domingo, 10 de noviembre de 2013

Si tú me dices ven... me quito todo, incluso hasta la ropa.

A veces sueño que nos juntamos un viernes,
te despiertas conmigo un sábado
y decides quedarte hasta el domingo.
Que me miras como se miran los semáforos
cuando están apunto de cambiar a verde
y tienes que dar el siguiente paso en tu nueva vida.

Y es que a los sueños hay que darles
desorden y poesía,
hay que regarles con palabras
para que crezcan despertares
en cada uno de sus actos.

Y cuando mi sueño hace ese gesto de acomodarse
la coleta del pelo con las manos,
cuando hace ese pequeño esfuerzo de mirarme
a los ojos para decirme un simple 'hola',

yo me siento invencible,

como si millones de virtudes me brotaran de los poros
para arroparla de las costumbres,
arriesgándome al todo o nada,
o lo que signifique tenerla entre mis brazos.

Sí, mi sueño es una mujer.

Y he de confesar que odio a los trenes
que  se llevan su cuerpo a 486km de mis labios,
que verle tras los cristales de un vagón alejarse
con los tuppers de su abuela llenos de croquetas
y no mi corazón,
debe ser considerado un acto terrorista,
que de despedidas se bastante,
que no hace falta que me enseñen más,
que la magia es verle sonreír cuando me escucha
y no desaparecer tras un vagón.

Vivo sumergido en el océano de sus veinte primaveras
desde que me dijo "guárdame un sitio, que voy"
y yo le guarde un sitio en mi vida,
a la izquierda de mi pecho,
junto a las manías,
al cariño oxidado por la lluvia,
a los desastres que colecciono para que se entretenga
mientras giremos con el mundo de la mano.
Y puede estar tranquila porque he reservado un hueco
para sus películas favoritas,
(el cine ni tocarlo, lo prometo)
y si las agotamos me inventaré una cada noche,
para la distancia si lo necesita,
para cada suspiro de los te echo de menos que nos diremos,
para hablar de lo que somos cuando estamos juntos,
para lo que calle cuando me odie a muerte,
para las guerras con la almohada
o sin ella,
para sus pies fríos,
para sus copas demás y el "cariño llévame a casa",
para los viajes con pasaporte,
para sus amigos, su familia, sus adicciones.

Pero eso sí,
de las galletas y el chocolate
se encarga ella.

...

Una vez me preguntaste:
¿A ti qué no te da Iruña?
A ti joder,
a ti.

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