lunes, 30 de noviembre de 2015

METAFOROSEÁNDONOS

El día que te vea nos va a faltar mundo para correr” pienso mientras apuro el cigarro, salgo del coche y aprieto el botón de la alarma.
Son las tres de la tarde.
Abro la puerta de casa y meto las llaves en el bolsillo.
-Hola- Me dicen todos, yo muevo la cabeza y me siento en la mesa. Están hablando de un programa que han visto en la tele. Al parecer fulanita ya no está con el español y éste le manda mensajes a través de la pantalla. No puedo conseguir, por más que intento, seguir el hilo de la conversación, así que me pongo algo de comida en el plato y saco el móvil para ver las fotos que me enviaste el otro día que hablamos.
Estás preciosa, digo en susurro.
-¿Tu novia es española?- Me interrumpe una voz aguda volviéndome de golpe a la mesa.
-Sí- respondo, -Aunque es catalana en realidad- continúo. Todos ignoran el resto de la información.
-¿Y cómo es?- vuelve a preguntar la voz aguda.
Me quedé mirando un punto fijo.
-¿Has visto alguna vez el atardecer en la montaña o cómo sale el sol detrás del mar?-
-Sí- Me responde convencida.
-Pues imagínate ambas cosas a la vez y no tendrás ni un aproximado- Seguí comiendo y regresé la mirada a las fotos.
-Dime más- insiste la voz aguda, y yo sentí la necesidad de mojar mis labios en tu boca:
-Imagínate un sueño en el campo, una brisa como una caricia suave que recorre tu rostro, un árbol de hojas verdes y fuerte raíz. Imagínate una mañana con olor a café, unas tostadas en el sofá, una terraza en un cuarto piso en Barcelona. Imagínate unos labios gruesos, unos cabellos rubios de cascada, unos ojos azules como el mar. Imagínate que te cogen dócil por el cuello unas manos firmes, que muerdes unas costillas de terciopelo, que metes la lengua en una bolsa de nubes de azúcar. Imagínate un cuadro de Klimt, la melodía previa en la cabeza de Beethoven, un lápiz entre los dedos de Beckett. Imagínate la inspiración en todos los artistas. Imagínate el recuerdo de tus días felices hecho humano. Tu presente, tu pasado y tu futuro jugando a la soga en el patio del recreo. Imagínate poder cometer un pecado, ver un milagro crecer en el vientre, trepar una entrepierna como si fuese una montaña y que sientas que allí siempre quisiste estar. Imagínate que te pasen la lengua por los dientes, que escuches unos gemidos y sientas la música, que se te infle el pecho ¿entiendes? No de aire, si no de paz-
La voz aguda se quedó en silencio, yo le miré fijamente unos segundos.
-Suma todas esas cosas y no tendrás ni un aproximado- concluí

y regresé la mirada a las fotos.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Quiero decirte que...

Es primavera pero la ciudad no deja de ser gris.
Y que el sonido de las bocinas de los coches,
la gente que consume carteles en grandes centros comerciales,
los ciudadanos de abecedario,
los pocos carriles bicis,
el mar del pacífico que baila enfurecido,
la ciudad limpia,
las calles sucias,
los pocos niños que quedan jugando en la calle,
los extranjeros asustados por personas que visionan el futuro,
la mirada tierna de los de provincia,
el pueblo que ama la naturaleza,
los perros que buscan la basura,
el seguridad que te pide documentos para no molestar a los de arriba,
las montañas a lo lejos,
los cerros vestidos de casas,
las calles de colores de Barranco,
el opus dei,
el chico tatuado,
los grandes teatros,
los pequeños colectivos,
los borrachos famosos...

Todos me pregunta por ti
y yo ya no sé qué contestar.

Supongo que eso tienen las chicas guapas:
que se hacen esperar.
Y no le queda más remedio al macarra de turno
que creerse súperhéroe

y seguir salvando a esta latinoamérica del sin ti.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Al borde de tus precipicios.

Las tardes suspiraban esperando el encuentro
como quien esnifa una raya de cocaína
para sentirse duro y creer que tiene la situación controlada.
Una pérdida de tiempo constante
en el tic tac de unos tacones que nunca terminan de llegar.

Miro resignado las calles.

Giro las esperanzas por si cruzas las esquinas distraída
con mis manos desolladas en tus bolsillos
y me devuelvas,
por favor,
las miradas de tus ojos que ya no lloran
por este cuerpo demacrado que flota en el alcohol.

Te mando señales de humo en cada calada del cigarrillo
por si te da por mirar el atardecer por la ventana.

Yo ya no te comparo con el sol.
De él tengo la constancia de la madrugada,
de ti ya no espero ni el anochecer.

Ni la más áspera caricia de entusiasmo
calma mi sed.

He llenado la despensa de la cocina con tus lunares
y sigo jurándome poeta sin tus dientes mordiéndome el ombligo.
Como si fuera fácil desprenderse de un sentimiento
que todavía arde dentro de mí.

Me distraes y me alejas de todo lo material.

Gracias por este sueño que quizá nunca termine,
pero es lo único que me mantiene con vida.




viernes, 6 de noviembre de 2015

Reflexiones de un día cualquiera

Sólo quiero besarte por la mañana,
tomar café con tostadas mientras hablamos en el sofá,
que nos hagamos cosquillas como niños,
que nos liemos un cigarrillo y leamos algún libro que nos hayan recomendado.
Sólo quiero pasear en bicicleta contigo
y que nos sentemos en cualquier parque hasta que el frío nos queme por dentro,
lamerte el cuello como si fueras un helado de vainilla
y quedarme ojiplático cuando te cuelgue por el hombro el tirante del sujetador.

Sólo quiero que te rías de mí
conmigo.

Sólo quiero ver las marcas de tu cara en mi pecho después de la siesta,
que me digas “es muy tarde y no hemos hecho nada”
y te lances a abrazarme como si el fin del mundo estuviera llamando a la puerta.
Salir corriendo y despedirnos en la esquina,
girar para ver cómo nos alejamos,
(yo no podré evitar mirarte el culo, no sé tú...).
Que nos enviemos mensajes cursis,
pasar a recogerte donde estés para liarte a cervezas,
jugar con tus dedos,
saltar en los charcos de la lluvia.

Sólo quiero que bailemos en la habitación
mientras afuera el mundo sigue con lo suyo.

Y que esperemos el amanecer en la cama.

Vamos, nada serio.


domingo, 1 de noviembre de 2015

He perdido todos los verbos en primera persona
en las conversaciones que mantengo con los pocos amigos que me quedan.
Ellos ya ni me escuchan,
yo tampoco los miro.
Sólo nos queda ese compromiso irracional
de tener que soportarnos,
quizá porque en ese común estamos destinados
(unos antes que otros)
a pasar por lo mismo.

Y a mí me sigue jodiendo que otros me vean llorar.

Así que cuando les conté que te vi,
que caí en el error de seguir creyendo que volaba,
lo hice sabiendo que mis lágrimas mancharían
de mierda el tiempo que me costó olvidarte
sin tener una copa en la mano.

(Bebía para no tener que nombrarte,
bebía para vomitarte en el retrete de cualquier baño
y así no ahogarme con tu nombre).

Pero lo acepté,
no podía seguir con esa pena taladrándome en el pecho.

Y es que con el tiempo he aprendido a aceptar muchas cosas:
mis malas decisiones, que no toda la gente es sincera (incluso yo)
y a todas las personas que me hablan de ti.

Les conté que estabas mojada por la lluvia,
que estabas más delgada
y que los años se siguen olvidando de tu piel.

Les conté que te vi sin mascaras ni adorno,
sin forma,
sólo con el fondo.
Con mis nervios como sonrisa,
mis ojos como alertas.
Que te vi llegar otra vez,
hasta adentro,
hasta donde duele.

Les conté también que tú ya no eras tú,
que no eras la chica de los vestidos,
que tu cuerpo ya no flotaba,
que vestías vaqueros apretados,
que parecía que todo en ti estaba apretado.
Que ya no olías como antes,
que olías a otras cremas,
otros perfumes.
Que ya ni siquiera eras tan rubia.
Que al pasar de las horas en aquel bar
tu pelo ya no era una cascada
sino una ola que se alejaba al bajar la marea.

El pasado quedaba en el recuerdo
y el presente ya era otro,
otros,
no yo.

Les conté que mi bicicleta sirvió de carruaje,
que tus manos me acariciaban,
que yo pedaleaba intentando reconocer el camino.

Les conté que te volviste a meter en mi cama,
que una semana entera nos estuvimos escribiendo deseando
que llegue ese momento,
pero que tú ya no eras tú
y yo ya no era yo.

Ellos se callaron
y yo rompí a llorar.

Sentí una mano en el hombro que yo acompañé con un gesto de gentileza
y de alivio.
-Estoy bien- dije con la voz rota.

Les conté que te quedaste a dormir,
pero que no dormimos.
Que nos confesamos el tiempo,
que busqué reconocerte en mis brazos,
que tú luchaste por encajar en mis hombros.

Que volvimos a follar
porque ya no recordábamos eso de hacer el amor.

Les conté que desayunamos en el bar de la esquina,
que planeamos un viaje y que ella me dijo:
Nos vamos a enamorar.
Que yo soñé con esa frase.
Que me despertó otro instinto.

Pero ella ya no era ella
y lo más probable
es que yo ya no sea yo.

Así que caminamos unas calles más juntos,
nos dimos un último beso en la esquina,
(regresó el frío)
y ella volvió a seguir con lo suyo,

y yo volví a meterme en lo mío.