viernes, 21 de noviembre de 2014

El otro lado de la pared.

Es aquí.
Espera que busco las llaves,
tengo demasiadas cosas en los bolsillos:
relatos, alguna que otra moneda, tus manos, mi sonrisa...

Ya está.

Esta es mi casa.
Entra y quítate los zapatos
que de las medias ya me encargo yo.
No le tengas miedo a los monstruos
están demasiado viejos para morder.
Perdona el desastre,
mi vida no sabía que vendrías.

Mejor recojo un poco.

Esto que ves en el suelo son mis derrotas,
desde que te conocí me las he ido quitando una a una.
Ahora no sé dónde ponerlas.

¿Quieres tomar algo?
¿A mí por ejemplo?
Vale, te traigo una cerveza.

Pon algo de música.
Quiero decir: que hables,
que llenes este vacío anclado con tu voz,
y cuéntame tu día,
cómo has despertado esta mañana,
si te sigue doliendo la rodilla izquierda.
Todo eso.
Sabes,
la otra noche un cantautor me habló de ti,
no sabes lo difícil que resulta no escuchar tu nombre en frases ingeniosas.
Lo mejor es el mío pronunciado por tus labios.
Nunca me había gustado tanto mi nombre desde que te lo escuché decir por primera vez.

¿Saltamos en la cama?

Hasta romperla, claro.
Sino de qué sirve este juego.
También puedo esconderme debajo de tu falda,
o tú en la parte izquierda de mi pecho.
Podemos desordenar todas las rutinas,
o juntarnos la yema de los dedos
hasta que nos crezcan huracanes en las manos,
pero juguemos.
Pongámosle nombre a todas las estrellas,
contemos juntos los lunares de tu espalda,
los besos que aguantas en el cuello.
Llenemos de cosquillas a esta noche
y rodemos en la alfombra,
olvidemos el pasado
y riamos,
como si mañana fuera el fin del mundo,
busquemos las maneras de guiñarle el ojo a las persianas,
que nos quedemos dormidos abrazados,
que el tiempo avanza
y no quiero despertar con tu ausencia entre las sabanas.

¿Otra copa?

Abramos el champagne,
lo tengo para ocasiones especiales
y no conozco mejor compañía que la tuya.
Perdona mi torpeza con los sueños
son demasiado silvestres para acompasar mis pasos.

Mira,
esta hoja de papel la tengo en blanco para escribir en ella el futuro
podemos dibujar muñequitos con gestos obscenos
y a la mierda con lo que pase,
que no hace falta pensar tanto
si estás aquí sentada,
a mi lado,
ya no tengo tanto miedo
de lo que no llegaré a conocer.

De mí.

Ahora
por favor,
¿Bailamos?
Que tenemos el resto de tiempo
para nosotros.