miércoles, 26 de junio de 2019

Mes 2 antes de la paternidad

No tiene síntomas y eso a ella le preocupa. A mí me parece maravilloso que no los tenga, pero igual me ha metido el bichillo de la duda. Vamos a ir al  médico, no por eso, sino porque es parte del control natural de toda embarazada. Tengo que admitir que todo esto me da algo de miedo, mil preguntas me vienen a la cabeza "¿Estará bien? ¿Nacerá sano? ¿Habrá algún problema en el embarazo?" Intento no pensar mucho y disfrutar también de esta etapa.
Bueno, nos han dicho que tendríamos que verlo/a ya en la ecografía o por lo menos ver algo dentro de Diana, ya que recién empieza la quinta semana. Acá hago un inciso, últimamente todos se han vuelto expertos en embarazos: nos dicen qué hay que comer, cómo dormir o que tenemos que aprovechar en dormir, las cosas que no tenemos que hacer, a qué médico ir... etc. Lo hacen con buena fe, lo sé, pero nuestra cabeza termina hecha un lío y con más preguntas que respuestas. Al final hacemos un poco lo que nos sale del...
A lo que iba, vamos al médico y hacen la ecografía. Le introducen un tubo por la vagina con un preservativo y mucho lubricante. No dejo de admirarla, a pesar que se ve violento y se nota a lo lejos que no debe de ser cómodo, ella me mira y sonríe. Soy afortunado.
En la pantalla se ve una bola negra, como un agujero. La enfermera me mira y susurra: -ese es tu bebé-. Se me ha dibujado una sonrisa tonta en el rostro y los ojos se me inundan, miro sin entender muy bien la imagen mientras escucho al doctor decir palabras que no entiendo, en realidad  no lo escucho. Electricidad recorre mi cuerpo, como un toque de atención de la vida, como un abrazo en la parada del bus o como un primer beso en la puerta de la infancia.
-Voy a ser papá...- pienso y esa idea no deja de dar vértigo.
Luego de esa primera emoción las preguntas: Tengo un gato, ¿todo bien con eso?, ¿podemos seguir teniendo relaciones? ¿hay que comer más?
El gato se queda a pesar de las mil personas que nos han dicho con voz de señora que escucha misa por radio "¡Regalen al gato ya! LE VA A CONTAGIAR LA TOXOPLASMOSIS, MOSIS, MOSIS, MOSIS..." Amelia está más sana que muchos humanos y en palabras del doctor "qué culpa tiene el gatito de la poca información de la gente". A las otras preguntas creo que poco caso le hacemos a las respuestas.
Lleva siete semanas y vamos por el tercer doctor y este último ya es el definitivo, el que queremos para todo el embarazo. Por cierto, hemos escuchados sus latidos por primera vez y no voy a volver a contarles mi alegría y el repetido llanto que esto puede volverse un culebrón sacado de la misma Rosa de Guadalupe.
Sólo puedo decir que tengo mucha suerte de tener a una mujer tan fuerte a mi lado, tan valiente para asumir todo lo que se le viene, y, hay que joderse, no deja de estar hermosa.

PD: Ya aparecieron los primeros síntomas, no puede ver los lácteos, ni la avena ni los cereales. En cualquier momento me vomita completo.

miércoles, 19 de junio de 2019

Mes 1 antes de la paternidad

Todo está desordenado y con las prisas que llevo porque me esperan abajo de casa para partir a Ilo a un festival de teatro,  no me da tiempo de ordenar, así que dejo la casa hecha un caos.
Acabo de dejarla en el trabajo, me ha dado un beso tierno en los labios y está algo llorosa porque anda algo sensible. Yo, por mí parte, la abrazo fuerte y digo que regreso en unos días, pero que estaré pendiente por si necesita algo de mí. No sé, una palabra de amor, un grito de guerra o una caricia en la palabra para antes de dormir.

El viaje sin mucha novedad, entre amigos se hace más llevadero aunque no deja de ser pesado. Llegamos, nos espera el organizador del festival que nos lleva a comer y menos mal, estábamos hambrientos. Charlamos, nos cuenta un poco cómo van las cosas por ahí y nos habla de las fiestas de la ciudad. Había dejado el teléfono en la mochila y no le presté mucha atención, hasta que lo fui a buscar para avisar que había llegado bien.
-Cariño, ya estoy en Ilo ¿todo bien por allá?- escribo.
-Sí- responde con la imagen de un pollito saliendo de un huevo. No entendía muy bien qué pasaba, hasta que me envió una imagen: POSITIVO.

Me quedé en silencio, sonriendo, esperando volver a mí. Sólo sabía que quería estar allá, con ella, abrazarla como si el mar nos tocara los talones antes de la ola, besarle la frente y las manos, volver a abrazarla. Quería realmente estar con ella, hasta correr por cualquier campo, como en una película cursi, como una obra de teatro amateur.

Lo buscábamos sin querer
y lo encontramos queriendo.

Terminó el viaje. Dimos la función y regresamos a la ciudad.
Al llegar fui a buscarla, obviamente, sudado y casi sin dormir.

Estaba jodidamente hermosa...

-¿Tienes síntomas?- pregunté, ella me abrazó. Agarré con ternura su barriga, seguía algo sensible así que con la delicadeza que tiene me acarició las manos.

Joder...

Al final,
después de tanto tirar dardos,
esta vez di en Diana.

martes, 18 de junio de 2019

La noticia

De un momento a otro, y casi sin verlo venir, la poesía tomó forma y voló del papel a mi casa, se recostó a mi lado y dijo, con voz de autoridad, que no pensaba moverse de ahí.
Así pues, la abrigué con sinceridad y cariño, aceptando con la sonrisa más grande que pocas veces he visto estampada en mi rostro, que el invierno me había dado una tregua entre tanta noche helada.
Fueron pasando los días y algunas madrugadas, entre vinos nos confesamos heridas del pasado, cicatrices que nos recuerdan el porqué del paso firme en nuevas decisiones. En mucho tiempo, os juro, no había estado tan feliz.

Mi habitación era una leonera: en el escritorio bailaban entre mi desorden y los cuadernos de escritos viejos, sus cremas de manos, labiales, camisetas, pelos de Amelia que miraba, vamos a ser claros, con un poco de recelo al nuevo latido que se apoderaba de mi pecho. En mis brazos cabían las dos, el amor bonito hecho humano y el abrigo felino de mi incondicional compañera. Luego, algunas noches, las encontraba durmiendo a las dos. Recostadas como dos amigas que se juntan para ver películas y hablar de esas cosas que no confiesan a uno ni en discotecas a las cinco de la mañana. Qué maravilla de paisaje, yo pensando que era un día de mierda, pero ella, o ambas, me demostraban lo contrario.

Quererme nunca me resultó tan fácil.
Y no por mí,
sino para ella.

-Quiero vivir contigo- me dijo una tarde al oído, y antes que termine la frase yo ya le estaba haciendo un espacio en mi vida, un lugar para que coloque su cepillo de dientes en el baño, un rinconcito en mis cajones para su ropa, el lado derecho de mi cama y la promesa fiel de la libertad en plena compañía. Nos llenamos de lunas, paseos a lugares donde estallaron fuegos artificiales por vernos venir. De verdad, dejé la poesía de lado porque caminaba conmigo de todas las formas incluso en los peores escenarios.

Admiro cada detalle de ella, la capacidad que tiene de ver la vida y hacerla tan fácil, de dar la mano para ayudar a otros a volar.  Pasaron meses como años, discusiones como en todo, sin ninguna complicación para resolverlo. Pasaron sueños, cumplimos metas, disfrutamos aplausos entre el público, viajes, cafés..  etc.
-De esto se trata vivir- decía, pensando que no se podía llegar a más. Pero como siempre, estaba equivocado.
Yo estando actuando en una ciudad de mar, me llega una noticia que, de verdad, no sé cómo borrarme hasta ahora esa sonrisa tonta que tengo en la boca, no sé cómo parar de llorar pero de tanta felicidad. Soy un mejor hombre, soy otra persona, amo a una mujer, Diana, esa mujer que me convertirá en papá.

Y así,
supongo,
comienza mi vida.
Otra vez.

PD: Tranquila Amelia, ahora seremos tres humanos para ti.