poco el material del que estoy hecho.
Ese vértigo de verme solo en ocasiones donde siempre estuvimos de la mano asusta, pero tampoco me congela el siguiente paso.
Aun así, evito el contacto con las alturas.
Por si acaso.

Volar, lo que se dice volar...

No sé porqué intuía que vendrías del otro lado: por el izquierdo del pecho. Cargada de encanto y cosas nuevas que contar.
No sé porqué intuía que vendrías en bicicleta y sudando, vestida de sonrisa, con la apuesta segura, con mi destino en un puño, con el pelo de amanecer en la playa, con la playa dispuesta a amanecer en tu pelo.
No sé porqué intuía que tendrías los ojos de llanto, el "te echo de menos" en la punta de la lengua, que entre tus piernas había un nuevo mundo, que el mundo era un lugar pequeño, que yo era minúsculo y cabía en tu bolsillo.
No pasó nada de eso.
Nunca fui un chico de intuiciones.

Volar, lo que se dice volar...

Soy otro hombre.
Hago la cama todos los días, a veces ni siquiera me escondo bajo las sábanas. He colgado las camisas en el armario, enrollado los calcetines y he limpiado las manchas de la ropa (ahora queda sitio para manchas nuevas).
Me levanto pronto, caliento el café en el microondas, intento no comer porquerías, riego las plantas de la terraza, pienso que un día debería salir por ahí, saludo a los vecinos, escucho a los pájaros, pienso en pistolas, en el tibidabo, en el cine, en Eyes wide shut, pienso en volver, pienso en salir, pienso en tomar impulso...
Luego tomo una cerveza y se me pasa.

Volar, lo que se dice volar...

Dicen que el verano se ha adelantado. Y menos mal. No podría soportar la primavera.
Cuando llueve yo lluevo con el cielo. Es necesario que llueva, llover y lleverse.
No pensar en ti es como intentar dejar el tabaco. Así que dejo que me mate lo que me tenga que matar primero.

Pero estoy bien,
sólo que volar,
lo que se dice volar...
No vuelo.

lunes, 20 de abril de 2015

La primavera ha empezado y por este rincón de la ciudad todavía no sale el sol

Ella decía que yo era mago.
Me lo decía en sus escritos
y cuando tomábamos cervezas en el chino de la esquina.
A mi me gustaba pensar que la magia era cosa de los dos:
cuando reíamos,
cuando nos sentábamos a escribir
o cuando llegábamos a casa con la lujuria entre los dientes.

Ella es de esos amores que tienes que abrazar
en cualquier parte y sin ningún por qué,
de esos a los que no le tienes que pedir explicación.

Los días que no dormía conmigo yo la acompañaba a su casa
y me quedaba en el portal esperando a que suba por el ascensor,
nos mirábamos tras el cristal de la puerta y nos hacíamos señales con las manos,
o ella se ponía a bailar y yo reía como un estúpido.
Luego desaparecía tras los botones del último piso
y yo regresaba a casa con la mirada gacha y su olor impregnado en la chaqueta.
Lo único bonito de la despedida era saber que al llegar tendría un mensaje
en el móvil que pondría: ¿Has llegado cariño?
Y un montón de caritas amarillas que mandan besos y le salen corazones por la boca.

Hoy he llegado a casa y mi chaqueta olía a una Barcelona sin ti
y en el móvil sólo habían mensajes pasados.

Ahora me gustaría ser mago,
retroceder el tiempo y abrazarte más y mejor,
decirte al oído llévame contigo a cualquier parte,
volver a escribir sobre tu espalda todas las frases que te debo,
prepararte el desayuno por las mañanas,
bajar a comprar napolitanas de chocolate
mientras tú desordenas la cama
y mi vida,
sentir tu respiración en mi pecho,
desnudarte antes de la ducha,
acariciarte todo el cuerpo
y prometer que no meteré mi dedo en tu ombligo,
morderte las piernas,
ayudar a peinarte,
planificar todos los viajes de los próximos años,
correr más de la mano,
sentir el viento en la cima de la montaña del putget,
volver a ser sueño en mitad de esta pesadilla.

Me gustaría ser mago para demostrarte que la magia
era tu risa junto a la mía.
Y no lo que tú pensabas
sino lo que yo creía.


miércoles, 8 de abril de 2015

Yo sólo intenté hacerte feliz.
De todas las formas,
con todas mis armas.
Lo intenté.
Lo juro.

Pero te vi escapar,
te vi convertirte en humo
con la última calada del cigarro.
Te hiciste suspiro de lunes
un martes por la mañana.

Te vi olvidar mi número de teléfono,
la dirección de mi casa,
de qué lado de la cama me gusta
dormir.

Te vi follarme pensando en otras
cosas...

Yo sólo necesitaba tu abrigo,
tus lunares en el cielo de la
memoria,
necesitaba hablar contigo
como hablan los niños:
sin tanta seriedad.

Pero nos hicimos adultos
en la banca de un parque.

Y vi mis manos tratando de
alcanzarte,
vi el silencio que se forma de
noche,
vi como te lloraban los labios.

Y yo no pude hacer nada.

Nunca,
me había dado por vencido.
Nunca,
había amado tanto a nadie.

Pero ahora,
ya en estas cuatro paredes
mustias,
el recuerdo se hace presente
y obstinado.
Y no me queda otra opción más que
cerrar los ojos
y desearte esa felicidad
que no te pude dar.

Lo siento cariño,
esta vez he perdido.


viernes, 27 de marzo de 2015

¿Alguien ha visto mi vida? No la encuentro. Me dijeron que la habían tirado por aquí. Sí señora, sí. Ha escuchado bien: mi vida. ¿Sabe lo qué es? Yo no tengo ni idea, por eso la busco. 
Pienso que será algo pequeño. Sí, sí. Porque sino, ya me dirán cómo puedo buscarla dentro de estos diminutos artificios. Artificios... Últimamente a todo le llaman arte: el arte de pintar, el arte de correr, el arte de masturbarse. Como si no hubieran suficientes cosas buenas para querer remplazarlo todo. Yo cambié pedazos de mi vida por comida. Comer sí que es importante. También la cambie por cigarrillos, por vestimentas a la moda, por aparatos que te limpian la casa solos. Muy cierto, pero triste a la vez. Cada día somos más inútiles. Al fin y al cabo acumular nos da la sensación de seguridad ¿no? Aunque yo siempre he sido inseguro. Hay personas que a todo eso le llaman calidad de vida. Pero de calidad no tenía nada. Solo, siempre solo. Y lo poco que me quedaba de vida, voy y lo pierdo. Hay que ser tonto ¿eh?
Mi vida. Sí, sí. ¿La han visto? Bueno, en realidad la busco por aquí simplemente porque hay más luz, y yo he escuchado por allí que donde hay luz las cosas se ven mejor. Pero yo no veo nada. Puede que sea de color azul. O al menos eso recuerdo. Memoria selectiva le llaman, como si fuéramos capaces realmente de seleccionar lo que queremos recordar. Gilipolleces del ser humano.
Factura de la luz, cartas de hacienda, notificaciones de embargo... Yo creo que esto también es parte de mi vida. Pero esta es la parte que me roban ¿eso no os lo habían dicho? Cuando te dan una vida el resto de personas tiene el derecho de quitarte un poco de ella. Hay que joderse en todos los sentidos de la palabra. Se juntan entre cuatro paredes y deciden que parte de tu vida te van a robar. Y no hablo de dinero, no, hablo de los sueños, de la sonrisa, de los abrazos...
En fin. Lo bueno de todo lo malo es que se pasa. Lo malo es que todo lo bueno también.
Perdón ¿alguien a visto mi vida?

sábado, 7 de marzo de 2015

Memoria y olvido

Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
De verdad. Antes era negro y tenía el pelo tan rizado que los pájaros venían a dormir en él. A mí no me molestaban, yo los quería mucho. Pero como todos los pájaros, desplegaban sus alas al cabo de un tiempo y se alejaban de mi pelo rizado y negro.
Sí, sí. Muy negro.
Y rizado.

¿Qué les estaba contando?
¡Ah sí!
Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
Mi madre que era china también lo olvidó. Lo olvidó de tal manera que a veces me llamaba como a los gatos: con una sílaba. Cocinaba el arroz con tres delicias: sus manos, sus ojos y los veinte yuanes que ganaba pisando el pedal de una maquina en una fábrica de Beijín. Mi lengua materna era el quechua y usaba trajes de alpaca tejidos a mano que mi tía día sí, y día también, me bordaba cuando regresaba de la mina en Tocopilla. 

Perdón…
Es que me distraigo mucho y nuca digo lo que quiero decir.
Bueno, ahí va:
Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
Y mi padre que era subsahariano también lo olvidó. Como la vez que se le olvidó nadar en el mar de Ceuta. Yo lo esperé, pero nunca regresó. Mi tío marroquí me ha dicho que se ha convertido en pez, pero a mí no me importa, si hace falta yo me puedo convertir en sirena. 

De verdad os lo digo:
Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
Y mi hermana cuando se fue de España también lo olvidó. A veces me llama por teléfono. Y llora. Y yo no sé por qué. Me ha dicho que quiere abrazarme y que muy pronto nos veremos. Ella carga todo el día con niños que escupen en inglés, beben en inglés y hasta defecan en inglés. Tiene que estar muy feliz, porque a ella le gusta ayudar. Sí, sí. Siempre quiso ser doctora. 

Una amiga dice que estaré mejor en Perú. Que allí me querrán y me cuidarán como es debido.
Pero, ¿cómo voy a ir?
Si nadie sabe mi nombre,
ni mi edad,
y yo… 
yo los olvidé cuando nací.

martes, 3 de marzo de 2015

El cardenal en los ojos al cruzar la calle

"Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido..."

Puedes viajar.
En cualquier formato:
Susurro, palabra, caricia.
Puedes saltar de la mano con otro desde un edificio si lo deseas:
indiferencia, lejanía, silencio.
Ya nos hemos tenido en el bote
¿recuerdas?
pero para avanzar es necesario remar los dos.
No tienes ni idea (o tal vez sí, tengo tendencia a la equivocación) de las cosas maravillosas que te esperan.

"...yo porque tú eras lo que yo más amaba y tú porque yo era el que te amaba más..."

No nos devolveremos simples objetos, sino recuerdos:
los viajes, el café de las mañanas, historias de cronopios y de famas.
Caminaremos en direcciones distintas,
tararearemos otras melodías en el asfalto,
nos reconoceremos en otros brazos,
jugaremos al amor como tantas veces lo habremos hecho.
Y volveremos a salir dañados (esta es otra tendencia, yo la denominaría suicida).

"Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo..."

Mi madre dice que tengo que comer más,
que estoy muy delgado.
Yo le digo que no es delgadez que es olvido.
Ella dice que entonces no me olvide de comer.
Ojalá esté aquí,
y que me diera esos abrazos que sólo una madre sabe dar,
que me vuelva a sentir pequeño
y que me grite desde la puerta:
Abrígate que es invierno y hace mucho frío.
Y no tenga que volver a confundir frío con amor.

"...porque yo podré amar a otras como te amaba a ti..."

La calle cada vez me parece más una selva
y yo un niño pijo que siempre viaja en taxi.
Tengo miedo,
de que se vuelva a cruzar tu ausencia por mi espalda,
de las faldas cortas en canciones de Joaquín,
de que un día, a saber dónde, nos de por escribirnos y tengamos que fingir felicidad.
Se me da muy mal fingir.
Entonces lloraré,
y te odiaré,
te odiaré tanto...
Porque no sé lo que voy a hacer.
Sin ti.

"...pero a ti no te amarán como te amaba yo".

martes, 24 de febrero de 2015

Anna siempre tiene frío.
Por más que encienda la calefacción
y se envuelva con las mantas del sofá como un regalo de cumpleaños,
siempre tiene frío.
Yo hago lo que puedo:
la abrazo,
me escondo con ella bajo las sabanas,
capturo sus pies entre mis piernas,
le beso la nariz,
las manos
y la frente,
le preparo infusiones insuficientes,
acaricio sus cabellos de cascada,
lamo su piel de chocolate...
Yo no sé exactamente qué tengo que hacer
cuando la veo encogerse entre mis brazos,
o me mira con ojos de niña caprichosa,
o me dice: Háblame bajito que así estás más cerca.
De verdad,
no sé qué tengo que hacer:
Si declararle la guerra al invierno.

O darle las gracias.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Invierno todo el año.

Hace mucho tiempo que he dejado de saber quién soy.
Abro los ojos y el techo cae sobre mí aplastando el último suspiro del sueño.
Me levanto de la cama, zapatilla, zapatilla,
y camino por el pasillo como buscando un punto de apoyo.
O de vida.
Miro en el espejo del baño un rostro demacrado,
cargado de resacas a punto de explotar.
Giro la manilla de la ducha,
agua fría en la cabeza.
Me lavo el cuerpo y refresco las heridas.

Salgo de casa y camino en dirección desconocida,
he perdido el impulso de buscar un sitio cómodo donde poder recostarme
sin pensar en tanta mierda.
Tengo la cabeza llena de pájaros desde que no estás.
Pero no quiero sonar dramático,
así que aparco cualquier pensamiento que te haga volver.

En los parques la gente se sienta en los bancos a pesar de ser invierno.
Cubren sus manos con guantes y el cuello con bufandas.
Una pareja en una esquina,
supongo que se acaban de conocer.
Ella fuma un cigarrillo y él habla y habla...
No guardan silencio.
No tienen ni puta idea de lo que es mirar el amanecer.
No lo sé.
Tal vez exagero, tampoco quiero imponer mi idea del dolor.

No entiendo muchas cosas,
Ni siquiera sé qué coño hago aquí.
Ni porqué los observo.

Entro en un estanco para comprar cigarrillos,
el dependiente, un chico joven, me pregunta qué es lo que quiero.
Le suelto un rollo existencial totalmente absurdo sobre lo que quiero y lo que necesito.
Me mira con desconfianza y dice: Ya, ¿y aparte de eso?
Tabaco de liar, gracias.

El frío es terrible.
No llevo guantes, ni bufanda.
Tenía tus manos y tus besos a cambio,
ahora no sé cómo sobrevivir al invierno
cuando todo el verano me ha declarado la guerra.

Vuelvo a casa,
enciendo el ordenador.
Zapatilla, zapatilla...
agua fría en la cabeza.

¿Contra quién juego ahora?

Lo acepto,

me he rendido.