domingo, 31 de diciembre de 2017

Logros.

Aprendí a transformar la rabia en soledad y la soledad en ocupación. Así que cuando te digo que ando muy ocupado, en realidad estoy tirado en mi cama leyendo cualquier estupidez que me haga olvidar que mañana será otro día, porque me carcome la idea de pensar que tengo que volver a enfrentar al vacío que crece en mi pecho.

Es irónico,
unos le temen a la muerte
yo le temo a la vida.

Por mí,
puedes irte a la mierda 2017.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Se busca

Yo quiero amar
con los codos
y la parte de atrás
de mis rodillas.
También con la nuca
y el tabique.

No soy exigente,
de verdad.

Me encantan las cejas pobladas,
las sonrisas tímidas,
Las miradas confusas
por el astigmatismo
o la miopía.
Me gustan con gafas
y sin ellas.
Me da igual
si cantan como si estuvieran
golpeando al gato
o no tocan un instrumento musical.
Me gustan con mofletes grandes,
hermosas,
huesudas hasta la clavícula,
con pecas en la lengua,
despistadas,
y puedo tolerar incluso
que no le guste el café.

No busco apariencias,
no me interesa.

Busco abrazos largos,
pelos desordenados,
ropa sin combinar.
Busco pies calientes,
un corazón torpe,
una voz cautelosa.
Busco un tobillo
y me da exactamente igual
si tiene los dedos torcidos
en los pies.
Busco olor a mar
y los ojos en la Luna.
Busco conversaciones
interminables,
risas despreocupadas,
pijamas con mis camisetas
...

En fin,
nada especial.
Sólo busco poesía.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

No sé si los problemas me persiguen o soy yo el que corre detrás de ellos, delirio de persecución lo llaman. Es imposible no sentir tristeza después de descubrir que las mejores cosas de la vida resultan no ser tan buenas. La gente va creciendo y nuestra visión del mundo va volviéndose más confusa y admitir eso es tan terrible como entenderlo. Descubrí cosas que no quería y no soporto las dudas que ahora viven dentro de mí. Siempre que me preguntan cómo estoy, respondo que estoy bien. Es más fácil afirmar una falsa motivación que señalar todos los acantilados de donde la vida me empujó.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Navidad

Será otra noche larga, lo sé.
Seguro me invadirá un buen puñado de pensamientos.
Tendré esa extraña sensación de sentirme incompleto,
ya sabes, esa sensación que la gente esconde por vivir en el mundo de los "ganadores",
y casi siempre esa sensación llega de madrugada
cuando soy más vulnerable
y completamente idiota.

Será otra noche larga, lo sé.
¿Estoy haciendo lo que realmente quiero hacer?
Mejor hubiese seguido con la carrera de medicina...
¿Por qué no puedo concentrarme y mantener el foco en una sola tarea?
¿Por qué perdí la esperanza y el dinero que separé para comprar las pastillas de la migraña?

Será otra noche larga, lo sé.
Una sonrisa extraña manchó mi rostro una vez.
La gente alaba la libertad y la intensidad,
pero las personas más libres e intensas que conozco son también las que tienen la peor condena a la soledad.
La idea es quejarse
y todo el tiempo,
hablan de la falta de compromiso de las relaciones,
pero cuando aparece alguien dispuesto a entregarlo todo
no se entregan por completo.
Se conforman con recibir elogios tras una pantalla de teléfono.

Será otra noche larga, lo sé.
Veo los libros de mi estantería,
y pienso que debería leer más,
pero por alguna razón tengo miedo.
Miedo a encontrar las respuestas de mis cientos de dudas.
Vivo tranquilo en el confort de la ignorancia a saber el siguiente paso de mi vida.
En el fondo es a lo que todo el mundo teme,
a las respuestas.

Será otra noche larga, lo sé.
Y cada día que amanece soy un poco más invisible.

Salgo de la habitación,
voy a cenar la navidad.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Me he pasado todo el día tumbado en la cama mirando el techo. Pensando, pensando y pensando, dilación de mi vida absoluta. Tenía cosas que hacer, necesitaba ir de compras, pasar por el gimnasio, encontrar calcetines nuevos y alguna banalidad más que me hiciera feliz como esas tazas con dibujos de dinosaurio que venden en la tienda de los chinos. Tenía problemas que resolver, siempre tengo problemas que resolver, gente a la que visitar para que me cuenten lo mal que fueron sus días a lo largo de la semana (supongo que me llaman porque saben que conozco muy bien de días malos).
Necesitaba ver a gente que finge que le gusto o que finge que le agrada mi compañía.

Saber hasta dónde llegan las cosas es algo gracioso para mí, la futilidad me divierte, pero últimamente estoy de vacaciones de esta rutina. No quiero sentir molestia, necesito estar solo por un tiempo. Lo siento si parezco egoísta, pero a veces es necesario. Quiero tiempo para mí, un tiempo para perder tiempo a la velocidad que quiera, necesito relajarme y sentirme bien, leer algo nuevo, ver una película que ya haya visto pero me perdí de algún detalle, quiero escuchar canciones de antaño, como a los Panchos por ejemplo o a los Buena vista social club.

Sin contra esta vez. Necesito arreglarme los calcetines y tomar buenas tazas de café con dinosaurios mirándome. Dormir toda la noche. La tristeza impide sentir lo que soy de verdad, siempre me dejo de lado para traer a mi lado gente que nunca se dio cuenta de lo que hago.

Es como si tuviera tinta en el bolsillo,
pero escribiera mi vida raspando los dedos en una pared de piedra.

En fin.

Camino dentro de mí sin saber muy bien dónde empiezo y dónde termino.
Escucho los ecos de mis vacíos interiores.
Está claro, estoy hecho de abismos.
Soy despistado, y cuando me quiero dar cuenta
me encuentro cayendo dentro de mí.
Tengo varios nombres,
varias vidas,
a veces soy la persona fuerte y paciente,
y otras la persona desesperada e inconsecuente.
He buscado todas las fórmulas insanas que puedan curar mis inseguridades,
y descubrí que la mejor manera de acabar con un problema que parece inmenso,
es dejar que te trague,
para que puedas matarlo de adentro hacia fuera.

Esta pereza de un poco de todo que no se va…
La falta de humor me acompaña en el día a día,
ando desmotivado,
el futuro parece lejano,
y cualquier intento de expresar lo que me está asfixiando
me hace parecer dramático en exceso.
Quiero dormir un día entero,
pero no tengo sueño,
mi cama parece el único lugar seguro,
lejos del mundo,
mi habitación,
mi universo solitario.
Quería hablar con alguien por horas y horas,
pero las personas cercanas no me corresponden,
parecen nunca entender,
parecen nunca escuchar,
no las cosas que digo,
parecen no escuchar las cosas que tengo que decir.

Mi piso está vacío al igual que mis planes. Mientras en la calle la gente está metida en sus mejores ropas celebrando la vida, vaciando botellas para llenar su propio vacío, yo estoy en casa mirando el techo leyendo un reportaje sobre ovnis. Esos rituales ya no me llaman la atención. Ando disfrutando de la soledad, es mas tranquilo, menos agotador. Dejé de buscar a personas que no quieren ser encontradas, borré números de teléfono, borré recuerdos y me agarré a la realidad. La soledad no es tan cabrona así. Tal vez algún día aparezca alguien para conversar por largas horas, sin música alta ni gritos. Entonces sí, la borrachera será producto del complot.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Can't take my eyes off you.

La conocí en la universidad.
Eso puede sonar romántico si te viene a la cabeza la escena en la que Heath Ledger canta "Can't take my eyes off you" en la película “10 cosas que odio de ti”, pero la universidad en realidad era un coñazo: levantarse temprano, dormir poco, comer peor, toparse con gente que tiene más ego que cerebro (bueno, para esto no hace falta ir a la universidad). En fin.
Allí estaba ella, estudiando. No lo olvidaré: entré a la biblioteca, me quité los audífonos y me senté en la primera mesa que estaba vacía. Al levantar la mirada me topé con esa pila de libros y esos ojos negros, tan grandes y coquetos que me miraron fijamente, luego ella agachó la cabeza para seguir buceando entre sus apuntes. Yo me puse nervioso y seguí a lo mío. Debo confesar que para ambos no fue amor a primera vista. Ni siquiera sabíamos que era el amor. Yo hasta ahora no lo sé.
Primero pasamos algunas noches enviándonos mensajes, intercambiando canciones, recomendándonos libros o películas. Luego quedábamos para tomar café y si era fin de semana cervezas (cosa que a ambos nos gustaba). Como nos llevábamos tan bien y las hormonas nos empezaban a revolotear decidimos salir ya como algo más.
Nos pasamos muchas tardes viendo Cheers, nos encantaba. Creo que nos vimos todos los capítulos, o bueno, la mitad de ellos, la otra mitad dábamos vueltas en el sofá. Me pasó la receta del pastel de zanahoria que le salía tan bien (me arrepiento de nunca haber preparado uno). Quemé algunas ollas de arroz por estar hablando por teléfono con ella, nos aconsejábamos excusas para faltar a clase, escribimos juntos textos pegajosos, nos presentamos a nuestros amigos, viajábamos en autobús después de clase compartiendo los audífonos. De las diez canciones que más me gustaban en ese entonces, siete conocí por ella, las otras tres me recordaban a ella. Aprendí lo que es el feminismo y también lo que es cisgénero, la regla de los tercios, mansplaining y otras palabras que en este momento Word está destacando en rojo porque Word no tuvo la suerte de conocerla.
Pero como todo lo bueno siempre se acaba, nuestra relación también terminó. Recuerdo que no fue nada fácil, lloré muchísimo, más que la vez en que mi hermano y mi primo me asustaron con que iba a ir a la cárcel porque le rompí la cabeza a otro niño con una piedra y yo me escondí debajo de la cama.
Hay días que la recuerdo y a la cabeza me viene la pregunta ¿dónde estará? Seguro que es feliz, haciendo lo que a ella le gusta. Si al menos nos hubieran tomado más fotos juntos…
Esta semana, después de un buen tiempo, me he topado con un escrito que le dediqué donde le digo lo mucho que me gusta. Pensé que me iba a comer una hostia de tristeza, y lo que me dio fue una sensación de anestesia muy profunda por haber vivido una gran historia junto a ella.

Por si te topas con este escrito:
Forever young cariño,
forever young…

sábado, 16 de diciembre de 2017

Hola, ¿Cómo estás?
Sé que hace mucho tiempo que no hablamos y espero que no pienses que eso es algo que quiero. Sólo que sentí que tenía la cabeza hecha un lío y preferí apartarme un poco para colocar las cosas en su lugar. Ya lo sé, es una idea estúpida, pero tengo miedo de hablar de mis conflictos con otras personas y que lleguen a pensar que estoy loco. Seguro me terminarían apartando de su vida. Con lo que sufro para encajar, perder los pocos conocidos que tengo sería otra manera de morir. Alguna vez te dije que es posible morir muchas veces en una sola vida y eso sería una forma de suicidio moral.
Todo el mundo me ve como un tío positivo, pero en lo literal, soy todo lo contrario.
No quiero hablarte de mis pedazos ni de mis demonios, creo que eso no encaja aquí, así que vamos a lo que puedo decirte.

Me perdí de nuevo. Eso seguro no es novedad. Es como si en el fondo nunca hubiese dejado de estar perdido, y quien soy ahora es aún peor de lo que era antes. No sé si lo entiendes.
Por un tiempo pensé que esta vez todo iba a terminar bien, parecía que finalmente todo conducía a un mismo camino, pero como siempre, me equivoqué. Ahora paso la mayor parte del tiempo encerrado en mi habitación pensando demasiado y leyendo a escritores que me rasgan el corazón y me abren el pecho de par en par. Supongo, que todavía quedan sentimientos dentro de mí, aunque congelados a pesar del calor del infierno en el que vivo. A esta altura, creo que incluso las paredes de mi habitación ya tienen un concepto pésimo de mí.

A veces salgo a caminar para despejar la mente. O quedo en algún bar con amigos que también tienen problemas, los escucho, pero no comparto muchos de sus pensamientos. De todas formas siempre estaré allí para dar apoyo. Cómo no. Ayudarles en lo que pueda me da un poco de tregua y me hace sentir un poco más presente. Pero esos momentos son como una droga cuyo efecto pasa demasiado rápido, y de regreso a casa me sorprendo pensando en cómo ser un mejor hermano, un mejor hijo, una persona mejor. Soy incapaz de mejorar en algo porque soy un profesional en imperfecciones y el mejor amigo de mis inseguridades. Tengo miedo de morir con toda esa carga encima, y por ese miedo es que me ataca la ansiedad. Aun así, sigo caminando por el sendero de lo que significa la existencia, con las manos atadas y el lado más oscuro de mis pensamientos.

Uno de mis mayores temores es que creas que ya no pienso en ti. En realidad quiero que entiendas cómo me siento cuando llego a casa a las tres de la madrugada, agarro el móvil y abro las conversaciones de un tiempo atrás. Pienso incluso en enviarte un audio aunque odie mi propia voz. Es entonces cuando el miedo me paraliza y me sujeta de las manos y presiona mi cuello para que no pueda decirte nada. Escucho las voces tratando de convencerme de que soy un mal amigo y que debería correr detrás de ti para llenarte de problemas que sólo existen en mi cabeza. Batallo, me detengo y reflexiono. Porque me importa lo que piensas y lo que sientes, y no se me hace justo que cargues con lo que yo no puedo mantener. No quiero que tengas un mal concepto de mí, o por lo menos más del que ya tienes. Al final acaba siendo otro intento fallido de hacer que las voces de detengan.

Quizá algún día lo consiga.
No lo sé.

Espero que seas tú la que me devuelva el alma al cuerpo, porque eres de las pocas personas que conoce mi corazón tanto como mi rostro. Y aunque a veces me sienta como si tuviera dos caras, sabes que ese borrón no es lo que realmente soy. Yo también voy a poner de mi parte, reconoceré mi estado y trataré de cambiar lo que sea necesario. Sé que soy muy emocional, pero también sé de qué pie cojeo. Sé que puedo cambiar mis modales mañana para evitar los errores de ayer. No creo ser capaz de hacerlo solo y seguro en el camino algo fallará, pero necesito saber que a pesar del tropiezo tú todavía estarás aquí. No para hacerte cargo, sino para ayudarme a levantar.

Después de tanto tiempo sigo inseguro de decirte todo esto, de generarte más dudas en el bar de tu rutina (no hay nada más peligroso y humano que la duda), pero necesito dejar todo fuera y ser honesto. Y esa honestidad también me dice que la esperanza está lejos de aquí.
Sé que todo puede mejorar cuando amanezca, pero no creo que mi noche termine tan pronto.
Mientras tanto sigo pensando en cómo mirar a través de tu sonrisa sin que mi mierda manche el azul de tus lágrimas. Soñar no resuelve nada,
pero es divertido fantasear.

Victor.

martes, 12 de diciembre de 2017

Estrella bipolar

La primera vez que me diagnosticaron bipolaridad fue en el año 2010 en España. Antes de eso, en Buenos Aires, presenté un cuadro de depresión mientras cursaba los estudios. Supongo que tuvo que ver el estrés, el alcohol y ver la muerte de una niña de cuatro años a la que acababa de conocer hace poco junto a su madre.
Los cuadros de ansiedad, la jodida tristeza, el poco sueño o el exceso de él, me llevaron a pensar que en realidad no estaba bien de salud, que tendría anemia o alguna cosa así. Fui al médico a que me revisaran el motor y al no encontrarme nada extraño me mandaron a psiquiatría. Yo había escuchado que a los psiquiatras les gusta medicar y que al final te hacen adicto a algún fármaco de por vida. Paso. Como no quería medicarme y no tenía el dinero suficiente para pagar un psicólogo particular, estuve una temporada batallando en silencio, remando sin una dirección fija. En el camino conocí gente maravillosa que me ayudó sin darse cuenta (o tal vez sí) a estar cada día mejor.

Así fue pasando el tiempo, con altas y bajas, siempre de pie, hasta que recaí.
Trabajaba ya como actor (sí, soy actor. Escribo y toco la guitarra, pero no soy ni escritor ni guitarrista), y a la vez iba a cursos libres de filosofía en la universidad pública como oyente (es algo que me gustaría estudiar del todo, pero para mí, no para lucrar de ello, para eso ya tengo mi profesión). Conocí y leí a Hegel, Nietzsche, Kant, Schopenhauer, Cioran, entre otros. Como para no deprimirse… en fin. Ya tendremos tiempo de hablar de la filosofía francesa post-estructuralista tomando un café. Bueno, no me quiero desviar. Como decía, trabajando ya como actor, un día salí de casa y me sentí fatal, como si el suelo se estuviera derritiendo (no, no estaba bajo los efectos de alguna droga) sentía que me iba a morir en cualquier momento y no podía mirar a la gente. Regresaba corriendo a casa donde me sentía, digamos, a salvo. Esto se volvió frecuente siempre que salía a la calle. Para evitar este agobio, me ponía en los rincones de las puertas de las casas y me tapaba los ojos. Trataba de pensar en cosas que no hagan evolucionar ese pensamiento “silla, vaca, árbol, lápiz, mamá, papá, mesa…” me pasaba así un buen rato hasta que me encontraba un poco mejor y regresaba a casa.

Fui otra vez al médico. Me hicieron pruebas al oído para descartar vértigo, al corazón por las taquicardias, pruebas de todo. Y, otra vez, no encontraron nada. El doctor, muy amable, me dijo: -Victor, ¿sabes qué es la agorafobia?- ¿Yo? ¿Agorafobia? ¿Cómo puede ser posible? He viajado solo por mucho tiempo, conozco alrededor de catorce países, he acampado en montañas sin nadie a mi alrededor ¿Agorafobia? Lo curioso es que me dijo algo que me hizo entender su postura: -Victor, quien está enfermo, está enfermo en su casa y en la calle-. Yo sólo me sentía mal cuando estaba en la calle.
Al conocer la noticia, no confirmada obviamente era sólo una hipótesis, me volví a deprimir. Siempre he sido una persona solitaria, pero esta vez era el extremo.
Para ese entonces salía con una chica de nombre María, ella venía a casa y no quería abrirle la puerta, insistía hasta que la dejaba pasar. Cuando estaba dentro de casa era un amargado, sin palabra en la boca. Escribía, sólo eso. Ella se quedaba a mi lado, tan tierna. A veces, en ese silencio de velatorio, me daba por salir a la calle y me excitaba, como si estuviera a punto de tener una experiencia paranormal. María, me acompañaba a caminar, porque si salía con alguien me sentía seguro. Amaba a María cuando caminábamos, como si fuésemos dos exploradores recorriendo la tierra por primera vez. Cuando regresábamos a casa me entristecía un montón, como si toda mi vida se acabara en ese momento y no podría ser feliz otra vez. Entonces odiaba a María, porque me hacía ver un mundo al que no pertenezco, o eso pensaba.
Un día de explosión terminé mi relación con ella. Al irse me dijo: -Tú nunca te has querido, por eso nunca vas a querer a nadie -. Y se fue dando un portazo, como poniendo un punto final sin escribirlo.

No le contaba esto a mucha gente por vergüenza y miedo, porque pensaba que si lo contaba ya no me iban a ver igual, ya no me iban a llamar, que sólo me abandonarían en su lista de contactos. Como un idiota irracional me adelanté a ellos y siempre fui yo el que se alejaba, el que no llamaba, el que se iba.

Un amigo me dijo: -tío, no sé qué te pasa, pero te echo de menos-. Nos veíamos bastante seguido, pero aun así me lo dijo. Eso me hizo pensar en mis decisiones esa última temporada. Esta vez sabía lo que tenía que hacer.
Como ganaba algo más de dinero decidí ir al psicólogo. Charlábamos una vez por semana y me recomendó tener un perro. Entendí lo que me pasaba, más que entenderlo lo acepté. Me acepté.

Estoy mejor, hace muchos años no tengo un cuadro tan grave. Sí que mi humor es bastante voluble pero tampoco doy explicación de ello. Sigo alejándome, sigo desapareciendo, refugiándome tras una pantalla para soltar pensamientos que muchos no entienden, pero eso no me preocupa demasiado. Sigo viajando, sigo actuando, sigo creando y creyendo.
No me voy a detener.

Creo que nunca les hablé de esto, supongo que los siento más cerca.

Todavía le tengo miedo a algunas cosas y por más que batalle no van a cambiar.
Sólo procuro no caer en los pensamientos de siempre: los ojos que ya no te buscan, el golpe después del despegue, mis palabras como un dardo en los pulmones.

Silla, vaca, árbol, lápiz, mamá, papá, mesa…

domingo, 10 de diciembre de 2017

Cuando me sonríes.

Ella amaba a The Smiths,
siempre los escuchaba cuando regaba las flores que teníamos en el balcón.
También decía que si hubiese conocido a James Dean me cambiaría fácilmente por él.

- Sí siguiera vivo ahora tendría 86 años.
- Para el amor no hay edad, tonto.

Adoraba las películas de John Hughes.
Era una chica con alma de los 80`s
que bailaba como Allison Reynolds en el Club de los cinco,
su segunda película favorita.

A veces me despertaba en mitad de la noche de un salto para tomar café,
decía que era un deseo que le surgió mientras soñaba.
Y yo, obviamente,
me sentaba junto a ella en el sofá intentando descifrar el sueño.

Lloraba con películas cómicas mientras todos reían,
le daba mucha tristeza ver cómo se burlaban de los protagonistas.

- Cariño, son actores.
- Eres un insensible.

Vaya conflictos teníamos
cuando mirábamos películas de Jim Carrey.

Ella siempre quiso conocer París
y comprar un libro de tapa dura,
bueno,
ella no tenía un libro de tapa dura,
por eso lo quería comprar,
pero en París.

Veía todas las películas de Disney cientos de veces,
hasta se sabía los diálogos de memoria.
Era hipnotizante ver cómo sus labios seguían perfectamente cada palabra.
Su favorita era una película antigua que nadie entendía,
ni siquiera ella,
y eso es lo que la dejaba intrigada.

Me hubiese gustado conocerla en un lugar más emocionante,
en un cine antiguo, por ejemplo.

Quería darle el mundo,
aunque ella no lo quisiera.

Ella sólo quería todo lo que he mencionado anteriormente,
James Dean, The Smiths y café.
Tal vez era eso,
deseé tanto estar a su lado,
que descuidé lo que realmente le importaba.

Hasta el momento

en que ya no pude más estarlo.

lunes, 4 de diciembre de 2017

No me gusta escribir

Yo no dejé de escribir,
nunca paro.
Es automático,
como si sintiera el efecto de la droga más potente
y destructiva que ha existido,
como morir mil veces y acabar disfrutando de eso.
Lo llamaría "abstinencia de melancolía",
ya que estar contento parece una tarea ardua y casi imposible.
Al menos para mí.
No me gusta escribir.
De verdad,
nunca me gustó.
De hecho,
son pocas las cosas que me gustan hacer.
Nunca quise nada de eso.
Pero soy consciente
que algún día perderé la llave de la vida,
por eso voy dejando copias
en las personas que me prestan sus ojos.
No escribo por amor,
no hay pasión en esas líneas.
Escribo por necesidad,
escribo para seguir nadando en cualquier dirección
que me traiga de vuelta un propósito.
Es algo que va más allá de la razón.
Las palabras me sacan a flote
y me permiten respirar otra vez,
y otra vez,
otra vez.
Siempre ha sido así.
Pierdo el aliento
y vuelvo cuando encuentro el sol en la superficie.
Los garabatos alivian mi asfixia.
No importa lo que pase,
renunciar siempre me pareció más simple,
más fácil.
Pero no soy de las personas que viven en el confort,
ni de las que se convierten en máquinas de centrifugar odio.
Estar triste requiere más de paciencia
que de alma.
De hecho,
estamos llenos de kilos de tristeza,
así que siempre quedará para un día más.
Cuando despiertes,
huye antes de que te pueda alcanzar.
La tristeza quiero decir,
pero tienes que saber que siempre está dispuesta a volver,
la maldita es insistente.
No seas la marioneta del sentido,
sólo relájate
y toma una buena taza de café.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Se equivocan.

La personas se equivocan al pensar que sólo porque no estamos riendo todo el tiempo o no salimos de fiesta los fines de semana, no somos felices.
También se equivocan al pensar que sólo porque no estamos llorando de una forma desgarradora, o no publicamos estados desesperados hablando de lo mierda que es la vida, no estamos tristes.
Y se equivocan, una vez más, al pensar que sólo porque no decimos lo mucho que nos gusta una persona todo el tiempo, o de cuánto la echamos de menos, no lo sentimos.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Hoy me ha vuelto a sonreír.
Nos hemos clavado la mirada dos calles antes de que pase por su lado, como preparando el terreno. Ella comía un helado sentada al borde se su día a día.
Tan tierna, tan suya.
Tiene la piel lisa y de color canela, los cabellos negros y los ojos grandes como una ventana con vistas a un paisaje del caribe. 
Mi rutina entera pasaba por delante, como si estuviera corriendo y sin frenos directo al precipicio que marca el final de la noche.
Era jodidamente feliz.
Sentí que había logrado algo, yo, que tengo tendencia a la derrota.
"La estás liando Victor" pienso mientras las cosquillas del estómago hacían su trabajo.
Cuando he pasado por su lado he sonreído también, y de sus labios brotó un "hola". Levanté la mano y seguí de largo con la tontería de un adolescente que ve porno por primera vez.
Tiene acento de mar,
y yo llevo mucho tiempo sin ir a la playa.
Llegué a casa con algo en el pecho, supongo que es la primavera.
¿Cuál es el siguiente paso?

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Jodido destino:

¿Cómo se te ocurre ponérmela en frente y por donde siempre paso? Y peor aún ¿¡Cómo has dejado que me sonría!? A mí, que me basta un cruce de piernas para enamorarme.
A ver si nos vamos a estar confundiendo de persona y no es a mí a quien correspondía esa sonrisa, tan declaratoria, tan llena de paz en medio de la guerra, tan orilla en pleno mar de gente.

Mira que un flechazo también es una herida, me lo acaba de decir Rafa en una de sus canciones.

A pesar de no creer en los milagros he mirado al cielo como si buscara una respuesta a tan absurdo nerviosismo, ni las estrellas se han atrevido a mirarme y yo con el deseo en la punta de la lengua.
Lo peor de todo es que soy tímido aunque todos digan esa tontería de "los actores no pueden ser tímidos" no hay afirmación más ilógica. En fin, como respuesta a su sonrisa he bajado la cabeza... Ahora seguro pensará que también soy idiota.

Cruzarme con sus ojos ha sido como encontrar agua en el desierto y todavía tengo el vértigo en los pies.
¿Cómo no me fijé antes si siempre paso por ahí?

Jodido destino:
Gracias.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Todo

Todo lo que viví
soy yo.

Los errores
los aciertos
los sueños
las frustraciones
el sí
el no
los amores que terminaron
el amor propio que quedó
los libros que leí
los libros que apenas toqué
mi padre, mi madre y mis hermanos
mi sobrino que está por llegar
el hijo que perdí
mis escritos
mis casi escritos
mi caligrafía bipolar
el espacio entre la parada del metro Alfons X y el subte B
las manifestaciones en la plaza de mayo
la bicicleta por la sagrada familia
la Navarreria y la calle Mañueta
la guitarra con haciendo la calle
los bosques de Palermo
el teatro Belisario y la ENT
Sudamerika hostel
La calle Renan Elías de San Roque
los 11396 días que tardé en escribir esto
los días que vendrán
el amor que era para siempre
el para siempre que quedó en el recuerdo
el amor que me sonrió desde Venezuela
las palabras que me dijeron
las que casi me dijeron
las que dije
mi lado izquierdo de la cama
mis pocos amigos
los que me dieron su amistad y desaparecieron
mi falta de interés por muchas cosas que a todos le interesan
mis tatuajes
mis perforaciones
mis cabellos que cayeron
los que están cambiando de color
mis pecados
mi humanidad
la falta que me hace pronunciar la palabra no
el yo necesito amor de Klaus Kinski
las canciones de los 90s
Montero, Cortázar y Benedetti
mi desapego.

Todo soy yo,
todo lo que he vivido
unidad básica,
microscópica,
de cualquier organismo vivo.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Es necesario tocar el infierno para que lo entiendas.
Es fácil para cualquiera sentarse en una silla y decir que lo sabe todo sobre el abismo, cuando nunca se encontraron cayendo en dirección al vacío que existe dentro de uno mismo.

lunes, 30 de octubre de 2017

He peleado con gente que quiero
y he alejado a todo el mundo en los últimos meses.
Mis días han sido más solitarios que el común.
Dejé de contestar llamadas,
pasé de los mensajes,
no leí el correo,
dejé a la gente lejos
y me aislé de todo.
Salí de casa,
empecé a cuidar de mí,
hice un viaje para darme un tiempo,
luego volví a la rutina,
pasé más tiempo en el ordenador,
apenas abrí las ventanas o encendí las luces,
dormí bastante cuando el insomnio me daba tregua,
fumé menos,
caminé más...
Echo de menos a mucha gente,
pero no la busco para saber cómo están,
espero todos los días que no mueran antes que mi orgullo.
Sólo eso.

martes, 24 de octubre de 2017

No ha dicho que me quiere

No ha dicho que me quiere,
pero cuando despierta me manda un mensaje de buenos días
con una carita sonriente y una taza de café en miniatura.
A mí se me pone la carita de tonto y le respondo con un
mensaje de voz diciendo: -serán buenos cuando te vea-.
-sexy- me responde,
-aunque parece que siempre estuvieras de resaca-
que acompaña con un mono tapándose los ojos.

No ha dicho que me quiere,
pero me manda memes que encuentra en las redes todos los días.
Dice que está creando una carpeta en el teléfono
con varios para poder enviarme siempre
y se me quite un poco lo de viejo amargado.

No ha dicho que me quiere,
pero cada vez que ve algo que le recuerda, o se parece a mí,
me llama asombrada como si se tratara de un caso paranormal.
Nos quedamos hablando de eso un buen rato,
riéndonos como dos adolescentes que se han escapado del colegio,
acaparando todo el tiempo que sea necesario.

No ha dicho que me quiere,
pero dice que cuando me ve sonreír le doy paz.
A mí su sonrisa me calienta como el sol en el verano
como una birra en cualquier bar que tenga vistas a su boca,
como una mañana de domingo donde amanecer es sólo entre sus piernas.

No ha dicho que me quiere,
pero no se molesta cuando le digo que no tengo ganas de salir
aunque a ella le estén picando los pies por bailar,
-está bien- dice, y se aparece en mi casa con una botella de vino,
el pelo alborotado y pantalón de chándal (no sabéis lo hermoso del paisaje)
-bailar, bailamos igual ¿no?
-Los ritmos que tu quieras corazón.

No ha dicho que me quiere,
pero recuerda la fecha exacta de nuestro primer beso
y de nuestra primera pelea
cuando yo no recuerdo ni la fecha de mi cumpleaños.
Y eso me encanta, dice que mantiene el equilibrio,
que es la parte “cabeza” de los dos.
Luego me abraza y nos vamos a celebrar,
cómo no.

No ha dicho que me quiere,
pero está escrito en cada marca que deja en mi espalda
y en los besos que coloca muy despacio sobre mi cuello,
como una firma, como un tatuaje que no duele, que te gusta.
A mí me encanta cuando tiene la lujuria entre los labios
y dice -venga poeta, encuéntrale otro uso a esa boca-.

No ha dicho que me quiere
y no pasa nada.
No tiene que decirlo,

hay palabras que las dices en un abrazo.

domingo, 22 de octubre de 2017

Lo sé.

Sé que hay días que levantarse de la cama es un coñazo, días en que solamente quieres desaparecer del mundo y pegarte un tiro en la sien, días que te levantas y no hay café ni cigarrillos en toda la jodida casa.
Piensas en el pasado, en tus proyectos caídos, en las personas que perdiste. Piensas en todas las cosas que podrías estar haciendo en este momento si hubieses elegido otro camino. Es entonces, cuando te pones a comparar tu vida con la de otras personas y te sientes el ser más desafortunado del planeta.
Y no te das cuenta, creo, que cada persona es un universo.
Todos tenemos nuestros miedos, nuestros pecados, nuestras angustias y ansiedades. Todos tenemos nuestro big bang interno donde se crean planetas y constelaciones, cientos de estrellas misteriosas.
Estás donde tienes que estar.
Has llegado a donde tienes que llegar en este momento.
Hacia dónde vas dependerá mucho de los hechos y de la trascendencia de tu vida pasada y de cuánto estás aprendiendo de la experiencia del presente. Y sobretodo del interés en tu propio universo interno.
No necesitas ser un abogado o un médico, o cualquier otra cosa a la que llamemos doctor para sentirte importante en el mundo. Sólo debes hacer lo que te hace realmente feliz, lo que quieras y elijas tú sin necesidad de que alguien más señale por ti. Aunque te llamen loco y la gente se ría de ti y de tus ideas "locas", o si te sale del coño despertar a las once de la mañana, porque cuanto menos tiempo despierto menos perdedor te sentirás. No importa si nadie te entiende. De verdad, no pasa nada. Puedes quedarte todo el día en la cama si quieres, no por eso serás considerado un vago, un bueno para nada. Haz lo que te haga feliz. De verdad, no te preocupes, todo esto demuestra que eres demasiado complejo para este mundo tan simplista.

sábado, 14 de octubre de 2017

Invertebrado

Ojalá no te acuerdes de lo que dije ayer,
ni anteayer,
ni antes de anteayer.
Que no te acuerdes que pienso demasiado,
que le tengo miedo al fracaso
y que fracaso porque tengo miedo.
Que no te acuerdes que soy impulsivo, dramático, maniático
y muchas veces caprichoso.
Ojalá no te acuerdes que me gusta estar solo,
que no me hace falta nadie,
que soy asocial.
Ojalá no te acuerdes que necesito estar a punto de perderte
para sentir que de verdad te quiero.
Ojalá no te acuerdes de la última noche que estuvimos juntos,
(porque no quiero que sea la última)
No te acuerdes del aeropuerto, del taxi, del "siempre llego tarde"
ni de lo que sentiste cuando me fui sin ti.
Ojalá no te acuerdes que existe el tiempo,
que no te gustan las relaciones a distancia,
No te acuerdes,
si quiera,
que estoy lejos.
Ojalá que no te acuerdes de agregarme a la lista de hombres que pasaron por tu vida.
Que pasarán.
Que pasé.
Ojalá hoy me vieras por primera vez
porque por primera vez soy.
Ojalá no te acuerdes que vas a olvidarme.
Sobre todo eso.

A estas alturas,
por favor,
no esperes que sea coherente.

Me siento estúpido,
pero no me importa.
Quiero creer que todavía tengo una oportunidad,
que todavía puedo arriesgar
y ganar,
que existe el todavía.

Quiero olvidarme de todos los planes que hice cuando me fui de casa la primera vez.
Quiero que estés en mi vida,
que seas mi vida,
porque nunca le tuve miedo a la muerte hasta que te conocí.
Quiero no dejarte pasar,
quiero recordar este momento sólo para pensar "lo logré, lo logramos",
si estamos juntos,
no necesito más.
Quiero que caminemos todos los caminos que quedan por andar,
que bailemos salsa, bachata, lambada, rock&roll
y todas las danzas que existen en el mundo,
que hablemos,
que viajemos,
que leamos,
que tomemos cerveza de pico,
que abras todas las botellas con el mechero,
que nos riamos,
que lloremos,
que nos hagamos cosquillas,
que juguemos a la lucha en el suelo,
que me ensucies,
que me despeines,
que me dejes cortarme las rastas para ponértelas en el pelo,
que nos abracemos,
que tomemos más cervezas.
Joder,
quiero hacerte masajes,
quiero que peleemos y nos reconciliemos pasados cinco segundos,
que hagamos ejercicio,
que follemos 24hs al día,
que me leas el horóscopo,
que nos bañemos juntos,
que volvamos a follar,
que desayunemos, almorcemos y cenemos juntos,
que cocinemos,
que me mientas diciendo que te gusta mi comida.
Quiero dormir contigo
y despertar contigo,
que duermas sobre mi pecho
o dentro de él.
Quiero que hagamos una lista infinita de películas por mirar.
Quiero que corramos y saltemos por los techos tomados de la mano.
Quiero vivir,
que vivamos,
que celebremos la vida.

(Quiero que me saques este nudo en la garganta)

Quiero sentir tu presencia,
quiero escucharte
y que me escuches,
quiero quererte.
Quiero que me presentes a tus padres
y hacerme amigo de tus amigos,
quiero ser tu soporte,
tu compañia,
tu fortaleza.
Quiero admirarte
y que me admires,
que soñemos,
que persigamos los sueños,
que los concretemos
y sigamos soñando.
Quiero
            pertenecer
                                a
                                    tu
                                         universo.

Me siento el campeón mundial de los estúpidos.
Pero no me importa.
Hoy no me importa nada,
nada más que tú.

domingo, 1 de octubre de 2017

No tengo nada que ofrecer.
Bueno, nada que sea tan espectacularmente bueno y emocionante que logre atraerte a primera vista.
De verdad, nada de diferente y especial al resto de humanos.
Nada que te haga decir al conocerme "coño, es el hombre que quiero en mi vida".
Pero poseo una cosa importante y compleja: un corazón del tamaño del mundo
y una voluntad de compartirlo más grande que él.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Tiene los ojos castaños y las tetas de silicona.
Está recostada sobre mi pecho y finge que duerme, me ha dicho que sería capaz de dormir así ocho horas del tirón y se retuerce como los gatos callejeros que se esconden en los arbustos. Mirarla es como ver el atardecer en el desierto, como una taza de café en el descanso del trabajo, como un temblor de madrugada.
Me he pasado la noche dibujando círculos en su espalda con la punta del dedo, a veces se ríe, en otras suspira.

La habitación está en silencio pero la calle está de sábado. Sólo se escucha una fiesta a lo lejos, sonidos de tacones, gente que ríe, algún que otro borracho intentando parar un taxi.

-Papi- me dice con ese acento que suena a un día de lluvia -¿Por qué te tienes que ir? quédate a vivir acá...-  y me clava un beso en el cuello como asesinando el perfume de otras que no son ella.
Sé que me bastaría nueve segundos más para enamorarme de su risa,
otros doce para atormentarme imaginando que le sonríe a otro,
y unos quince para escribir un poema.
-Tengo cosas que hacer- le digo con voz de cinco de la mañana, mezclada con alcohol y nicotina.
-¿Qué cosas?- responde rápidamente.
No supe qué contestar.
Ella se dio media vuelta y nos quedamos en silencio un largo rato.
Sus cabellos le resbalaban por la espalda, y como un padre de mérito otorgado, le cubrí con la manta cualquier señal de piel. Ambos sabíamos que no podíamos estar juntos, que nuestras vidas se encontraron en el camino sólo para aportarnos ese delirio de esperanza, de la no soledad, de la compañía con caducidad programada.

No quise prolongar más ese momento, así que me levanté, me puse los pantalones y encendí un cigarrillo mientras me colocaba la chaqueta porque en la calle seguro sigue siendo invierno. Bueno, y en mi vida.
Me acerqué hasta la cama para besarle la mejilla, pero ella se cubrió entera con la manta.
-No deberías reaccionar así- balbuceo.
-No deberías irte así- sentencia.
Otra vez, no dije nada.
Busqué las llaves del auto, abrí la puerta y salí.
Caminé a paso ligero para alejarme lo más rápido posible, como si me estuviera persiguiendo un perro con rabia o como si me hubiese dejado la llave del gas abierta. Fumaba como un empresario en banca rota y aquel parnaso se alejaba poco a poco del horizonte. Subí al coche, ella encendió la luz de la sala, y me marché.

Esa es mi naturaleza, huir.
Por miedo, por imbécil o por ambas.

No sé quedarme en los lugares que me hacen bien, ni sé mirarme en los ojos de otras personas sin que me asuste mi propio reflejo. Me espanta el hecho de que alguien más pueda sentir algo, aunque sea mínimo, por mí. Me aterra que alguien vea en mí un cobijo cuando yo sólo veo un abismo en cada paso que doy a ningún lugar.
Incompleto, así me siento. Y no porque alguien me falte, sino porque no me hallo del todo.

Sería hermoso caer y rodar cuesta abajo.
Y tropezarme,
sin querer,
conmigo.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Soledad

No sé si es extraño o triste, pero me gusta la soledad.
No odio a todo el mundo, ni odio a mis amigos, ni a los que están o se mantienen cerca de mí. Los amo con cada palabra en sus diálogos, pero necesito estar solo y no espero que me entiendan.
Tal vez soy algo excéntrico, no sé, pero mi cabeza siempre me exige distancia, como una droga que me hace empujar en lugar de tragar.
Necesito el silencio, necesito mirar el techo, las paredes, la ventana. Necesito abrir un libro y señalar con el dedo cualquier página y leerla. Necesito ver los detalles, las texturas, oler mis manos después de jugar en el césped, escuchar cómo el aire entra a mis pulmones, imaginar dibujos en el humo del café.
Necesito ver a la gente un poco lejos.
Necesito la soledad para que pueda ser yo mismo, la necesito y no lo niego, es lo único que me anima a mirar a los ojos de mis miedos, frente a frente.
Necesito estar solo porque la soledad siempre ha sido mi cura.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

La Luna en el río.

Deberíamos irnos mientras todo es bonito. Mientras aún somos felices y dejar en la memoria aquello que nos ilumina. No siempre debemos irnos en los malos momentos. No deberíamos esperar las lágrimas, la desesperación, la soledad. Deberíamos aprender a decidir adiós a las cosas perfectas, o que creemos perfectas, porque cuando menos lo esperas el sol se oculta y llega la tormenta, y no nos queda de otra, sólo observar la lluvia sintiendo una sed terrible. Esperando que todo regrese a la calma,  y la calma la asociamos al nombre de una persona. Pero el teléfono ya no suena, la puerta no se abre, nadie llega. Deberíamos aprender a abandonar algunas cosas sin olvidar el lado bueno de todo. Así estaríamos enteros, pero no, insistimos en quedarnos. Aún no hemos aprendido a despedirnos de los paraísos, pero no olvidemos una cosa: la Luna reflejada en el río no es Luna sino agua.

sábado, 22 de julio de 2017

Cuando era pequeño, me gustaba ayudar a mi madre a escoger el arroz antes de que lo cocine. Lo ponía todo sobre la mesa y escarbábamos con los dedos por largo rato. Ella me decía que tenía que dejar a un lado los que no estaban buenos, que tenía que separarlos bien para que no me duela la barriga de noche.
Desde pequeño mi madre me hizo entender que si algo no me hace bien, lo tengo que dejar a un lado.

Sirve para el arroz
como para las personas.

domingo, 2 de julio de 2017

Ven aquí, a casa.
Cuéntame cómo fue tu día,
lo que soñaste anoche,
si conseguiste terminar de leer el libro de Cortázar,
hablemos de lo hermosa que está la luna hoy,
o no hablemos nada y mirémonos un largo rato.
Pongamos un colchón en el suelo,
veamos alguna película aburrida,
comamos las tonterías que escondo en la alacena,
critiquemos a la actriz como dos viejos gruñones
y riámonos tanto y de tantas formas
que parezca que ser feliz es así de fácil.
Déjame perderme en tus ojos,
hablar de lo hermoso que luce tu cabello desordenado,
robarte algunos besos cuando estés distraída,
pasar mis brazos por tus hombros,
acariciarte la espalda hasta que el sueño te declare la guerra.
Dormir, si quieres, uno encima del otro.

Ven aquí, a casa.
Y deja, que de los motivos para que te quedes
me encargo yo.

viernes, 30 de junio de 2017

Hoy he decidido hablar de ella.
Y no es que eso sea una tarea fácil, no, no, joder, no es nada fácil. Pero vamos a ver, cómo explicarlo, ella es un poco... confusa, de las personas que da un paso al frente y diez para atrás ¿me entiendes? Nunca hablará de lo que siente, y si lo hace, nunca será en el momento adecuado: en una obra de teatro, en la fila del súper, en la parada antes de cruzar el puente... Luego callará por unos días, se apartará de todo y te dejará con la duda de si era cierto todo lo que hablaron o no tiene sentido alguno.
Con ella no existe eso de “equilibrio” todo es al extremo, es demasiado dramática, demasiado feliz, demasiado triste, demasiado todo. Es totalmente impredecible, si esperas algo de ella, que no te sorprenda que haga todo lo contrario.
Pero también es jodidamente hermosa, tiene una risa que me derrite, cuando estoy cerca de ella me siento tan... así.
Ella es un océano y yo una simple gota de agua.
No habla mucho de ella misma, prefiere que te tomes el tiempo en descubrir qué está pasando por su cabeza. Y no es fácil (otra vez). Te dará mil opciones diferentes a las mismas dudas de siempre, y en muchas, no podrás discutir su postura. 
Y cuando hago el tonto ella se pone seria ¡pero en el fondo ella adora las tonterías y le encantan las personas tontas!
Le apasiona todas-las-cosas-que-hace, y no sé exactamente porqué, pero cuando estoy a su lado me apasiono también por las cosas que hago, me vuelve mejor persona joder, a mí, que siempre fui un jodido ogro ermitaño. Ella cree en los seres humanos y piensa que nadie es malo a conciencia, y eso es algo que admiro de ella porque yo pienso que vivimos en el puto infierno.
Siempre está en crisis y no vas a llegar a entender del todo todas sus locuras.
Me asusta, me encanta, es compleja, incompleta, parece que todo el tiempo va perdiendo partes de ella por ahí. Si fuera como un puzzle sería más fácil, un poco de tiempo, paciencia y dedicación sería suficiente, pero está muy alejada de ser un puzzle, está más cerca de una pieza de museo de arte contemporáneo, la nueva performance, que no se entiende un carajo vamos.
Es una sinfonía de Mozart que nunca se tocó, la idea que se quedó en el aire en la cabeza de Einstein, la frase que Shakespeare se olvidó de escribir. Aparentemente todas estas cosas no hacen falta para el hombre, pero si hablamos de ella, es necesaria para hacer de este planeta un lugar mejor. 
Ella me genera muchas veces una profunda nostalgia, y pienso que en cualquier momento se aburrirá de mí. Luego me ve, me abraza y dice “tengo ganas de llenarte entero de besos” y vuelvo a caer en sus brazos. Aunque caer es sus brazos no sea caer, sino echar a volar.
Ella es un caballo, un campo minado, a veces tengo la impresión de estar lidiando con un ejercito entero, y luego, cuando la veo bien, es tan pequeña, tan frágil, tan, tan... coño... y oigo su respiración cuando me manda mensajes de audio o me llama por teléfono, y por encima de todo es el mundo donde quiero vivir.
Ella es un problema, un gran problema, hace temblar mi estructura y me cambia el horizonte.
Ella es agridulce, a veces parece que anda perdida por la vida y otras veces responsable de más. Es de las personas que no se queda conforme en un sitio y sale a la búsqueda de otro cielo iluminado, a ella le encanta eso, buscar un sitio donde se sienta cómoda, buscando su lugar, su espacio.
Después de todo es simple, digo, en esencia, ella es imposible, debe ser por eso que me gusta, es todo.
No entenderla finalmente, saber qué decirle en el momento adecuado o qué no decirle, conocerla del todo es muy poco probable, ella es un poco bastante desastre, perfecta para mí.
Mi plan con ella es simple... no joder, no tengo en realidad un plan. 
Ella debería venir con un manual, ya sabéis, algunos consejos, unos tips, pero bueno, una persona apasionada por las tonterías, con una habilidad peculiar de confundir a la gente y tiene buena actitud ante los desastres, ya me tiene ganado.
Es todo lo que significa ella lo que me hace verdaderamente feliz.
Si pasas un día con ella no vas a entender ni el uno por ciento de lo que estoy diciendo. Joder, es que ella es un libro inacabado, la parte “tachan” de la historia, ella acaba conmigo, me siento totalmente desprotegido, literalmente es mi kriptonita. 
Ella está hecha para mí.
Sólo que no sé cómo decírselo.

jueves, 22 de junio de 2017

No estoy seguro del porqué me acuesto en la cama tan temprano cuando podría estar haciendo miles de cosas por ahí.
No estoy cansado.
Es muy difícil que me entre el sueño a esta hora. Pero siento la necesidad de quedarme acostado en la cama mirando el techo por un rato.
Sin música, sin luz, sin ruido.
De verdad, no tengo sueño.
Tal vez haya encontrado un lugar donde puedo renunciar a todo sin que nadie me vea, escuche o sienta.
Ni siquiera yo.
Estoy haciendo muchas cosas a escondidas de mí.

viernes, 19 de mayo de 2017

Hoy

Hoy firmaron la paz Corea del Norte y Estados Unidos.
No habrá guerra.
Hoy el cambio climático fue a mejor
y los animales danzan celebrando la vida.
Hoy la gente dejó el teléfono en su casa
y por las calles las personas se miran y hablan como antes.
Hoy en los noticieros no se escuchaban desgracias
y en la lista de la compra se anotaba pura comida sana.
Hoy Venezuela acabó con Maduro.
Se acabó la opresión.
Hoy se venden cada cinco minutos cien libros,
los poetas beben en los bares,
lo músicos tocan en la calle,
la gente baila al rededor de una fogata,
se acabó la delincuencia,
adiós a la pobreza,
los ciclistas andan tranquilos
hay amor en las familias...

En fin.

Hoy,
ella me besó.

domingo, 14 de mayo de 2017

Mensaje no enviado

Nota 1.

- Te fluye tan fácil la poesía...
- La poesía no fluye, la poesía explota. Explota cuando se tiene algo con qué colapsar. Y yo constantemente tropiezo contigo.

Es domingo,
un día difícil.

No  quería levantarme de la cama, llevo una temporada con mucho ruido en la cabeza: estrés, duermo mal, escribo menos y esta estúpida manía de morderme las uñas como si estuviera buscando algo debajo.
He sacado una mano por la sábana y he pillado el teléfono por si había algo nuevo, cualquier cosa que me dé un poco de impulso. Bueno, en realidad para ver si habían noticias tuyas. Nadie había escrito, tampoco habían llamadas perdidas. Así que dejé el teléfono sobre la mesilla y me cubrí hasta la frente como si la sábana fuera un escudo protector contra el mundo.
Como un libro,
como un círculo dibujado con tiza en el suelo.

No funcionó del todo, resulta que la sábana no te protege de la memoria.

Me tuve que levantar.

Bueno,
eso.

PD: Cuando estoy contigo me siento igual que cuando puedo irme a dormir sin poner el despertador. Desde que no estás, no sabes lo difícil que se me hace conciliar el sueño.

martes, 9 de mayo de 2017

Julia

Dicen, que una abuela es dos veces madre
y yo con ella me siento otra vez hijo.
Además que lo fuimos cuando nos cobijó en su casa
en una época donde más lo necesitábamos,
y suplió a mi madre en las actuaciones del colegio
los días que se quedaba trabajando hasta tarde
para darme la sonrisa que ahora tengo.

Mi abuela es diversión,
es una carcajada tierna cuando la escuchas pronunciar el inglés,
o cuando baila las canciones que pongo en el auto.
Es una narradora de historias familiares
y tiene el poder de hacerme viajar al pasado
sin necesidad de una máquina del tiempo.
Es un árbol de navidad y un “aguadito” de pavo,
un abrazo donde dormir,
un sitio donde huir
un recuerdo de aquella herida en la pierna que curó
cantando una canción y pasando su mano por mi pelo.

Mi abuela también es el desayuno del “pan con lomo”
y el café  con azúcar moreno.
Es el almuerzo a las doce,
el todos a la mesa,
el come que estás muy flaco,
el abrígate que hace frío,
el siéntate derecho,
el estás pálido
y ven que te tomo la temperatura.

Tantas cosas que podría decir...

Y sé que esto no lo leerás por ti sola,
porque las tecnologías no son parte de tu vida.
No te pierdes nada nuevo abuela,
es sólo que las cosas cambian.
Lo bueno es que no todas,
algunas siempre estarán en el mismo lugar,
como mis recuerdos de la infancia en Renán Elias 148,
o los años de ausencia en una nota que me dejaste
en un papelito de tu agenda antes de volverme a ir,
donde pusiste:
“llámame si necesitas algo,
te quiere,
tu abuela Julia”

Soy muy malo hablando las cosas,
por eso las escribo.
Pero yo también te quiero,
tu nieto,
tu hijo,
Victor.

PD: Tengo que ir a verte, no me olvido.

lunes, 1 de mayo de 2017

Abro y cierro tu conversación del whatsapp esperando
ese mensaje que me vuelva a acalambrar el vientre.

Te hablo a ti chica del pelo encendido
y ropa colorida.
A ti,
que dices nunca ser la inspiración de nadie,
hoy me tienes bailando al rededor del maldito teléfono.

He pensado en mil maneras de iniciar un acercamiento mas allá
de cualquier intento desesperado de buscarte las cosquillas.
Tropezando en cada intento:
me pongo serio,
elegante,
gracioso,
caballero,
histérico,
fuerte,
me pongo de todo menos tus manos sobre mi cuello erguido.
Lo que daría por sentirte respirar cerca
mirando mis ojos cristalinos
de tanta emoción.

Calmo mi instinto primitivo,
ese que te pillaría de los pelos para matarte a besos
mientras jugamos al cazador y la presa.
Ese que te quitaría las bragas para colgarla en el pomo de la puerta
y que nadie en este mundo se atreva a entrar a la habitación
porque declaro con el pecho abierto la tercera guerra mundial.

Todo el día buscando la forma de hacerte reír.
¿Tú te has visto reír?
Joder, puede compararse con cualquier amanecer,
digamos en mi cama por ejemplo.
O con esas noches donde todo te sale bien
y te pasas de vueltas con el deseo.

Aquí estoy,
mirando de reojo el maldito teléfono,
vibrando en cada mensaje que no es tuyo.
-Escríbeme si te gusto un poquito- me repito en voz baja,
no sé en que estúpida película lo vi.
Al sujeto le funcionó,
claro, de momento, este no es el caso.

¡Estás haciendo el capullo! Me dice la cabeza,
¡No hagas caso! Repica el corazón.

Voy a esperar diez minutos más
sino, apago todo y me voy a dormir
y a la mierda con la autodestrucción.

Tic, tac,
tic, tac...

¿Me escribes o qué?

domingo, 30 de abril de 2017

Con las ganas sobre la piel

- ¿Ya estás llegando?
- Sí, en cinco minutos llego.
- Vale, estoy preparando unos bocadillos, debes estar con hambre.

Muchas veces me pregunté si merecía tanta atención.
Si era justo volar entre esas nubes de cariño
cuando pronunciabas con adjetivos mi nombre,
mientras te acomodabas el tirante del sujetador
que caía suavemente por tu hombro.
Como dándome un premio,
como si hiciera las cosas bien.

Tus ojos me decían claramente que sentías también esa duda.

Llegué a casa,
estaba cansado, hambriento y necesitaba con urgencia una ducha.
Y tú, ahí,
con la radio de fondo bailando descalza
como si el mundo importara una mierda,
con una de mis camisetas que te quedaba como un vestido de diseño,
con ropa interior blanca que dejabas ver cuando te empinabas un poco
y como una corona autoproclamándote reina,
un moño en el pelo que mostraba lo fácil que es perderse en tu cuello.

El hambre y la sed cambiaron de dirección,
era a ti a quien quería devorar ahora.

Los bocadillos pasaron a un segundo o tercer plano,
así que me lancé como un vampiro
apresando con mis manos tu cintura,
soplándote la nuca para formar huracanes con la lengua.
Te sacaste la camiseta y tu piel brillaba
como un deseo enterrado entre los labios,
-supongo que esto debe ser el cielo- susurré cerca de tu oído
y me plantaste un beso en cada ojo.

Los siguientes minutos se cargaron
del ingrediente necesario,
jugando al twister con los sueños,
al despiste con el olvido.

Después del ritual que practicamos tan bien
volví a acordarme de mí,
-¿Nos duchamos juntos?- pregunté
-Claro- respondió.
Poca ropa otra vez.

Nos sentamos en el sofá,
los bocadillos sobre la mesa estaban listos.
Toda la provocación fue premeditada,
lo sé.
Y me encanta.

- ¿Comemos?
- Sí, muero de hambre. Por cierto ¿cómo estuvo tu día?

lunes, 17 de abril de 2017

Ojalá
ser la inspiración de tu talento
el movimiento perfecto de tus manos
el tesoro sumergido en el lado izquierdo de tu pecho

Ojalá
el Dios de tu universo caótico y extraño
la foto de tu fondo de pantalla
el tic tac de tus tacones a las tres de la mañana

Ojalá
ser el tan soñado
el prometido en palabras de tu madre
el predestinado en el Tarot de los domingos

Ojalá
la piedra más preciosa de todos tus anillos
la carretera de tus medias escondida entre tus bragas
la emoción calurosa de la ducha

Ojalá
ser el libro más raro de tu estantería
el objeto más valioso debajo de tu cama
el póster que decora tus paredes

Ah... Ojalá
entre todos en el mundo
tu elegido.

domingo, 9 de abril de 2017

Matemática pura

Contigo,
divido la cama y las sábanas.
Una mitad para cada uno,
con derecho a dormir en el mismo lado
si las ganas te aprietan la cintura.

Divido las compras,
la pasta de dientes,
las cervezas.

Divido,
también,
mis historias de tres de la mañana
cuando no puedo dormir,
mis planes a corto plazo
y mis sueños cuando salto de beso en beso
por tu espalda.

Divido mi sonrisa
y mis miedos,
mis logros
y mis fracasos.

Divido mi vida.

Lo único que no divido es el corazón.
Porque eso,
cariño,
no tiene cómo dividirse,

ya
     es
          enterito
                        tuyo.

lunes, 3 de abril de 2017

Cuando te fuiste me quedé temblando.
Me pasé muchos días así.
Pasaba largas horas sentado en el sofá
que daba a la pequeña ventana de la terraza
intentando descifrar todos los silencios
que llegaron sin ti.
Una casa que parecía más un cementerio
que el jardín de amapolas cuando se te daba por correr desnuda
las veces que se malograba el aire acond
icionado.
Me dolía más la idea de pensar
que te fuiste por mi culpa,
por las veces que no quise levantarme a apagar la luz
a pesar de que era mi turno,
o por las veces que me dejaba la barba larga y sin forma,
o si odiabas en el fondo mis tatuajes
que no tienen explicación alguna como te hubiese gustado.
Podía haber dejado de lado el drama y el orgullo
y pedirte que no te vayas
que por favor te quedases,
que podíamos intentarlo todas las veces que sea necesario
hasta que el corazón ya no aguante.
Pero decidí dejarte ir,
correr el riesgo,
aceptar que la habitación no sería la misma,
ni la cama esa nube donde subía a dormir
cuando se llenaba de tu aroma.
Preferí esperar a que regreses por ti sola.
Cosa que nunca pasó.
Tenías un acento extraño y agradable
como oír a los pájaros en la gran sabana,
lleno de muletillas, lleno de amor.
Me encantaba.
Tu voz calmaba cualquier preocupación
que tenía dentro de mí.
Tenías el poder de hacerme sentir la persona más segura
de todos los peligros que existen allá afuera
incluso con tu 1.60 de altura.
Sabías cómo hacerme sentir cómodo.
Siempre lograste que creyera en ti,
en tus verdades,
o verdades a medias.
Claro que creería en ti,
sabías usas las palabras exactas y con eso bastaba.
Y me dolió saber que ya no se oiría tu voz,
me dolió que ya no vibrara el teléfono con tus mensajes,
me dolió no sentir más los nervios de saber que me esperabas en casa
como la primera vez.
Ya no existiría una primera vez.
Cerraste todas las puertas cuando te fuiste de casa,
las literales y las poéticas.
Tú que siempre hablaste de verdad
me hiciste ver una mentira.
Lo que antes dolía,
te juro,
hoy no dolerá más.

domingo, 26 de marzo de 2017

Cuando llegues

Cuando llegues,
no hace falta que golpees la puerta,
la dejaré entre abierta para que entres sin llamar.
Por favor,
no te asustes con el desastre,
no he terminado de organizar todos los sentimientos,
sería genial que me ayudes con eso.

Cuando llegues,
hazme compañía,
llévame a conocer lugares nuevos,
como si nunca te hubieses ido de casa.
Hablemos tanto hasta que se nos enreden las lenguas,
inventemos un nuevo abecedario.
Vivamos cada momento y olvidémonos de las fotos.
Así que por favor, guarda la cámara.

Cuando llegues,
me gustaría bailar contigo en la calle,
bajo la lluvia y de la forma que prefieras,
yo seguiré tu ritmo,
incluso si bailamos el silencio.

Cuando llegues,
hazme saber que también me estabas esperando,
que todo sea recíproco.
Ten en cuenta mi pasado cuando me mires a los ojos
buscando tu futuro,
Sólo, respeta lo que fui.
Respeta mis miedos y mi dolor,
no importa que no los comprendas.

Pero por encima de todo,
cuando llegues,
dame lo que otras no me dieron.
Así,
quizá,
pueda volver a creer en el amor.

lunes, 13 de marzo de 2017

Me importa muy poco si has despertado con el pelo alborotado,
si tienes la marca de las sábanas en la mejilla
o si la noche anterior te olvidaste de quitarle el esmalte a tus uñas.
De verdad,
me es indiferente el color del carmín en tus labios porque te los voy a morder igual.
Y ni hablar de cómo te queda el vestido,
o del "mira que estoy más gorda y la ropa ya no me sienta bien"
tu espejo y yo nunca estaremos de acuerdo.
Así que ya puedes arrojarme tus tacones al pecho,
deslizarte las medias,
quitarte las bragas
y meter todo en el tercer cajón de tu armario
junto con esos collares que me molestan a la hora de lamerte el cuello.

No me importa nada de eso.

No lo digo a mal,
sólo que mi vista está enamorada de tu iridiscencia.
Prefiero disfrutar de tu espalda desnuda mirando por la ventana,
sosteniendo con las manos la taza del café,
mi vida haciendo clavados en las cataratas de tu pelo.
O cuando te giras y me das pequeños besos en la mejilla,
y susurras cerca de mi oído "te espero para comer"
como una orden otorgada de tu acento extranjero,
es ahí,
o sobre todo,
que quiero seguir tus huellas de camino a casa,
manso e indefenso
los días que estoy peleado con el mundo,
apagando la bestia que llevo dentro.
Entonces me encuentro en la cima del rascacielos con el vértigo de todo lo que significa estar contigo.
Y es que cuando invoco a tu sonrisa y me señalas pidiendo meter tus manos por debajo de mi camiseta los días que me alío con el invierno,
y rosas mi cintura para calentar las nubes de tus dedos,
me dejas flotando por los rincones de los sitios que me faltan conocer.

No es que sea despistado
(que también)
y no me fije en tus detalles,
pero es que todo ese interés inicial en tu apariencia ya pasó
y ahora ya no es tan importante para mí.
Te juro: estoy completamente loco por la mujer que eres y serás,
sólo me quiero sincerar
y que entiendas que no toda mi atención se centra en el "Prêt à porter" de tu día a día.
En realidad me gusta cuando estás desnuda y te vistes con mis manos, y en los minutos previos de entregarte al sueño me dices
-esto es lo que soy toda mía y cuando quieras, toda tuya-.
Eres perfectamente imperfecta,
y con toda certeza,
la mujer que quiero ver cruzando el salón de casa,
abriendo de puntillas la alacena buscando algo que comer
mientras gritas lo irresponsable que soy con los niños que te llaman mamá.

domingo, 19 de febrero de 2017

Abro paréntesis

Pienso en buscarte.
Estoy claro,
y porque es domingo.

-Abro paréntesis-
Los domingo son terribles,
las resacas necesarias,
el ibuprofeno imprescindible,
la nostalgia... bueno, la nostalgia.
-Cierro paréntesis-

Busco entre mis contactos tu número, sé que lo borré pero igual te dio por regresar una noche de puntillas a mi habitación mientras dormía para meterte sin permiso en mi agenda.
No, no estás.
Pongo en Google tu nombre y aparece tu instagram, no logro verte, tienes la cuenta cerrada y sólo pueden verte tus amigos
y yo no soy tu amigo,
ni tengo instagram.
Abro el Facebook y dejo un escrito absurdo sobre la distancia en mi muro, es en realidad una excusa para decirte que estoy aquí.

Me enfado y apago el ordenador.

Miro por la ventana y sigo sin entender algunas reacciones,
me justifico.
Mi cabeza es un bucle, una fábrica vieja de colchones, un hígado con hepatitis.
-Soy diagnosticado bipolar, no pasa nada- me susurro mientras me acaricio el brazo buscando la ausencia de mi casa.

No encuentro razones para no seguir intentando.

-Abro paréntesis-
En este punto no sé bien si te busco a ti, o me estoy buscando a mí.
-Cierro paréntesis-

Pongo en la radio las canciones que te gustan, todos los cantantes siguen hablando de ti.
Respiro profundo y en apnea intento decir tu nombre hacia  dentro, para guardarte en mi lado oscuro.
Las piernas son, cómo decirlo, prolongación de lo que me faltas.
Subo el volumen con la esperanza de que escuches la música. La esperanza es una mierda, no sirve ni para bailar claqué.
Tengo una idea y vuelvo a encender el ordenador, abro el Facebook y comparto una canción, de nuestras preferidas, en mi muro.
Espero, con la misma impaciencia que espero el café por las mañanas, alguna noticia que me ponga "el estómago blandito".
En mi cabeza aparecen tus manos escribiendo en el teclado una parte de la canción en tu muro.
-Será una señal, lo sé- me vuelvo a susurruar.
Pasan las horas y no pasa absolutamente nada. Odio la nada. Borro muy enfadado la canción de mi perfil y cierro con rabia el portátil.

Una inefable tristeza se apodera de mí.
Sólo quiero saber...
Si has desayunado zumo de naranja con café, si piensas comer pizza a la tarde buscando alguna película en Netflix o ver algún capítulo de esa serie que tanto nos enganchó. Si saliste a correr y te pusiste las zapatillas con los calcetines de dibujitos raros que tanta risa me daban. Joder es que es domingo y es bueno que ahora revises nuestras conversaciones o veas alguna foto donde sonreír no nos costaba tanto.

El querer saber es un autocastigo que me pongo porque sé que no tendré noticias tuyas.
Cuando te fuiste de casa, antes de cerrar la puerta me dijiste: "Tú nunca te vas a querer, por eso nadie soporta estar contigo".
Y tenías razón, a veces ni yo soporto estar conmigo.
Y eso que es domingo y hoy seguramente comeré pizza y me ahogaré en la fantasía de las piernas de otra mujer a la que seguramente le escribiré un poema pidiendo que vuelva por mí.

Cuando me deje.

https://www.youtube.com/watch?v=LcsTb_ffxz8&app=desktop

martes, 14 de febrero de 2017

La RAE define al vértigo como: "Sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona".
Parece que los académicos de la RAE no saben lo que es subirse a un avión a treinta mil pies de altura.
No por la altura en sí,
sino por sentir desde el jodido momento del despegue la ausencia de tu boca.
Señores/as de la RAE, la definición de vértigo es justamente al revés.
Ya les vale.

viernes, 3 de febrero de 2017

Elefante

No puedo, ni debo llamarte.
Me repito cada vez que doy un brinco para bajar de la cama.
Mucho menos ir a tu casa,
darle golpecitos a la puerta,
esperar a que me recibas vestida con tu pijama otoñal
y decirte,
con el alma rota,
lo mucho que tu voz de niña malcriada
y caprichosa hace falta en mi rutina.

No le puedo hablar de ti a mis amigos,
ni mencionar tu nombre con un grito
cuando el recuerdo viola mi memoria.
Tampoco dar señales de que te echo de menos
en los lugares que frecuento.
Mucho tiempo ha pasado y todo el mundo cree,
(el mundo siempre corriendo más que yo)
que ya te olvidé
y que eres tema cerrado.

Es verdad,
di la media vuelta y seguí caminando.
Pero guardé el libro de nuestra historia
porque sabía que de vez en cuando
volvería a sus páginas sólo para sonreír al recordarte:

-Mira cariño, aquí me hacías cosquillas en el estómago
cuando me dabas besos en los brazos-
-Acá estás bostezando y yo respiro a tu lado,
como si el aire que te sobra lo necesitara yo para vivir-.

Sé que no vendrás a buscarme
y está todo bien.
De verdad,
está todo bien.
Entiendo e imagino que estarás saliendo adelante,
buscando tus puntos de apoyo,
intentando reconocerte en otros labios.

A veces me late una necesidad absurda de llamarte
es todo,
preguntarte cómo estás,
qué tal llevas los inviernos en la cama,
cómo sufres los veranos sin mojarte.
Pero luego me cae la realidad como una cubeta de agua fría
y asimilo que tu vida ahora
ya no tiene nada que ver con la mía.
Y seguramente saber de mí ya no da tanta ilusión como antes.

No te satisface.
No te fagocita.

Un día de estos,
te juro,
arranco las páginas y cambio de libro.
Me compro otro y te olvido,
porque sí,
porque quiero.

Primero te olvidaré por uno o dos meses,
hasta que con el tiempo te olvide por uno o dos años.
Luego compraré una casa grande,
haré añicos la madera,
correré de los columpios,
dormiré con los conejos...
qué sé yo.


Memoria de elefante me llamabas.

[Ilustración: Inma Vegas Delgado]