martes, 5 de mayo de 2020

"Este niño no quiere dormir, le gusta la vida y nunca la suelta.
Este niño no quiere dormir, prefiere dejar las pestañas abiertas.
Este niño no quiere dormir, en casa se va siempre de puntillas.
Ni nanas, ni reguetón…
y es que ni por siguiriyas".

Se despierta a las cinco de la mañana y se duerme a las seis de la tarde. Al revés de como lo hacía yo cuando buscaba la vida detrás de la barra del bar.
Tiene la risa fácil y alumbra mucho más que el sol. Me gusta verle reír, es como ver una planta crecer en medio de la acera, como una noche de tabaco liado con los amigos, como una copa de vino en medio de la sed.

"Este niño no quiere dormir, no es hambre, no es frío, el nene esta sano.
Este niño no quiere dormir y todos en vela velando al enano.
Este niño no quiere dormir, no para un segundo, es un torbellino.
Ni tilas ni diazepam...
ni por mandato divino".

En las mañanas lo sentamos en su pequeña mecedora y colgamos, a la altura de sus ojos, una sonaja con forma de León y otra con forma de Tucán. Él las mira y las mira... balbucea, babea, mueve sus manos como queriendo alcanzarlas. Lo vemos crecer y el amor nos brota de los poros. 

"Duérmete, pequeño, duérmete.
Por mamá, por Buda o por Vishnu.
Duérmete, pequeño cabroncete, yo estaré
siempre cerca, aunque no me veas tú".

Lo levanto de la pequeña silla porque no aguanto más las ganas de apretarlo contra mi pecho. Le hago algunas muecas tontas y vuelve a reír, yo también río, somos dos niños queriendo jugar. Lo recuesto en el sofá y abrimos el mundo: Ruidos, gritos, canciones, juguetes. La calle no existe, afuera no existe, me hace olvidar del viejo cascarrabias en el que me he convertido.

"Este niño no quiere dormir, ni con esta canción, ni contándole un cuento.
Este niño no quiere dormir, parece que sueña bastante despierto.
Este niño no quiere dormir, quiere crecer, y tiene prisa.
Duerme que ya cuido yo de que el mundo nunca te cambie la risa".

Saco la guitarra y me siento al frente de él. Me mira, me escucha, es el mejor público que he tenido. Me esfuerzo por llamar su atención, por hacerlo bien. Sus ojos, grandes y risueños, se empiezan a cerrar, el sueño le vence. Es lo más hermoso que he visto, es un nuevo amanecer. Y mientras le canto esta nana del kanka, un solo pensamiento habita en mi cabeza: este pequeño ha llegado para hacernos jodidamente felices.

"Duérmete, pequeño, duérmete.
Por mamá, por Buda o por Vishnu.
Duérmete, pequeño cabroncete, yo estaré
siempre cerca, aunque no me veas tú.
Duérmete, pequeño, duérmete.
Por papá, por Dios o Belzebú
Duérmete, pequeño cabroncete, yo estaré
siempre cerca aunque no me veas tú".