miércoles, 19 de diciembre de 2018

Ya me perdí
en ojos
azules,
verdes,
negros...

Pero en esos
tus ojos castaños,
es donde yo
me encontré.

martes, 11 de diciembre de 2018

Lluvia

La primera vez que sentí una lluvia fuerte fue cuando vivía en Buenos Aires. Todavía recuerdo el sonido de los truenos y las gotas que caían con rabia del cielo porteño, haciendo que te empapes en menos de cinco segundos. No creo que pueda olvidar esa lluvia, era un adolescente que recién salía de casa. Pero no tuve miedo.
Luego, en Colombia, en Medellín, cuando me quedé en casa de una amiga junto a otro grupo de amigos con los que recorrí parte del país cafetero. La casa quedaba en una montaña, tenía una piscina cubierta para ese entonces de lodo. La lluvia rebotaba en el césped, el agua me cubría los pies. Pero no tuve miedo.
En el país vasco, tenías que esconderte en los portales a esperar que pase porque golpeaban con fuerza en la cabeza las regordetas gotas de lluvia, los rayos a veces parecía que te iban directo a los ojos, un espectáculo. Pero no tuve miedo.
He visto llover en varios sitios: el txirimiri de Lima, con neblina en Ecuador, la lluvia en el mar de Barcelona, en la montaña verde de Rumanía, sobre el Sena de París, en el lago Balaton de Hungría… de verdad, he visto llover en varios sitios. He visto paraguas rotos, tejados inundados, aceras agrietadas y en ninguna tuve miedo.
Hoy vi llover en tus ojos,
sentí el diluvio en tu pecho,
unas lágrimas con vocación de meteoritos.
Llovía en tus ojos y no de alegría. Yo era un ser patético que no supo acompañar tus pasos, no supo apaciguar el dolor. Llovía en tus ojos, y mis palabras arruinaban cada gesto de tus labios torcidos, quizá tú sólo necesitabas un abrazo, o un pedazo de amor en medio de la acera. Peatones que te miraban como se mira el amanecer y a mí con odio. Llovía en tus ojos y a me temblaba hasta el hipotálamo, el suelo de gelatina, el cielo de cualquier color menos del que te gusta. Llovía en tus ojos y yo estaba muerto de miedo.
Luego,
subiste al bus
y no volteaste a mirarme.
Encima de todo,
por encima de ti,
me salvas del temor.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Olvidaron avisarme que buscar razones para vivir es una batalla eterna, y que en esa guerra no existen vencedores. Podían haberme dicho que el mundo no es justo y que en ocasiones la verdad no tiene un lado bueno. Olvidaron decirme, también, que no puedo jugar en las manos de alguien, porque tarde o temprano las personas se van y luego no sé qué hacer conmigo. Con los pedazos quiero decir. No me avisaron que la vida se hace más corta cuando no sabes disfrutar intensamente cada minuto que nos han dado. Joder, es que me podían haber dicho que no es fácil eso de existir, que encontrar la salida toma su tiempo, que sólo nos queda la esperanza de un nuevo día y que cada nuevo día trae cosas nuevas.
Que sí, que ya lo sé, que vivo perdido...
Pero todavía no renuncio a encontrarme.

martes, 4 de diciembre de 2018

Quería decirte

Quería decirte todas esas cosas bonitas
que las canciones románticas hablan,
mientras este lunes sigue silencioso,
esperando, tal vez,
que mi teléfono suene y seas tú invitándome al cine el martes.
Quería decirte todas esas cosas bonitas
que las canciones románticas hablan,
todas las que termino disimulando al enviarte un emoji
en formato de girasol o berenjena,
cuando, de hecho,
me gustaría que fuese un corazón rojo.
Rojo,
como tus mejillas al volver de paseo,
cuando montas bicicleta,
o cuando terminas de follar.
Rojo,
como las rosas,
como los labiales,
como los besos que te robaría
si te distraes por un segundo.
Quería decirte todas esas cosas bonitas
que las canciones románticas hablan,
y decirte que fácilmente,
y sin dudarlo,
te llevaría conmigo
si te apetece bailar sobre los hielos de este pecho moribundo.