jueves, 25 de septiembre de 2014

Pide un deseo - te dije,
¿recuerdas?
Y miraste al cielo buscando una estrella.
Ahora pídelo tú - dijiste,
y yo sólo te miré a ti.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Casi completo.

Cuéntame,
cuántas veces bostezas por la mañana,
si te gusta el agua caliente para la ducha,
si todavía paseas con el pijama,
cómo descongelas el pan en el microondas,
cuánto café pones en la cafetera,
cómo tiendes la ropa en el tendedero,
si pones canciones en tus oídos,
o eliges un libro de la estantería,
si dejas pasar el tiempo,
qué frutas comes en la merienda,
cómo coges el boli para arrancar con un escrito,
si te sientas con las piernas cruzadas y te desatas el pelo,
si has paseado en bicicleta,
cuántos se han enamorado de ti en el camino,
si recuerdas cómo te miran las flores,
si has comido rápido porque llegabas tarde,
si no encuentras las llaves en tu bolso,
mi vida en tu bolsillo,
qué aroma llevan tus labios,
si has bailado las canciones que tanto te gustan,
si has vuelto a lamer la cuchara en el café de la tarde,
cómo se presentan tus nuevos proyectos,
si has hablado con tu familia,
cómo te desvistes para meterte en la cama,
si necesitas ayuda con la cremallera,
si vuelves a leer,
si lees mis mensajes,
si te duele la rodilla derecha,
si tienes frío,
si cierras los ojos,
si sueñas conmigo.

Cuéntame,
anda,
que mañana te beso lo que te debo.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Hambre en mis escritos.

Suavidad llevan de nombre sus manos
y suspira cuando habla de escenas sin haber subido el telón.
Practica el amor con los pies cuando el frío le carcome los sueños
y hace una coleta en sus cabellos creando palmeras en lugares sin mar.
Inventa toboganes del sofá a la cama
y es inevitable jugar como un niño en sus caderas
mientras te hace cosquillas desafiando a la muerte con una sola sonrisa.
Y detiene corazones cuando camina por la calle
(no puedes hablarme de música si no la has visto caminar)
y si pronuncia tu nombre es mejor esconderse antes de que des por perdidas las noches.

Es perfume sobre la piel,
el tren de regreso al país de los abrazos,
la foto que te falta en las estantería.

Es un girasol que viaja en bicicleta
y cuenta historias en cuadernos usados,
unos días con falda,
otros días cubierta,
los mejores días sin ropa.
Y es patosa por impulso natural
y hace que te enamores de sus ocurrencias,
y llora cuando el miedo le toca en los ojos,
pero es más valiente que todo eso.
Afronta con pies de plomo los disgustos para luego reírse de los problemas,
y baila como una diosa canciones que ella misma tararea,
y silva tan fuerte con los dedos que los perros caminan desorientados en las esquinas.

Ella es primavera, invierno y muchas veces otoño cuando se aleja,
y hace manualidades con su cuerpo,
le da motivos a la ducha,
a las matemáticas,
a las sartenes cuando decide preparar la cena.
Es comediante y profesora de anatomía,
doctora cuando te besa,
síndrome de diógenes cuando se quita las bragas.
Es el descanso en el trabajo,
el billete de lotería,
los puntos suspensivos en los relatos.

Si hablas de ella tienes que quitarte la saliva de la boca,
saber que no serás el primero
y quizá tampoco el último que sueñe con sus tacones taladrándote en el pecho,
que ya está cansada de las rutinas,
que hay que darle desorden y poesía,
borracheras,
y el hombro si se queda dormida.

Ella es todo,
y a mí me falta papel,
pero me sobra vida.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Cuando te tengo aquí.

He confundido al tiempo entre tus piernas
y ya no sé si sigo soñando
o he despertado con tus antojos mordiéndome la boca.
En cada preludio antes de un beso
lo primero es quitarse la ropa
por si no conoces del todo las reglas del juego.
Y bailar,
como si te dijeran que estas a punto de inclinar la cabeza
en el abismo que señala la salida del mundo.

Tu vientre arqueado,
tus manos apretando las mías con fuerza a tus caderas,
y toda esa sensualidad que desprendes por la mañana
antes de abrirle los ojos al destino.

En la cabeza un repiquetear de tambores
antes de morderte como un animal.
“Qué brutito eres” me dices,
como si fuera fácil domesticar mi lado más salvaje
llegados a este punto de tus pechos.
Así que intentando quitarme esta sequía mañanera,
bebo de tu mar salado todas las gotas de tus primeros gritos
y mi barba humedecida es un reflejo
de que todavía existen los oasis en los desiertos.
Y tú,
que siempre vuelves como la penúltima copa del bar,
como una fecha señalada en los calendarios,
le arrancas la piel a la cama
y a mí la piel se me eriza como si fueras un tenedor
rascando sobre un plato vació.

La libertad lleva tu nombre
y más cuando en ese momento de lujuria
de tus labios se escapa un te quiero.

Nuestros pasados y la ropa se confunden en el suelo
llenando de decorados el sudor impregnado en los cristales,
y el magnetismo artificial que hace partícipe
a todas nuestras únicas intenciones
nos abraza fundiendo la piel y el amor en una sola palabra:
orgasmo.

Estoy enamorado,
lo sé,
cuando me levanto de la cama y te digo:
Te preparo el café,
un cigarro
y luego lo repetimos.

viernes, 5 de septiembre de 2014

El infierno en mis oídos.

Debería tener los cojones más grandes y la puta tristeza pequeña.
Saber tomar decisiones en beneficio personal.
Soy un perro abandonado en la carretera resignado a esperar lo que pase,
con la serteza de que todo esto tiene que acabar.
Voy a perseguirme el rabo por no saber utilizarlo.
O mejor dicho,
me he olvidado de él.
Parir desastres y cuidarlos hasta que te destruya tu propia creación.
De eso se trata ¿no?
Crear para ser violado.
Soy un grano en la arena de una playa perdida.
El punto seguido de quien no sabe leer.
Soy un complejo atónito en la memoria del guapo que se desorienta en cualquier discusión.

Toc, toc.
-¿quién es?
-Tu miedo más extremo.
-Mucho gusto. Tenga la bondad de darme dos bofetadas.

Sentirme culpable por cosas que yo no he provocado y maldecir con ardor las cicatrices que no me dejaste.
O me dejaron.
La premisa de querer ser algo para alguien no acompaña el querer.
Basta de irritaciones en los oídos.
Del derecho absurdo de la esperanza.
Basta de ser romeo para julietas que juegan a ser las putas más deseadas del balcón.
He llegado al límite.
Y no puedo más.
La soledad es decisión de a dos.
No de uno.

La vida sí.