viernes, 29 de noviembre de 2013

Seis horas de autobús.

En mis ratos libres persigo duendes que se esconden en tu pecho,
sobresalen de tu escote
y siembran flores en macetas con la forma de mi mano.
Los persigo con dardos de saliva que se diluyen en tu vientre,
dejando marcas con olores a deseo,
a sexo después de una borrachera,
a veladas donde el amor tira de recuerdos y se masturba escuchando tus gemidos.

En mis ratos libres me escondo en el castillo de tu coño,
recorto con los dientes los jardines donde planto mis semillas
y colecciono los impulsos que me salen cuando te veo.
Procuro no despertar demonios que secuestren tu pasado y dejo que fluya el presente,
mirándote a los ojos cuando le cambio el clima a tus tiempos
formándote huracanes con la lengua.

No sé si mi libertad está en tus manos
o entre tus piernas.

Anestesia general con tus fluidos,
con las gotas que resbalan mis mejillas,
y el salado de tu cuerpo hace arder a mis heridas,
esas que me buscan cuando no duermes conmigo.

Y es que en mis ratos libres te busco entre las costuras de mis sábanas,
te cambio por cualquiera que le de calor a los domingos,
le sonrío a los vaqueros que marcan una curva
y salto al vacío sin importarme los te quieros,
los arañazos en la espalda,
los "cariño córrete adentro",
las ganas de quedarme retorcido entre tus brazos hasta que me exploten fuegos artificiales en la boca.

Echarte de menos sin que mi puta rutina me recuerde
los ratos libres.

Sintigo.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Probar nuevas posturas entre tus brazos como asignatura optativa a la distancia.

Quererte, quererme, querernos,
Quererte en caída libre,
Quererte cuando abras la puerta,
Quererte cuando cierres las ventanas,
Quererte al borde de un abismo,
Quererte por teléfono,
Quererte con palabras,
Quererte en los silencios,
Quererte en horizontal,
Quererte también en
V
E
R
T
I
C
A
L
Quererte en primavera,
Quererte con el frío del invierno,
Quererte como principio de cada mañana,
Quererte como punto final de la noche,
Quererte en mis costumbres,
Quererte a la distancia,
Quererte entre mis piernas,
Quererte con el viento de tu pueblo,
Quererte como revolución literaria,
Quererte, quererme, querernos…

Si pudiera conocer el sabor de tus labios,
o el aroma de tus besos después de un café
o una cerveza si necesitamos hablar en voz muy baja
con el cuerpo temblando de frío o de nervios,
si pudiera sólo un instante adueñarme de la curva de tu sonrisa,
extraerte las manos de los bolsillos para llevarlas a mi pecho,
dibujarte colores en el rostro con mis tontas manías de piropearte con gracia,
jugando a ser un seductor de alcantarilla, de barrio o de barra.
Si por sólo un segundo me señalaras con el dedo y me dijeras “ven aquí”
y con ese gesto absurdo sentir que enciendes la mecha de mi vida,
no tardaría en darme cuenta que estoy dispuesto a caer,
de rodillas o de pie,
en todas esas imperfecciones que te hacen perfecta.

Colarme entre las costuras de tu bufanda
para que siempre que necesites calor me enredes a los paisajes de tu cuello,
crearte islas momentáneas en calles a oscuras,
o llenarnos de lunas con la vergüenza afuera de la habitación.
Ser tu alguien afín,
ese con el que te imaginas un futuro tras los cristales de tu cámara,
que se hacen cómplices con los dedos de las manos,
mirarnos despacio,
como se miran las cosas nuevas por primera vez
y que siempre seamos una primera vez,
y una primera cita.
Y en la nevera colgarnos los suspiros como lista de la compra,
como una dieta que se rompe los domingos.

Que imaginarnos juntos sea un acto cotidiano
y no una resaca que mandas en un mensaje de texto.

Y en las paredes pegar fotografías donde sonriamos como idiotas,
compartir la almohada pensando en los nombres de los niños,
que me digas que me quieres mirándome a la cara
y por todas las estrellas prometo hacerte mía en todos los rincones del universo,
aplaudirte en tus logros,
celebrar juntos los finales de trabajo,
ser tu canción favorita los días que te toque
y bailes al compás de mi saliva,
ponerte la piel de gallina con mis pestañas entre tus piernas,
abrazarte como un amigo,
follarte como un amante,
soñarte como un desquiciado.
Quererte, quererme, querernos…

martes, 19 de noviembre de 2013

Mientras tú estás en sus brazos
yo me aferro a los vagones de trenes
que no se detienen en mi estación,
a las rotondas que me giran de cabeza a otros labios,

secos,
sin el aliento de tu boca.

Mientras tú follas con otro yo estoy aquí,
soñandote mía entre sábanas
que han perdido el sabor de tu aroma,
pateando deseos que ya se dan por pedidos.

Mientras tú esperas a otro
yo sigo dibujándote en mi memoria.

No tiene ni puta idea de lo afortunado que es...

martes, 12 de noviembre de 2013

A mis padres.

Hola, soy yo, su hijo.
el que se fue hace unos (muchos) años de vuestra casa,
el que llama muy poco preguntando si están bien y no se siente orgulloso por eso.
Escribía para decirles que bueno,
soy tan imbécil que a veces sólo sé expresar mis sentimientos sobre una hoja de papel.
Y aquí estoy, escribiendo.

Decirles que por aquí todo va bien,
que terminé una carrera aunque todavía no entiendan lo qué es ni de qué se trata
y me encantaría que me vieran actuar para que noten el brillo en mis ojos cuando lo hago
y así se les aclare un poco todo.
El teatro me ha enseñado a verme desnudo,
a no criticarme tanto.
También escribo cosas y al parecer a la gente le gusta
aunque yo no esté muy seguro del por qué,
pero siento que todos los días tengo que darle las gracias a la poesía
y así lo hago.

Este país es amable y me demuestra cariño
aunque sólo cuente amigos con los dedos de una mano.
Dentro de poco me mudo a otra ciudad algo más grande,
ya sabéis, sigo buscando ese lugar donde pueda mirarme sin tanto miedo.
Hoy me he encontrado con una antigua vecina,
una mujer mayor con la que a veces me tomaba un café,
le he contado que me iba y mis ojos se han llenado de otoño,
ella me ha dicho que lo peor de hacer las maletas no son las cosas que tienes que meter,
sino todas aquellas que tienes que dejar,
y joder, me está costando hacerme la idea.

Aún estoy soletero,
pese a vuestra presión de que de una vez me eche una novia,
o los haga abuelos,
pero es que todavía no me reconozco en los ojos de otra persona,
aún me cuesta dar un salto a los miedos del pasado y reconocer todas mis limitaciones.
Me enamoro, eso sí, siempre y a todas horas.
Tengo un perro que me recibe de un salto todas las veces que entro a la casa,
se llama Punset y ya llevamos juntos casi 3 años.
Cuando limpio un poco mi desorden pongo música
y si hay una canción que nos gusta la bailamos juntos.
Tendrían que vernos, se reirían mucho.
Es un encanto.

Sabes mamá,
cuando doy recitales cuento la historia de cuando éramos pequeños
y tú nos contabas cuentos con velas encendidas ya que el terrorismo nos volaba de un bombazo las torres eléctricas.
Yo en casa sigo encendiendo velas,
me tumbo en el sofá y cierro los ojos imaginando tu voz contarme todas esas historias de cuando eras pequeña
o los cuentos con finales felices.
Sólo que ahora no es tan divertido como lo era antes.

Dentro de poco estamos en diciembre
y la navidad me sigue poniendo un nudo en la garganta.
Y vuestros cumpleaños,
y cuando veo las fotos de toda la familia celebrando algún logro de mis hermanos,
o simplemente porque se juntan a comer,
como una familia,
aunque yo no esté.
Pero sigo siendo ese chico arrogante que aguanta el llanto como una soga en el cuello
y sonríe fingiendo restarle importancia a lo que uno pierde en la vida.
Y cuando hablo de perder,
hablo de los años sin vosotros.
Pero para ganar siempre hay que perder, ¿no?
Asumir lo malo para aceptar lo bueno,
aunque nunca imaginé que el precio sería tan alto.

Sigo caminando entre las nubes,
ya sabéis que el suelo sólo me gusta para saltar en los charcos después de la lluvia,
creo que todavía no llego al metro setenta
y sigo coleccionando logros a medio cumplir.
Estoy lleno de heridas que sangran cada cierto tiempo,
sigo fumando flores del jardín de mi estupidez
y bebiendo litronas en parques a oscuras.

Pero de verdad,
todo por aquí va bien.

Algún día volveré a abrir la puerta de vuestra casa,
quizá solo o acompañado,
no lo sé,
y volveremos a ser poesía cargada de futuro.

Un abrazo, de los apretados,
de los que les debo.

Los quiero.
Victor.

P.D.: Mamá estoy abrigado y estoy comiendo,
         no tienes que preocuparte por eso.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Si tú me dices ven... me quito todo, incluso hasta la ropa.

A veces sueño que nos juntamos un viernes,
te despiertas conmigo un sábado
y decides quedarte hasta el domingo.
Que me miras como se miran los semáforos
cuando están apunto de cambiar a verde
y tienes que dar el siguiente paso en tu nueva vida.

Y es que a los sueños hay que darles
desorden y poesía,
hay que regarles con palabras
para que crezcan despertares
en cada uno de sus actos.

Y cuando mi sueño hace ese gesto de acomodarse
la coleta del pelo con las manos,
cuando hace ese pequeño esfuerzo de mirarme
a los ojos para decirme un simple 'hola',

yo me siento invencible,

como si millones de virtudes me brotaran de los poros
para arroparla de las costumbres,
arriesgándome al todo o nada,
o lo que signifique tenerla entre mis brazos.

Sí, mi sueño es una mujer.

Y he de confesar que odio a los trenes
que  se llevan su cuerpo a 486km de mis labios,
que verle tras los cristales de un vagón alejarse
con los tuppers de su abuela llenos de croquetas
y no mi corazón,
debe ser considerado un acto terrorista,
que de despedidas se bastante,
que no hace falta que me enseñen más,
que la magia es verle sonreír cuando me escucha
y no desaparecer tras un vagón.

Vivo sumergido en el océano de sus veinte primaveras
desde que me dijo "guárdame un sitio, que voy"
y yo le guarde un sitio en mi vida,
a la izquierda de mi pecho,
junto a las manías,
al cariño oxidado por la lluvia,
a los desastres que colecciono para que se entretenga
mientras giremos con el mundo de la mano.
Y puede estar tranquila porque he reservado un hueco
para sus películas favoritas,
(el cine ni tocarlo, lo prometo)
y si las agotamos me inventaré una cada noche,
para la distancia si lo necesita,
para cada suspiro de los te echo de menos que nos diremos,
para hablar de lo que somos cuando estamos juntos,
para lo que calle cuando me odie a muerte,
para las guerras con la almohada
o sin ella,
para sus pies fríos,
para sus copas demás y el "cariño llévame a casa",
para los viajes con pasaporte,
para sus amigos, su familia, sus adicciones.

Pero eso sí,
de las galletas y el chocolate
se encarga ella.

...

Una vez me preguntaste:
¿A ti qué no te da Iruña?
A ti joder,
a ti.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mándame tu corazón en dos cartas, porque en una no creo que entre.

Me gusta cuando despiertas con los pelos alborotados
y te cuesta abrir los ojos a la mañana,
con el sol entrando por las rendijas de la persiana
tu piel brilla como un deseo en lencería,
te estiras como una felina mientras bostezas
tragándote todo el aire de la calle
y te cuelga por el hombro el tirante del pijama.
Te levantas tintineante de la cama y sonríes
como si le acabaras de echar un polvo a la vida,
y yo finjo hacerme el dormido porque verte despertar
es mejor que cualquiera de mis sueños.
Con un ojo medio abierto veo tu culo moverse,
chocarse con todos los suspiros que han crecido en esta casa
desde que decidiste entrar a luchar con mis fantasmas
y a desalojar a esa inquilina permanente
a la que yo llamaba soledad.

Me gusta cuando cantas esas canciones mientras te duchas
y me gritas lo que piensas hacer en el día,
me planificas visitas guiadas a tus amigas
en bares donde yo nunca había pisado antes de conocerte,
cambiándole el color a mis desastres,
confundiendo mis manos con tus sujetadores
dejas caer la toalla que te cubre para que yo te seque
a base de lametones y como un perro obediente
me pongo de rodillas frente a tu ombligo
y te beso desde los pies hasta el punto más alto de tu entre pierna
donde me detengo a buscarte huracanes con los dientes,
y con esos dos ojos azules donde ahogo mis penas
me miras y susurras:
“haz lo que quieras cariño,
pero házmelo a mí”.

Me gusta cuando yo me encargo del café
y tú de darme besos en la nuca,
preparando nuestra pequeña mesa para dos
escuchamos caer la lluvia por la ventana
a la que tú te asomas creando confusión en los vecinos
que me miran con envidia prepararte el desayuno,
y sacas esas pequeñas manos para atrapar gotas de agua
que se evaporan al contacto con tu piel canela,
con tus labios de almíbar, tus sueños de princesa.
Bebes de a sorbos mis miedos,
las dudas que colecciono de tanto darme de hostias
con mujeres bonitas,
y tú me tomas la mano sonriendo,
como si fuera fácil hacerle un corte de mangas a la muerte,
y me hundo sin ni siquiera asomarme al vacío de las derrotas
donde tú me coges como un muñeco
y me traes de vuelta a la vida.

Me gusta que hablemos de cosas absurdas
y que ordenes a tu gusto los cojines de la casa,
que me cuentes las historias donde llorabas cada tres días
esperando un tren que nunca apareció
en la estación de tu infancia,
que me enseñes las fotos de tu madre,
que me señales con el dedo a cada uno de tus tíos,
que me digas lo bien que me van a caer tus amigos de la universidad,
que te ilusiones con cada verso que te escribo,
y que colguemos recuerdos en la pared
donde escribiremos frases que hablen de un nuevo camino,
un nuevo camino que tu y yo construiremos a base de golpes,
de darnos de bruces contra esta sociedad clasista,
machista, enferma;
pero que nada ni nadie podrá borrar a pesar de las opiniones.

Me gusta que hayas aparecido un día cualquiera en mitad de la nada
y llenaras de borracheras los rincones
donde solía esconderme de la gente,
que trajeras tu cepillo de dientes
para colocarlo en el vaso de mi baño,
que en mi armario cuelguen tus vestidos
y mis calcetines se confundan con tus bragas,
que el sonido de tus pasos sea el motivo de los calambres en el vientre
y que tu mirada desborde sumideros de alegría.
Quizá toda esta historia sea el preludio de otra hostia bien dada,
pero de momento voy a disfrutar el conocerte,
el aprender a mirarte con los ojos cerrados,
a sacarnos fotografías de memoria con juegos indecentes,
a escucharte todas las noches como principio del abecedario,
y luego…

luego ya veremos
que pasa.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Discúlpame P. Neruda.

Podría escribir los versos más tristes esta noche...

pero no me salen.

Lo siento Neruda,
pero es que tú no sabes lo de esa manera suya de meterse la tristeza en el bolsillo y sonreír a pesar de las tormentas,

y me bloquea.

Intentar escribir versos tristes sería un sacrilegio ante tanta belleza cercana al orgasmo,
es como intentar no llorar al cortar una cebolla,
hay que ser desalmado para no sentir remordimiento ante tan cruel asesinato.

Y tengo que decirte que a mí no sólo me gusta cuando calla,
sino también cuando ríe,
y cuando lee,
y cuando baila,
y cuando se muerde el labio,
y cuando se despeina,
y cuando duerme...
¡Tú no la has visto cuando duerme!
Es como si toda la cama se llenara de sueños
y yo que siempre he tenido sólo uno me diera a elegir entre tantos otros para seguir enredado a su aroma,

con su piel como amuleto,
con sus ojos como brújula.

Y obviamente estaré callado en cada beso,
es mejor no arruinar los momentos con palabras absurdas,
que para ponernos cursidramáticos ya tenemos los bares
y los papeles en blanco.

Y ya me sé eso de los cerezos que se abren a su paso,
que yo también quiero hacer lo mismo con sus piernas;
que la he visto llegar con la lujuria en los labios
y los 20 poemas de amor como señales en sus caderas.

Y para canción desesperada sus gemidos rebotando en las paredes de mi cuarto
hasta que la vecina nos calla con su escoba.

Tú lo escribiste
como yo no:

"Para mi corazón basta su pecho,
para su libertad bastan mis alas"

¿y si volamos?

Quizá otra noche escriba los versos más tristes,
o la aprese en mis redes de música,
o yo que sé...

pero hoy no Neruda.
Hoy no.

PD: Y sí,
       podrán cortar todas las flores
         pero no olvides que ella
           siempre será la primavera.

Con cariño,
Victor.