viernes, 27 de marzo de 2015

¿Alguien ha visto mi vida? No la encuentro. Me dijeron que la habían tirado por aquí. Sí señora, sí. Ha escuchado bien: mi vida. ¿Sabe lo qué es? Yo no tengo ni idea, por eso la busco. 
Pienso que será algo pequeño. Sí, sí. Porque sino, ya me dirán cómo puedo buscarla dentro de estos diminutos artificios. Artificios... Últimamente a todo le llaman arte: el arte de pintar, el arte de correr, el arte de masturbarse. Como si no hubieran suficientes cosas buenas para querer remplazarlo todo. Yo cambié pedazos de mi vida por comida. Comer sí que es importante. También la cambie por cigarrillos, por vestimentas a la moda, por aparatos que te limpian la casa solos. Muy cierto, pero triste a la vez. Cada día somos más inútiles. Al fin y al cabo acumular nos da la sensación de seguridad ¿no? Aunque yo siempre he sido inseguro. Hay personas que a todo eso le llaman calidad de vida. Pero de calidad no tenía nada. Solo, siempre solo. Y lo poco que me quedaba de vida, voy y lo pierdo. Hay que ser tonto ¿eh?
Mi vida. Sí, sí. ¿La han visto? Bueno, en realidad la busco por aquí simplemente porque hay más luz, y yo he escuchado por allí que donde hay luz las cosas se ven mejor. Pero yo no veo nada. Puede que sea de color azul. O al menos eso recuerdo. Memoria selectiva le llaman, como si fuéramos capaces realmente de seleccionar lo que queremos recordar. Gilipolleces del ser humano.
Factura de la luz, cartas de hacienda, notificaciones de embargo... Yo creo que esto también es parte de mi vida. Pero esta es la parte que me roban ¿eso no os lo habían dicho? Cuando te dan una vida el resto de personas tiene el derecho de quitarte un poco de ella. Hay que joderse en todos los sentidos de la palabra. Se juntan entre cuatro paredes y deciden que parte de tu vida te van a robar. Y no hablo de dinero, no, hablo de los sueños, de la sonrisa, de los abrazos...
En fin. Lo bueno de todo lo malo es que se pasa. Lo malo es que todo lo bueno también.
Perdón ¿alguien a visto mi vida?

sábado, 7 de marzo de 2015

Memoria y olvido

Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
De verdad. Antes era negro y tenía el pelo tan rizado que los pájaros venían a dormir en él. A mí no me molestaban, yo los quería mucho. Pero como todos los pájaros, desplegaban sus alas al cabo de un tiempo y se alejaban de mi pelo rizado y negro.
Sí, sí. Muy negro.
Y rizado.

¿Qué les estaba contando?
¡Ah sí!
Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
Mi madre que era china también lo olvidó. Lo olvidó de tal manera que a veces me llamaba como a los gatos: con una sílaba. Cocinaba el arroz con tres delicias: sus manos, sus ojos y los veinte yuanes que ganaba pisando el pedal de una maquina en una fábrica de Beijín. Mi lengua materna era el quechua y usaba trajes de alpaca tejidos a mano que mi tía día sí, y día también, me bordaba cuando regresaba de la mina en Tocopilla. 

Perdón…
Es que me distraigo mucho y nuca digo lo que quiero decir.
Bueno, ahí va:
Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
Y mi padre que era subsahariano también lo olvidó. Como la vez que se le olvidó nadar en el mar de Ceuta. Yo lo esperé, pero nunca regresó. Mi tío marroquí me ha dicho que se ha convertido en pez, pero a mí no me importa, si hace falta yo me puedo convertir en sirena. 

De verdad os lo digo:
Yo olvidé mi nombre y mi edad cuando nací.
Y mi hermana cuando se fue de España también lo olvidó. A veces me llama por teléfono. Y llora. Y yo no sé por qué. Me ha dicho que quiere abrazarme y que muy pronto nos veremos. Ella carga todo el día con niños que escupen en inglés, beben en inglés y hasta defecan en inglés. Tiene que estar muy feliz, porque a ella le gusta ayudar. Sí, sí. Siempre quiso ser doctora. 

Una amiga dice que estaré mejor en Perú. Que allí me querrán y me cuidarán como es debido.
Pero, ¿cómo voy a ir?
Si nadie sabe mi nombre,
ni mi edad,
y yo… 
yo los olvidé cuando nací.

martes, 3 de marzo de 2015

El cardenal en los ojos al cruzar la calle

"Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido..."

Puedes viajar.
En cualquier formato:
Susurro, palabra, caricia.
Puedes saltar de la mano con otro desde un edificio si lo deseas:
indiferencia, lejanía, silencio.
Ya nos hemos tenido en el bote
¿recuerdas?
pero para avanzar es necesario remar los dos.
No tienes ni idea (o tal vez sí, tengo tendencia a la equivocación) de las cosas maravillosas que te esperan.

"...yo porque tú eras lo que yo más amaba y tú porque yo era el que te amaba más..."

No nos devolveremos simples objetos, sino recuerdos:
los viajes, el café de las mañanas, historias de cronopios y de famas.
Caminaremos en direcciones distintas,
tararearemos otras melodías en el asfalto,
nos reconoceremos en otros brazos,
jugaremos al amor como tantas veces lo habremos hecho.
Y volveremos a salir dañados (esta es otra tendencia, yo la denominaría suicida).

"Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo..."

Mi madre dice que tengo que comer más,
que estoy muy delgado.
Yo le digo que no es delgadez que es olvido.
Ella dice que entonces no me olvide de comer.
Ojalá esté aquí,
y que me diera esos abrazos que sólo una madre sabe dar,
que me vuelva a sentir pequeño
y que me grite desde la puerta:
Abrígate que es invierno y hace mucho frío.
Y no tenga que volver a confundir frío con amor.

"...porque yo podré amar a otras como te amaba a ti..."

La calle cada vez me parece más una selva
y yo un niño pijo que siempre viaja en taxi.
Tengo miedo,
de que se vuelva a cruzar tu ausencia por mi espalda,
de las faldas cortas en canciones de Joaquín,
de que un día, a saber dónde, nos de por escribirnos y tengamos que fingir felicidad.
Se me da muy mal fingir.
Entonces lloraré,
y te odiaré,
te odiaré tanto...
Porque no sé lo que voy a hacer.
Sin ti.

"...pero a ti no te amarán como te amaba yo".