miércoles, 18 de noviembre de 2015

Al borde de tus precipicios.

Las tardes suspiraban esperando el encuentro
como quien esnifa una raya de cocaína
para sentirse duro y creer que tiene la situación controlada.
Una pérdida de tiempo constante
en el tic tac de unos tacones que nunca terminan de llegar.

Miro resignado las calles.

Giro las esperanzas por si cruzas las esquinas distraída
con mis manos desolladas en tus bolsillos
y me devuelvas,
por favor,
las miradas de tus ojos que ya no lloran
por este cuerpo demacrado que flota en el alcohol.

Te mando señales de humo en cada calada del cigarrillo
por si te da por mirar el atardecer por la ventana.

Yo ya no te comparo con el sol.
De él tengo la constancia de la madrugada,
de ti ya no espero ni el anochecer.

Ni la más áspera caricia de entusiasmo
calma mi sed.

He llenado la despensa de la cocina con tus lunares
y sigo jurándome poeta sin tus dientes mordiéndome el ombligo.
Como si fuera fácil desprenderse de un sentimiento
que todavía arde dentro de mí.

Me distraes y me alejas de todo lo material.

Gracias por este sueño que quizá nunca termine,
pero es lo único que me mantiene con vida.




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