domingo, 29 de diciembre de 2013

A veces te echo de menos.
Y a veces tengo ganas de pillar el bus,
el tren o un avión e ir a buscarte...

A veces me resigno a tener que esperarte
y a veces creo que tengo que esperarte.
Aunque no estemos destinados.
O tal vez sí,
no lo sé.

Eso,
Te echo de menos.

No lo olvides ¿vale?

jueves, 26 de diciembre de 2013

Una mente sin recuerdos (La teoría de volar)

¿Cuántas veces nos cuestionamos la vida? Mis pensamientos flotan en una montaña de deseos que me paralizan y me asustan. Tengo miedo a despertar y ver que todos los instantes de mi vida dejan de ser eternos. Quiero sentir que podemos escoger un final diferente, quiero darme cuenta que la luz de mañana será otra y que la de hoy la sentiré como si fuera nueva.

Acto I

Él: Vamos despierta, sólo tienes que abrir los ojos.
Yo: ¿Es necesario?
Él: Claro, sino ¿cómo nos enteramos que estamos muertos?
Yo: Tengo una idea, pellízcame.
Él: ¿Qué?
Yo: Sí, dicen que cuando algo te duele mucho en sueños despiertas.
Él: Lo haría, pero no tengo dedos.
Yo: ¿Y orejas? ¿Tienes orejas?
Él: ¿Es eso que te sobresale de la cabeza?
Yo: No, eso es la imaginación.
Él: Entonces no, no tengo orejas. Pero tengo imaginación.
Yo: ¿Y qué imaginas ahora?
Él: Que tengo orejas.

Acto II

Yo: ¿Tú también puedes oler eso? Es el olor del miedo. Me encantaría poder verlo.
Él: Abre los ojos.
Yo: No puedo y creo que tampoco quiero.
Él: ¿Por qué?
Yo: Porque es la primera vez que estoy tan cerca de mí. Tengo frío…
Él: Piensa que estás en una bañera llena de cubos de hielo.
Yo: Eso me dará más frío.
Él: Sí, pero cuando salgas de la bañera y sientas que el fresco de fuera es más cálido, el frío desaparecerá.

Acto III

Yo: Eso lo he oído antes.
Él: ¿Recuerdas cuando éramos niños y solías empujarme con la cabeza para que me mueva más rápido?
Yo: Recuerdo tu nariz y tus dedos.
Él: ¡No tengo dedos!
Yo: Yo tengo sed… El sonido se hace cada vez más irritable.
Él: Grita, grita tan fuerte como puedas.
Yo: No, no... Me gusta que el sonido me presione la garganta.
Él: ¿Por qué?
Yo: Porque así, quizá, pueda despertar.
Él: ¿Mientras duermes gritas? ¿Gritas fuerte cuando duermes? 
Yo: No, grito fuerte cuando estoy despierto.

Acto IV

Él: Llego la hora compañero, el temblor de mi cuerpo anuncia el momento.
Yo: Tengo miedo.
Él: Tranquilo, piensa que servirás para que otros puedan vivir.
Yo: ¿Y quién me ayuda a mí?
Él: El sonido del cuchillo afilándose.
Yo: Morcilla… a mi primo le hicieron morcilla ¿te lo puedes creer? Cogieron arroz y le rellenaron las tripas.
Él: Tal vez tú tengas un futuro diferente.
Yo: ¿Ya está? ¿Estoy muerto ahora? No tengo recuerdos.
Él: No lo sé, abre los ojos.

martes, 24 de diciembre de 2013

Entre líneas.

Salgo del trabajo y camino en línea recta hacia el metro. Cruzo los semáforos en rojo porque no hay coches a mi alrededor, es 24 por la noche y en una calle pequeña del centro de Barcelona la gente se olvida de pasar, menos yo. Entro en la boca del metro y me dirijo a la línea morada que es el primer tren que debo tomar antes de llegar a casa. Al bajar las escaleras puedo ver como se cierra la puerta frente a mí, pero bueno, de eso tengo costumbre. De perder trenes, digo. Así que me siento a esperar. Tengo una barra de pan bajo el brazo y un pastel de manzana que me he traído del curro y me resulta muy curioso que ahora me encargue yo de endulzarle la vida a la gente. Yo, que nunca he sido más de quince minutos de chucherías bajo una sábana. De lejos veo la luz al final del túnel, aunque suene tópico, la veo. Hay poquísima gente a mi alrededor, los que están llevan regalos en bolsas de tiendas conocidas y van vestidos como para ir de boda. Me recuerdan a cuando era pequeño y mi madre nos vestía así para ir a misa los domingos, y mis tres vaqueros desgastados y la vieja gorra que uso los inviernos me dan la razón. El primer viaje es corto, me quedo mirando por la ventana como pasa todo muy deprisa y no puedo evitar hacer analogías con mi vida, aunque el verme solo nunca estuvo dentro de mis planes. Al bajar veo más personas corriendo para llegar a tiempo a las conexiones de los trenes que tienen que tomar para llegar... a donde tengan que llegar. Los únicos que caminan despacio son emigrantes como yo (sudamericanos, subsaharianos, marroquíes...) porque claro, si fueran de países nórdicos, europeos o yanquis, serían turistas o guiris. Me veo reflejado en cada uno de ellos y como de una manera inconciente nos miramos y con una sonrisa tímida nos saludamos para luego seguir pasando de largo. Llego a mi siguiente conexión de metro. Al subir y colocarme en una esquina al lado de la puerta, veo que hay una pareja sentada que no se dirige palabra alguna. Él, lleva un corte de cabello con cresta y un pendiente en forma de cruz en la oreja derecha, es guapo y bastante cachas. Ella es rubia y tiene una mirada triste y no puedo evitar enamorarme de su tristeza así que la miro con cuidado. No se miran y viajan en silencio. Ella empieza a dirigirle palabras y lo mira como si estuvieran a kilómetros de distancia sin saber que están sentados a un beso de cercanía. Habla, muy despacio, como susurrándole al oído e imagino que será para que no escuche el resto de pasajeros o para tratar de atraer su atención. La de él. La mía ya la tenía desde que puse el primer pie en el metro. Él la ignora y se convierte en un hombre monosílabo, ella no puede aguantar más y deja caer dos gotas de sus ojos que intenta frenar con las manos para que no se le estropee el maquillaje. Él la mira y le hace una pregunta absurda: ¿estás llorando? Y a mí me llena de rabia. En la siguiente parada sube otra pareja, son un poco más jóvenes y se sientan por esas casualidades matemáticas frente a ellos. Ambas parejas se observan, pero la segunda presta poca importancia. No dejan de hacer el amor literalmente, se abrazan, llenan de besos los segundos que se quieren y se toman de las manos en cada parada. Ella, con los ojos un poco más húmedos, mira a la otra pareja mientras no deja de darle vueltas al anillo que lleva en el dedo y a mí me sorprende la frialdad de él. Y así siguen el resto de lo que me queda de viaje, en silencio, mirando reflejado en otra pareja su principio y dándose cuenta que en ellos había llegado, quizá, su final. Llego a mi parada y no quiero bajarme, pero debo. Camino cabizbajo a casa y me pongo a pensar de qué lado de ambas parejas estaría yo y me doy cuenta que en ninguna de las dos. Porque yo sigo viajando solo. Y ella, la chica del metro, también. Caminando con un trozo de pan y una tarta de manzana en las manos y llegados a este punto de la noche me pongo a pensar que el mundo no es un lugar muy habitable ni repartido equitativamente en nuestras maneras de sentir, porque si siendo 7000 millones de personas sigue habiendo quien se siente solo es que algo estamos haciendo muy mal.
Feliz Navidad o lo que mierda sea que queramos creer.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Licencia poética.

Cada vez me siento más idiota y menos poeta
cuando veo que tus labios saltan en otra boca
y yo escribo deseando que fuese la mía.
Me retuerzo de sollozos en todas las mesas de los bares
donde escribo garabatos que se confunden con tu sonrisa
y reclamo cervezas como si en alguna de ellas
fueras a aparecer tú en forma de espuma
para arrancarme el corazón a base de penúltimas copas.

En esta ciudad infectada de gilipollas
me siento uno más con un ingrediente extra,
y me basta cualquier mirada para vomitar angustias
en baños donde las pintadas
son más reclamaciones que exclamaciones
de amor en las paredes.

"Camarero, no te cortes y sírveme otra copa
que de las puñaladas me encargo yo"

A veces pienso que la única manera que tengo
de hacer el amor es yéndome de putas,
así dejaría que me quieran aunque sea de mentira
porque al fin y al cabo de eso me has dejado la experiencia.

Pero yo sigo aquí
escribiendo en este bar de ti
con toda la gente paseando deseos de la mano,
burlándose de mi soledad deforme
alimentada por cantautores deprimentes
que me recuerdan los detalles de tus gestos por teléfono
ya que en distancia fuimos los mejores.

Hay que joderse, sí.
Y en todas las manifestaciones de la palabra.

La gente me dice que es hermoso eso de escribirte
y esperarte,
y yo sólo veo lo patético que es volver a casa solo,
revisando el móvil en cada paso
como si con la mirada pudiera convencerte
de que me mandes un mensaje diciéndome
'ya llego, sigue intentando'

Patético sí.
Y doloroso.

Giro la cabeza y sólo veo a otra persona
mojando sus labios en otra saliva
y me dan ganas de acercarme como un mendigo
y preguntarle:

¿Te vas a terminar ese beso?

Pero claro,
para los pobres
ya se han terminado todo.

Joder.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Daños colaterales.

Tómate un tiempo conmigo
o sin mí,
pero tómate un tiempo.
Yo estaré aquí,
ocupando el sitio que se guarda
para los amores de una noche.
O toda la vida,
quién sabe,
nadie es dueño del futuro,
pero sí víctimas de él.

¿Te he dicho que me gusta
cuando sonríes?

Que no quieras hacerlo ahora
no significa que haya olvidado
como se estiran tus labios,
como se cierran tus ojos,
como provocas...
Perdón,
iba a decir una guarrada
y así seguro no hay manera
de conquistarte.
Aunque puede que te gusten
a ciertas horas de la noche.
Y en cierto lado de la cama.

¿Y si nos tomamos una cerveza
y de paso nos enamoramos?

Podría ser un buen plan para
cualquier día de la semana,
como se lo dije una vez al aire:
'desde que te conocí siempre
tengo cara de viernes'.
Piénsalo,
tú y yo
sentados frente a frente,
sonriéndonos,
jugando a pillarme la mirada
que vacila entre tu escote.
Joder,
estoy seguro que perdería los modales
con el roce de tus piernas,
y ya llegados a ese punto
dejaría ponerme de rojo carmín los labios,
si son los tuyos quien me los pone.

(Espera que me limpie un poco
la vergüenza del cuello).

¿Sabes?
Le he puesto tu nombre a mi calle
para nombrarte cada vez
que me preguntan dónde vivo.
O mejor dicho,
para decir dónde
viven mis sueños,
que es,
de alguna manera,
la mejor manera de sentirme,
vivo.

Soñar.
Qué bonita palabra.


seguirás pasando de largo por mi calle,
seguirás llorando por un tren que no es el mío,
seguirás sin saberte primavera en los tejados,
ni que pones en estado taquicardia corazones.

Y es que no quieres levantar cabeza,
ni mirar a nadie...
Sigues como los caballos tu camino
cabalgada por los fantasmas del pasado.
Y sin darte cuenta estás creando un cierre
en cada uno de tus miedos.
Estás volviendo a ser capullo,
tú,
que siempre fuiste mariposa.

Lo peor de todo
es que te entiendo.

Tómate un tiempo conmigo
o sin mí,
pero tómate un tiempo,
que yo estaré aquí,
esperándote.

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(Para Alejandra Fuentes, que de tanto mirar al suelo se está olvidando pisar otras nubes).

sábado, 7 de diciembre de 2013

Lleguemos a un acuerdo.

Puede que no sea el hombre que imaginabas
ni el que esperabas cuando de niña jugabas a dibujar al amor de tu vida en una hoja de papel.
Puede que sea un completo desastre
y que no pueda memorizar las fechas importantes al menos para ti,
que me despiste con las nubes,
que me quede mirando toda una noche la luna o soñando con dibujarle bigotes al sol,
que juegue a no pisar las líneas del asfalto
o haga equilibrios con las maletas siempre listas para viajar.
Y puede que no llegue al metro ochenta,
ni tenga unos músculos definidos como los modelos de la televisión y me peine con gomina o use camisetas ajustadas.
Puede que no tenga los dientes perfectamente alineados,
ni la espalda ancha,
ni lleve un 46 en los zapatos que por lo general tengo sólo un par.
Puede que me guste andar descalzo por los parques,
que no sepa comer sin mancharme,
que haga pájaros con las servilletas de las mesas
o que salga a la calle con la intención de tomarme una cerveza y regrese a las cinco de la mañana con unos cuantos cubatas de más.
Y quizá puede que nunca llegue a mileurista,
ni que hipoteque mi vida por un piso con chimenea,
que no pueda permitirme vacaciones en países extranjeros sólo fines de semana con el perro y la tienda de campaña en algún agujero alejado de la ciudad.
Puede que no sea una estrella del fútbol,
ni un músico reconocido con giras pactadas
o escriba un best seller que sea el boom en las librerías.
Puede que nunca monte una bicicleta con el fin de ganar el tour de Francia
o muerda una ensaladera para las fotos de la prensa,
quizá incluso sea el único que colecciona derrotas como triunfos
y que no sepa hablar de amor sin vulgaridad.

Y es que quizá no sepa querer de otra manera que no sea esta.

Y a pesar de todo lo que no soy,
soy totalmente capaz de reconocer tu sonrisa entre todos los labios del planeta,
podría dibujar de memoria tus lunares con los dedos en el aire,
sé como se desordena tu pelo dependiendo de que lado duermas en la cama
o como te gusta que te acaricien los brazos cuando paso los míos por tus hombros.
Sería capaz de plasmar en el cielo las motas de polvo que dejas en cada movimiento,
incluirte en una metáfora cuando se me da por hacer pactos con la vida,
podría localizar cada cicatriz en tu piel con los ojos cerrados
y prepararte el café como te gusta por las mañanas,
con dos de azúcar
y un beso de buenos.
Me sé todas tus adicciones
y los pequeños saltos que das cuando te dan una buena noticia,
o las veces que te despiertas con la lujuria entre las piernas
y es que podría bajarte las bragas con decirte tres palabras y dándote dos caricias.
Y sé como te cambia el tono de la voz cuando te tomas una copa de vino,
las veces que no puedes aguantar el llanto de la emoción,
la estructura de cada una de tus costillas,
medir en serotonina la fuerza de tus besos,
los acordes de la guitarra que te roban suspiros,
los dieciocho puntos de tu cuerpo que hacen que te rías
o sentir el frío de tus pies a pesar de que no duermas conmigo.

Y es que puede que no sea lo que imaginabas,
pero soy el hombre que puede hacerte sentir todo lo que esperas.

Tú decides.

martes, 3 de diciembre de 2013

Grita un poco más fuerte que aún no te oigo.

Abro tu perfil y veo que has cambiado la foto inicial.
Le doy click con miedo a tu fotografía para ver como pasa de largo tu sonrisa en cada una de ellas.
En cada click millones de insectos recorren mi estómago,
como una montaña rusa donde sólo estás tú sentada divirtiéndote al otro lado del cristal,
sin ningún ápice de sentimiento de tu parte,
porque los míos ya van por la segunda vuelta.
Te veo en lugares donde nunca estuvimos juntos,
con personas a las que nunca conocí,
con demasiadas posturas de gesto que no he visto en mi cama.
Y te echo de menos joder,
echo de menos cada mueca de un te quiero por la mañana,
te echo de menos cuando estoy a tres escalones de la puerta y no estás tú para abrirme y te enredes con las piernas a mi cintura y me digas 'te he echado de menos' como lo digo yo cada puto segundo cuando le doy click al jodido ratón.
Y me agota tanta distancia,
tengo ganas de pillar el coche y plantarme estés donde estés y decirte: vámonos, que ya está bien de hacernos daño...
pero no puedo,
no tengo el valor suficiente,
sigo siendo el cobarde que conociste.
Cuando entro por aquella tienda donde solíamos comprar cervezas para el después de hundirnos en nuestras costillas,
la dependienta me da recuerdos para ti,
como si yo no tuviera suficiente con los míos.
Debería ser delito preguntar por otra persona cuando te ven solo por la calle.
Ya es de noche y sigo dándole click al ratón,
te veo feliz,
poniendo frases que escuchas de poetas arrogantes que tratan al amor en tercera persona,
viendo tu risita de niña traviesa en una fiesta rodeada de pajerillos musculados,
y mientras tanto yo aquí,
en esta cama vacía,
sediento,
esperando los besos que me debes,
esos que quizá nunca llegarán.
A la cabeza me viene el recuerdo de cuando dormida te dabas media vuelta y te adueñabas del edredón y me dejabas destapado con un frío absurdo,
mirándote como se miran los paisajes de un país desconocido,
deseando escabullirme entre tus sueños y darte calor con el rose de mis dedos en tus piernas,
y que seamos fuego
y que seamos aire
y que la lluvia brote como un manantial desde tu coño a mis orejas;
pero no lo hacía,
sólo te miraba,
intentando encontrar el por qué todo había cambiado,
por qué tus ojos ya no brillaban como antes,
por qué ya no se enredaban tus dedos con los míos.
Y busqué respuestas y me llené de preguntas,
y quizá mi error fue buscar por fuera lo que no supe encontrar dentro de ti.
Recuerdo que cuando te ibas te dije: Ojalá no vuelvas.
Y ahora que lo pienso en realidad no te has ido,
sigues estando a un click de mi cabeza,
pero no es lo mismo,
no es lo mismo joder...
Y llegados a este punto de la noche
me doy cuenta de la verdad:
la soledad no es estar solo,
es estar sin ti.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Seis horas de autobús.

En mis ratos libres persigo duendes que se esconden en tu pecho,
sobresalen de tu escote
y siembran flores en macetas con la forma de mi mano.
Los persigo con dardos de saliva que se diluyen en tu vientre,
dejando marcas con olores a deseo,
a sexo después de una borrachera,
a veladas donde el amor tira de recuerdos y se masturba escuchando tus gemidos.

En mis ratos libres me escondo en el castillo de tu coño,
recorto con los dientes los jardines donde planto mis semillas
y colecciono los impulsos que me salen cuando te veo.
Procuro no despertar demonios que secuestren tu pasado y dejo que fluya el presente,
mirándote a los ojos cuando le cambio el clima a tus tiempos
formándote huracanes con la lengua.

No sé si mi libertad está en tus manos
o entre tus piernas.

Anestesia general con tus fluidos,
con las gotas que resbalan mis mejillas,
y el salado de tu cuerpo hace arder a mis heridas,
esas que me buscan cuando no duermes conmigo.

Y es que en mis ratos libres te busco entre las costuras de mis sábanas,
te cambio por cualquiera que le de calor a los domingos,
le sonrío a los vaqueros que marcan una curva
y salto al vacío sin importarme los te quieros,
los arañazos en la espalda,
los "cariño córrete adentro",
las ganas de quedarme retorcido entre tus brazos hasta que me exploten fuegos artificiales en la boca.

Echarte de menos sin que mi puta rutina me recuerde
los ratos libres.

Sintigo.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Probar nuevas posturas entre tus brazos como asignatura optativa a la distancia.

Quererte, quererme, querernos,
Quererte en caída libre,
Quererte cuando abras la puerta,
Quererte cuando cierres las ventanas,
Quererte al borde de un abismo,
Quererte por teléfono,
Quererte con palabras,
Quererte en los silencios,
Quererte en horizontal,
Quererte también en
V
E
R
T
I
C
A
L
Quererte en primavera,
Quererte con el frío del invierno,
Quererte como principio de cada mañana,
Quererte como punto final de la noche,
Quererte en mis costumbres,
Quererte a la distancia,
Quererte entre mis piernas,
Quererte con el viento de tu pueblo,
Quererte como revolución literaria,
Quererte, quererme, querernos…

Si pudiera conocer el sabor de tus labios,
o el aroma de tus besos después de un café
o una cerveza si necesitamos hablar en voz muy baja
con el cuerpo temblando de frío o de nervios,
si pudiera sólo un instante adueñarme de la curva de tu sonrisa,
extraerte las manos de los bolsillos para llevarlas a mi pecho,
dibujarte colores en el rostro con mis tontas manías de piropearte con gracia,
jugando a ser un seductor de alcantarilla, de barrio o de barra.
Si por sólo un segundo me señalaras con el dedo y me dijeras “ven aquí”
y con ese gesto absurdo sentir que enciendes la mecha de mi vida,
no tardaría en darme cuenta que estoy dispuesto a caer,
de rodillas o de pie,
en todas esas imperfecciones que te hacen perfecta.

Colarme entre las costuras de tu bufanda
para que siempre que necesites calor me enredes a los paisajes de tu cuello,
crearte islas momentáneas en calles a oscuras,
o llenarnos de lunas con la vergüenza afuera de la habitación.
Ser tu alguien afín,
ese con el que te imaginas un futuro tras los cristales de tu cámara,
que se hacen cómplices con los dedos de las manos,
mirarnos despacio,
como se miran las cosas nuevas por primera vez
y que siempre seamos una primera vez,
y una primera cita.
Y en la nevera colgarnos los suspiros como lista de la compra,
como una dieta que se rompe los domingos.

Que imaginarnos juntos sea un acto cotidiano
y no una resaca que mandas en un mensaje de texto.

Y en las paredes pegar fotografías donde sonriamos como idiotas,
compartir la almohada pensando en los nombres de los niños,
que me digas que me quieres mirándome a la cara
y por todas las estrellas prometo hacerte mía en todos los rincones del universo,
aplaudirte en tus logros,
celebrar juntos los finales de trabajo,
ser tu canción favorita los días que te toque
y bailes al compás de mi saliva,
ponerte la piel de gallina con mis pestañas entre tus piernas,
abrazarte como un amigo,
follarte como un amante,
soñarte como un desquiciado.
Quererte, quererme, querernos…

martes, 19 de noviembre de 2013

Mientras tú estás en sus brazos
yo me aferro a los vagones de trenes
que no se detienen en mi estación,
a las rotondas que me giran de cabeza a otros labios,

secos,
sin el aliento de tu boca.

Mientras tú follas con otro yo estoy aquí,
soñandote mía entre sábanas
que han perdido el sabor de tu aroma,
pateando deseos que ya se dan por pedidos.

Mientras tú esperas a otro
yo sigo dibujándote en mi memoria.

No tiene ni puta idea de lo afortunado que es...

martes, 12 de noviembre de 2013

A mis padres.

Hola, soy yo, su hijo.
el que se fue hace unos (muchos) años de vuestra casa,
el que llama muy poco preguntando si están bien y no se siente orgulloso por eso.
Escribía para decirles que bueno,
soy tan imbécil que a veces sólo sé expresar mis sentimientos sobre una hoja de papel.
Y aquí estoy, escribiendo.

Decirles que por aquí todo va bien,
que terminé una carrera aunque todavía no entiendan lo qué es ni de qué se trata
y me encantaría que me vieran actuar para que noten el brillo en mis ojos cuando lo hago
y así se les aclare un poco todo.
El teatro me ha enseñado a verme desnudo,
a no criticarme tanto.
También escribo cosas y al parecer a la gente le gusta
aunque yo no esté muy seguro del por qué,
pero siento que todos los días tengo que darle las gracias a la poesía
y así lo hago.

Este país es amable y me demuestra cariño
aunque sólo cuente amigos con los dedos de una mano.
Dentro de poco me mudo a otra ciudad algo más grande,
ya sabéis, sigo buscando ese lugar donde pueda mirarme sin tanto miedo.
Hoy me he encontrado con una antigua vecina,
una mujer mayor con la que a veces me tomaba un café,
le he contado que me iba y mis ojos se han llenado de otoño,
ella me ha dicho que lo peor de hacer las maletas no son las cosas que tienes que meter,
sino todas aquellas que tienes que dejar,
y joder, me está costando hacerme la idea.

Aún estoy soletero,
pese a vuestra presión de que de una vez me eche una novia,
o los haga abuelos,
pero es que todavía no me reconozco en los ojos de otra persona,
aún me cuesta dar un salto a los miedos del pasado y reconocer todas mis limitaciones.
Me enamoro, eso sí, siempre y a todas horas.
Tengo un perro que me recibe de un salto todas las veces que entro a la casa,
se llama Punset y ya llevamos juntos casi 3 años.
Cuando limpio un poco mi desorden pongo música
y si hay una canción que nos gusta la bailamos juntos.
Tendrían que vernos, se reirían mucho.
Es un encanto.

Sabes mamá,
cuando doy recitales cuento la historia de cuando éramos pequeños
y tú nos contabas cuentos con velas encendidas ya que el terrorismo nos volaba de un bombazo las torres eléctricas.
Yo en casa sigo encendiendo velas,
me tumbo en el sofá y cierro los ojos imaginando tu voz contarme todas esas historias de cuando eras pequeña
o los cuentos con finales felices.
Sólo que ahora no es tan divertido como lo era antes.

Dentro de poco estamos en diciembre
y la navidad me sigue poniendo un nudo en la garganta.
Y vuestros cumpleaños,
y cuando veo las fotos de toda la familia celebrando algún logro de mis hermanos,
o simplemente porque se juntan a comer,
como una familia,
aunque yo no esté.
Pero sigo siendo ese chico arrogante que aguanta el llanto como una soga en el cuello
y sonríe fingiendo restarle importancia a lo que uno pierde en la vida.
Y cuando hablo de perder,
hablo de los años sin vosotros.
Pero para ganar siempre hay que perder, ¿no?
Asumir lo malo para aceptar lo bueno,
aunque nunca imaginé que el precio sería tan alto.

Sigo caminando entre las nubes,
ya sabéis que el suelo sólo me gusta para saltar en los charcos después de la lluvia,
creo que todavía no llego al metro setenta
y sigo coleccionando logros a medio cumplir.
Estoy lleno de heridas que sangran cada cierto tiempo,
sigo fumando flores del jardín de mi estupidez
y bebiendo litronas en parques a oscuras.

Pero de verdad,
todo por aquí va bien.

Algún día volveré a abrir la puerta de vuestra casa,
quizá solo o acompañado,
no lo sé,
y volveremos a ser poesía cargada de futuro.

Un abrazo, de los apretados,
de los que les debo.

Los quiero.
Victor.

P.D.: Mamá estoy abrigado y estoy comiendo,
         no tienes que preocuparte por eso.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Si tú me dices ven... me quito todo, incluso hasta la ropa.

A veces sueño que nos juntamos un viernes,
te despiertas conmigo un sábado
y decides quedarte hasta el domingo.
Que me miras como se miran los semáforos
cuando están apunto de cambiar a verde
y tienes que dar el siguiente paso en tu nueva vida.

Y es que a los sueños hay que darles
desorden y poesía,
hay que regarles con palabras
para que crezcan despertares
en cada uno de sus actos.

Y cuando mi sueño hace ese gesto de acomodarse
la coleta del pelo con las manos,
cuando hace ese pequeño esfuerzo de mirarme
a los ojos para decirme un simple 'hola',

yo me siento invencible,

como si millones de virtudes me brotaran de los poros
para arroparla de las costumbres,
arriesgándome al todo o nada,
o lo que signifique tenerla entre mis brazos.

Sí, mi sueño es una mujer.

Y he de confesar que odio a los trenes
que  se llevan su cuerpo a 486km de mis labios,
que verle tras los cristales de un vagón alejarse
con los tuppers de su abuela llenos de croquetas
y no mi corazón,
debe ser considerado un acto terrorista,
que de despedidas se bastante,
que no hace falta que me enseñen más,
que la magia es verle sonreír cuando me escucha
y no desaparecer tras un vagón.

Vivo sumergido en el océano de sus veinte primaveras
desde que me dijo "guárdame un sitio, que voy"
y yo le guarde un sitio en mi vida,
a la izquierda de mi pecho,
junto a las manías,
al cariño oxidado por la lluvia,
a los desastres que colecciono para que se entretenga
mientras giremos con el mundo de la mano.
Y puede estar tranquila porque he reservado un hueco
para sus películas favoritas,
(el cine ni tocarlo, lo prometo)
y si las agotamos me inventaré una cada noche,
para la distancia si lo necesita,
para cada suspiro de los te echo de menos que nos diremos,
para hablar de lo que somos cuando estamos juntos,
para lo que calle cuando me odie a muerte,
para las guerras con la almohada
o sin ella,
para sus pies fríos,
para sus copas demás y el "cariño llévame a casa",
para los viajes con pasaporte,
para sus amigos, su familia, sus adicciones.

Pero eso sí,
de las galletas y el chocolate
se encarga ella.

...

Una vez me preguntaste:
¿A ti qué no te da Iruña?
A ti joder,
a ti.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mándame tu corazón en dos cartas, porque en una no creo que entre.

Me gusta cuando despiertas con los pelos alborotados
y te cuesta abrir los ojos a la mañana,
con el sol entrando por las rendijas de la persiana
tu piel brilla como un deseo en lencería,
te estiras como una felina mientras bostezas
tragándote todo el aire de la calle
y te cuelga por el hombro el tirante del pijama.
Te levantas tintineante de la cama y sonríes
como si le acabaras de echar un polvo a la vida,
y yo finjo hacerme el dormido porque verte despertar
es mejor que cualquiera de mis sueños.
Con un ojo medio abierto veo tu culo moverse,
chocarse con todos los suspiros que han crecido en esta casa
desde que decidiste entrar a luchar con mis fantasmas
y a desalojar a esa inquilina permanente
a la que yo llamaba soledad.

Me gusta cuando cantas esas canciones mientras te duchas
y me gritas lo que piensas hacer en el día,
me planificas visitas guiadas a tus amigas
en bares donde yo nunca había pisado antes de conocerte,
cambiándole el color a mis desastres,
confundiendo mis manos con tus sujetadores
dejas caer la toalla que te cubre para que yo te seque
a base de lametones y como un perro obediente
me pongo de rodillas frente a tu ombligo
y te beso desde los pies hasta el punto más alto de tu entre pierna
donde me detengo a buscarte huracanes con los dientes,
y con esos dos ojos azules donde ahogo mis penas
me miras y susurras:
“haz lo que quieras cariño,
pero házmelo a mí”.

Me gusta cuando yo me encargo del café
y tú de darme besos en la nuca,
preparando nuestra pequeña mesa para dos
escuchamos caer la lluvia por la ventana
a la que tú te asomas creando confusión en los vecinos
que me miran con envidia prepararte el desayuno,
y sacas esas pequeñas manos para atrapar gotas de agua
que se evaporan al contacto con tu piel canela,
con tus labios de almíbar, tus sueños de princesa.
Bebes de a sorbos mis miedos,
las dudas que colecciono de tanto darme de hostias
con mujeres bonitas,
y tú me tomas la mano sonriendo,
como si fuera fácil hacerle un corte de mangas a la muerte,
y me hundo sin ni siquiera asomarme al vacío de las derrotas
donde tú me coges como un muñeco
y me traes de vuelta a la vida.

Me gusta que hablemos de cosas absurdas
y que ordenes a tu gusto los cojines de la casa,
que me cuentes las historias donde llorabas cada tres días
esperando un tren que nunca apareció
en la estación de tu infancia,
que me enseñes las fotos de tu madre,
que me señales con el dedo a cada uno de tus tíos,
que me digas lo bien que me van a caer tus amigos de la universidad,
que te ilusiones con cada verso que te escribo,
y que colguemos recuerdos en la pared
donde escribiremos frases que hablen de un nuevo camino,
un nuevo camino que tu y yo construiremos a base de golpes,
de darnos de bruces contra esta sociedad clasista,
machista, enferma;
pero que nada ni nadie podrá borrar a pesar de las opiniones.

Me gusta que hayas aparecido un día cualquiera en mitad de la nada
y llenaras de borracheras los rincones
donde solía esconderme de la gente,
que trajeras tu cepillo de dientes
para colocarlo en el vaso de mi baño,
que en mi armario cuelguen tus vestidos
y mis calcetines se confundan con tus bragas,
que el sonido de tus pasos sea el motivo de los calambres en el vientre
y que tu mirada desborde sumideros de alegría.
Quizá toda esta historia sea el preludio de otra hostia bien dada,
pero de momento voy a disfrutar el conocerte,
el aprender a mirarte con los ojos cerrados,
a sacarnos fotografías de memoria con juegos indecentes,
a escucharte todas las noches como principio del abecedario,
y luego…

luego ya veremos
que pasa.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Discúlpame P. Neruda.

Podría escribir los versos más tristes esta noche...

pero no me salen.

Lo siento Neruda,
pero es que tú no sabes lo de esa manera suya de meterse la tristeza en el bolsillo y sonreír a pesar de las tormentas,

y me bloquea.

Intentar escribir versos tristes sería un sacrilegio ante tanta belleza cercana al orgasmo,
es como intentar no llorar al cortar una cebolla,
hay que ser desalmado para no sentir remordimiento ante tan cruel asesinato.

Y tengo que decirte que a mí no sólo me gusta cuando calla,
sino también cuando ríe,
y cuando lee,
y cuando baila,
y cuando se muerde el labio,
y cuando se despeina,
y cuando duerme...
¡Tú no la has visto cuando duerme!
Es como si toda la cama se llenara de sueños
y yo que siempre he tenido sólo uno me diera a elegir entre tantos otros para seguir enredado a su aroma,

con su piel como amuleto,
con sus ojos como brújula.

Y obviamente estaré callado en cada beso,
es mejor no arruinar los momentos con palabras absurdas,
que para ponernos cursidramáticos ya tenemos los bares
y los papeles en blanco.

Y ya me sé eso de los cerezos que se abren a su paso,
que yo también quiero hacer lo mismo con sus piernas;
que la he visto llegar con la lujuria en los labios
y los 20 poemas de amor como señales en sus caderas.

Y para canción desesperada sus gemidos rebotando en las paredes de mi cuarto
hasta que la vecina nos calla con su escoba.

Tú lo escribiste
como yo no:

"Para mi corazón basta su pecho,
para su libertad bastan mis alas"

¿y si volamos?

Quizá otra noche escriba los versos más tristes,
o la aprese en mis redes de música,
o yo que sé...

pero hoy no Neruda.
Hoy no.

PD: Y sí,
       podrán cortar todas las flores
         pero no olvides que ella
           siempre será la primavera.

Con cariño,
Victor.

lunes, 28 de octubre de 2013

Para empezar a querernos.

Para empezar a querernos deberíamos sonreír
si nos encontramos una tarde en la calle por casualidad,
saludarnos con un gesto tímido,
preguntarnos como nos va la vida
o si nuestro amor está anclado en algún puerto,
buscar excusas para mantenernos en un mismo pedazo de tierra,
luchar contra el tiempo y las cosas que creíamos importantes ese día
hasta que nos vimos,
yo con una camiseta de rayas quizá
y tú con una falda que críe primaveras en cada uno de tus pasos,
intercambiaremos los números de teléfono
y nos despediremos con dos besos y el sabor en las manos de tu tacto.

Para empezar a querernos te llamaré un día cualquiera
y te pediré encontrarnos en un bar de noche,
tú me dirás que sí y yo me quedaré sin aliento,
nos pondremos esos trajes que incitan a desabrochar botones
y llegaremos puntuales a la cita con un porvenir como cielo,
con los nervios corriendo como una estampida de leones,
con los sueños metidos en dos botellines de cerveza
hablaremos de los miedos,
de lo mal que nos sientan las despedidas,
de los libros que solemos leer cuando queremos desaparecer de la tierra,
o de las películas que miras un domingo en el sofá y en solitario
y por un instante nos sentiremos protagonistas de una de ellas.

Para empezar a querernos tocaré el timbre de tu casa por sorpresa
y te pediré disculpas por no avisarte antes,
tú me dirás que no necesito invitación para hacerlo
y me llevarás a lo que será nuestro rincón favorito del planeta,
y entre el juego de mirarnos de reojo dibujaremos la sed en los labios,
un huracán hecho a la medida de nuestra altura
nos empujará a besarnos como dos adolescentes,
repitiendo nuestros nombres en voz muy baja
tallaremos la silueta de nuestros abrazos en el aire,
me invitarás a conocer tu cama y yo no podré negarme
y las escaleras nos parecerán eternas,
pero una ves adentro,
me quitarás la camiseta en mitad del pasillo
y yo te bajaré la falda con los dientes.

Para empezar a querernos tendremos que contarnos
los lunares con la lengua y saltar al abismo de la mano,
buscarnos las cosquillas en todos los rincones del cuerpo
y desayunar napolitanas de chocolate en las resacas,
tendremos que conocer todos los bares y sus baños
donde dibujaremos nuestros nombres con sudor en las paredes,
planificaremos viajes,
dejaremos que el futuro nos atrape en las esquinas,
nos revolcaremos en los parques deseando compartir el mismo techo
y creeremos en la magia a partir de ese día.

Para empezar a querernos
primero deberíamos conocernos,
así que por favor,
no dejes de sonreírle a la gente en la calle
que escondido entre uno de ellos
estoy yo
esperándote.

martes, 22 de octubre de 2013

La más cruel de las distancias.

Tres cervezas, dos cigarros, un café
y una mesa que nos separaba como la más cruel de las distancias.

Te levantaste, cogiste tu bolso y me diste un beso en la mejilla.
¿Vas a estar bien? Preguntaste
y mi única respuesta fue agachar la mirada
como un perro abandonado en medio de la carretera,
observando como se aleja el coche de la persona que él creía
era lo más importante que tenía en su vida.

Confundido,
derrotado.

Y en nuestros ojos la lluvia se hacía ceniza,
ya no quedan más suspiros que llenen de vaho nuestros cristales
ni las copas que en ese momento se hicieron rutina.

Te alejabas,
y en cada palabra que retenía en la boca todo nuestro pasado se hacia presente,
nos apagábamos como una cerilla en medio del mar,
y como si fuéramos capaces de sobrevivir a la peor de las tormentas
nos despedimos incapaces de volver a abrazarnos.

Rotos,
en todos los rincones del cuerpo,
sin el sabor de sentir mi compañía en tus labios caminabas con prisas en el pecho
y el aire dibujaba con tu perfume la silueta del cadáver que dejabas atrás,
junto a las caricias que te debo,
junto a los te quieros que no te dije por el miedo a no saber volar.

Doblaste la esquina y no sabía si correr a buscarte
o guardarme en los bolsillos tus pasos,
con el temblor en las manos y el corazón en silencio,
no supe que hacer

ni que decir.

Y arrugando con mis lágrimas las intenciones en servilletas de papel,
y escuchando el ruido de la gente que todavía es feliz,
me quedé mirando el camino por donde ya no ibas a volver

y yo no iba a volver a sonreír.

Tres cervezas, dos cigarros, un café…
y en una mesa que nos separaba como la más cruel de las distancias

me diste un beso en la mejilla
y todo llego a su fin.

domingo, 20 de octubre de 2013

Diapositivas de tu pregunta.

Porque después que tienes un orgasmo te ríes y yo me siento inmortal en tu mirada.
Porque cuando me tomas de la mano las mariposas del estomago me salen por la boca.
Porque tienes un beso en cada farola .
Porque cuando dibujas paisajes en la cama se me acelera el corazón.
Porque suenas mejor que mi guitarra cuando te toco.
Porque eres la mayor enemiga de la muerte.
Porque haces malabarismo con mis ganas cuando sales de la ducha.
Porque cuando te muerdes los labios me arrancas el pasado de un tirón.
Porque soy un tópico en tus abrazos,
Porque eres el sueño de muchos cuando sales a la calle a pasear con esta pesadilla.


Por lo que soy
cuando estoy contigo.
Por lo que eres
cuando te siento mía.


Porque haces que las siestas del sofá se conviertan en un viaje.
Porque no conozco peor distancia que tus silencios.
Porque cuando despiertas en mi cama le encuentro sentido a los amaneceres.
Porque no sabía lo que era quedarse sin aliento hasta que te conocí.
Porque dibujas con los dedos los tatuajes de mis brazos y me escribes frases en el pecho.
Porque contigo no existen los lunes.
Porque entre tus piernas encontré mi futuro.
Porque la lluvia no me afectaba hasta que la vi en tus ojos.
Porque en la curva de tu espalda me siento realmente hombre.
Porque tienes los ojos mas bonitos del mundo
y mis mundos más bonitos en cada ojo.


Por eso amor,
Por eso…

miércoles, 16 de octubre de 2013

Una y otra vez.

Te voy a regalar este escrito para que lo guardes en tu cajón de la ropa interior a tres bragas de mis suspiros y lo leas las veces que quieras,
o lo utilices como diana en tu armario cuando llegas de fiesta y sólo te da por lanzar los tacones a matar.
Quizá para que lo arrugues en el bolsillo de tu chaqueta imaginando que tienes en tus manos mi corazón,
o para que te cubras con él las noches que tengas frío y no esté yo para abrigarte poniéndole acento a tu nombre.

Te lo regalo para que se lo leas en voz alta a tus amigas y se lo recites de memoria a tus padres,
o a tu perro,
o lo utilices como lista de la compra los días que no sepas muy bien qué cocinar.
Puede que te sirva como avión si necesitas fugarte después de un día malo en el trabajo,
o como estrella fugaz si lo lanzas por los aires en el cielo de tu habitación.

Quiero que tengas algo de mí sin necesidad de complicarte las mañanas si un día no te llamo,
sabes de sobra que en mi cabeza no entran más pájaros porque está llena de ti.
Y tal vez necesites un abrazo una tarde de tormenta,
o gominolas antes de leer esas novelas fantasiosas que cuelgan de tu mesa de noche,
o una copa de vino cuando tengas ganas de hablar de nosotros
y yo no esté.

Por eso te lo regalo,
para que sea tu sueño en mitad de la siesta,
el deseo que pides cuando arrojas una moneda de espaldas a la fuente,
o el momento preciso cuando cierras los ojos y te dejas llevar con las manos.

Y te lo envío con todos los hormigueos que me recorren cuando te pienso,
con tres de azúcar en el café,
con los besos de buenos días que te debo
y con el te quiero que no puedo retener más tiempo en la boca.

Hola preciosa,
esto es para ti.

(una y otra vez)

Victor.

jueves, 10 de octubre de 2013

Si me sigues mirando así tendré que besarte.



Te voy a poner una orden de acercamiento
en la comisaría de los sueños
por aparecer tanto y sin permiso,
y en la reja de cualquiera de tus pijamas
colgar los suspiros que me salen de la boca.

Te voy a denunciar por jugar con mis ganas
en las laderas de tu escote,
por usar el cruce de tus piernas como distracción
y ocasionar accidentes en las vías de mi pecho,
por hacer odiar a mis ojos cuando no te buscan
y a su estúpido parpadeo cuando estás delante.

Te voy a querer a oscuras y a la fuerza,
y en la sala del interrogatorio de la noche
plantearte los motivos para que te quedes,
usar mi alma blanca para apuntarte entre las piernas
y de los escalofríos sacar hipótesis
del por qué si eres sexo con amor no dueles.

Te voy a enamorar todos los días como rutina
y le cambiaremos de nombre a las costumbres,
que si tú te pones dos coletas
y bragas blancas buscando la paz
yo prometo darte guerra en todos los rincones de la casa.

Te voy a dejar mi corazón por si lo olvidas
en los bolsillos de tu chaqueta,
que tu nombre lo tengo tatuado ya
como contorsionista en la memoria.

Y te voy a dibujar dos alas y una cuerda.
Ahora piensa tú lo que arrastras.

Si te alejas.

martes, 8 de octubre de 2013

La mujer del tiempo me habló del invierno

Tengo una infección en la piel desde que nadie me acaricia.
Y cuando digo nadie quiero decir tú.

Este invierno será un constante constipado por el frío que ha nacido en el agujero que has dejado en la cama.
Tendré que comprarme unos calcetines de lana gruesos
o hipotecar mi cariño por una buena calefacción.
No hay como el calor del cuerpo en otro cuerpo,
aunque sea sucio y no sea el tuyo,
pero nada que un par de cervezas no engañe los sábados.

Tengo los huesos de cristal y me basta un ligero aire para romperme en mil pedazos,
ni qué decirte del corazón,
voy regalando los trozos que me quedan a minifaldas y tacones desorientados,
ellos me mienten diciéndome guarradas al oído
y por un momento vuelvo a flotar entre nubes de alevosía mientras reconstruyo los tú y yo imaginarios.

Pero es difícil arrancarme tu perfume de la memoria,
es imposible no sentir el sabor de tus labios en la taza del café.

Y me dueles en el iris de los ojos desde que ya no te veo,
y me dueles en las palmas de las manos desde que ya no te toco,
y me dueles en el pecho desde que ya no me quieres.

Todo me sabe a nunca
y nunca me sabe a ti.

Y voy a montar una revolución en las orillas de mis ojeras con pancartas que hablen de tu sonrisa,
y llenaré las plazas de tu ombligo con nuestros hijos perdidos en la ducha buscando los motivos de tus piernas,
y sacaré a relucir los abrazos que guardo en los bolsillos que no te llevaste,
porque son para ti.

Y me basta tu recuerdo para que en mi cuerpo empiece a llover.
Y me basta la distancia para empezar a temblar.

Es invierno y hace frío
y joder,
yo sin calefacción.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Comic

Sigo esperando el después hablamos escondido en los minuteros del reloj de tu muñeca 
y del tiempo que pediste sólo queda la mitad de una pizza llenándose de moho en la refrigeradora.

Siempre es de noche en esta habitación fría,
las mañanas se escaparon junto al click de una puerta.

Y aquí me tienes,
respirando soledad junto al humo de un cigarro que se consume lentamente  en el cenicero.

En la mesa de guardar sueños ajenos y colocar una lámpara que ilumine el despertar de la lectura,
la desgracia de una goma sin tu pelo está esperando, impaciente, que un día regreses, la enredes con tus manos y llenes de motivos su existencia,
como el adjetivo correcto al lado de tu aroma,
como mis pies rozando los tuyos debajo de la manta,
como el abrazo de 'a la noche vuelvo a verte'

Y entre tu lado derecho de la mesa de contarnos desayunos
y entre mi lado izquierdo del pecho donde colecciono tus gemidos,
existe una caricia perdida buscando el roce de tus piernas.

Y la libertad me sabe a escombros
y tu risa a una gaviota atrapada en lo profundo de la memoria.

De lejos veo el plan perfecto que juramos después de un encuentro furtivo en la ducha,
donde se mojaban los intrusos de una noche aferrada a las intenciones de abrazarnos hasta que perdamos el aliento,
soltando en voz muy baja el respeto que se tienen las parejas que se aman,
aferrado a los despojos de la ropa por el suelo,
ordenando los zapatos y tus bragas después de insultarnos por no subir la tapa del inodoro.

...tus ojos me saben a distancia...

Y ahora que tengo claro que de mayor quiero ser un barco
y navegar en las mareas de tu cuerpo,

ahora,

es cuando me doy cuenta,

que el click de aquella puerta

fue el "boom" de mi cerebro.

sábado, 28 de septiembre de 2013

19:11

Tengo estigmas en la mano con la forma de tu coño
y una cruz en la espalda que cargo como condena
a pesar de la victoria.

Si se pudiera llamar así.

Tengo la habitación llena de sueños tirados por el suelo
y un corazón que apenas cumple la función de bombear sangre.

Desde que te fuiste
la muerte ronda por aquí.

Y no me deja tocarle el culo.

lunes, 23 de septiembre de 2013

El escrito que te debo.

El viernes te vi.
Estabas sentada afuera del bar con un chico y tenías una cerveza en la mano que de rato en rato mojabas con los labios.
Te vi tras los cristales de la puerta mientras apoyaba tristezas de a un euro ochenta en la barra de aquel bar que hacía esquina con tus piernas cruzadas.
Lo primero que pensé fue en derretirme pero no iba a quedar muy bien, así que aguanté el tipo e intenté ignorarte.
Fracasé.
Para ese entonces mis ojos ya estaban enamorados de tu falda, de tus cabellos negros y del piercing de tu labio.
¿Ese es tu novio? Pensé.
Y cuando giré nuevamente la cabeza estabas sola, ya nadie te acompañaba, hasta la gente de alrededor se había ido. Me acojoné,  ¡tenía el poder de hacer invisible al resto de personas!
Yo te miraba tras los cristales de aquel bar como se mira un tren que se aleja, con esas ganas de saltar la barrera y agarrarme con fuerza al vagón de tus despedidas y no dejar que te vayas.
Estabas preciosa allí sentada.
Quería ir a hablarte, decirte 'hola' luego desmayarme para que tú te asustes y tengamos un justificante de volver a vernos, aunque te rías de mí recordando lo patético del primer encuentro. Y que luego te invite a un café o una caña y hablemos, que me cuentes de tu infancia, de la vez que perdiste el amor en una calle sin número, que quedemos otro día y torpe yo pierda el bus para llegar, que pienses que no voy a ir, y al darte la vuelta me veas correr gritando tu nombre, que no sepa cómo justificarme, y nos riamos de nosotros imaginando un futuro lleno de desencuentros. Y después de una tercera cita me des un beso de esos que duran una semana en los labios y nos miremos enamorados de aquél instante cogidos de la mano con el mundo en crisis al rededor nuestra. Y pasemos el tiempo viajando por ríos, campos y ciudades con nombres raros, que lloremos borrachos arrancándonos desgracias pasadas, que nos cansemos el uno del otro y discutamos tirándonos cosas por los aires para luego reconciliarnos en dos metros cuadrados de una cama, que nos hundamos en mares del Pacífico mientras te presento a las manías de mi madre, el silencio de mi padre y la ternura de mis hermanos, que las cenas sean un juego de niños bajo la mesa y nos olvidemos de todo, de todos. Con el tiempo hipotecar nuestra vida por una casa a las afueras, llenarla de electrodomésticos que sirvan para llevarte el desayuno a la cama, que crezca un milagro en tu vientre junto a ocho horas diarias de trabajo para poder comprar pañales, verlo crecer como una planta de limones en el jardín, que nos sepa a logro su independencia y nosotros seguir enamorados de nuestros estropicios, hacernos mayores junto a las nubes y ya de viejos seguir mirándonos a los ojos diciendo te quiero sin hablarnos, hasta que me vuelva a desmayar para esta vez no despertar, y ya en mi lecho te rías recordando lo patético del primer encuentro.
Que puede ser viernes,
que puede ser hoy.

...entre la P de poesía y la R de tu nombre podría escribir la prosa de mi vida...

Obviamente no me acerqué. Tanto así que todos volvieron a aparecer: el chico, las personas y mi soledad.
Luego te levantaste, pasaste por mi lado, te despediste de mis sueños y de tus amigos y desapareciste por la puerta como un deseo en Navidad.
Lo gracioso es que tú y yo (como odio esa 'y') ya nos habíamos conocido. Las redes sociales hicieron lo suyo. Tú me seguías de lejos y yo te agregué para estar un poco más cerca.
-He leído cosas tuyas y me gusta como escribes- eso dijiste.
Yo respondí diciendo que te conocía, no sé de dónde, pero te conocía.
Ah, sí.
De deambular por las calles
de lo viejo.

Muxu bat.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Viernes 13

1

Te voy a regalar mis obscenidades
en una cajita de cristal
para que la guardes en lo profundo de tu boca.

2

Vamos a romper el hielo cariño.
Mejor aún,
derretirlo.
Así que junta tu cuerpo contra el mío
que para el amor ya tendremos tiempo.

3

Todos los caminos conducen al deseo entre tus piernas.
Y hoy las velas las soplo yo.

4

Tienes unos ojos preciosos.
No dejes de mirarme cuando te corras.

5

Si se me escapa un te quiero ignóralo,
a veces confundo el sexo con romanticismo.

6

Te voy a contar un cuento:
Había una vez, y otra, y otra, y otra.
Hasta que pararon para desayunar.

7

Eres un mapa de carretera que me dirige a besarte
la curva de la sonrisa.
¿Estás segura que no me he perdido?

8

Estoy empezando a odiar a los escritores
que no utilizan como excusa literaria tus lunares.

9

Tengo las manos hechas a la medida de tu falda.
Algo tendré que tener que esté hecho a la medida
de lo que hay debajo.

10

Seguramente habrá muchas personas tapándose los ojos ahora mismo,
pero a mí esto de follar en lugares públicos y más sobre papel
me pone muy cachondo.

11

Puede que sí,
que follar y hacer el amor sean diferentes,
pero contigo son ambas.

12

Te voy a matar muy despacio
para que no te mueras nunca,
de placer.

13

Forever young mi vida.
Forever young...

jueves, 19 de septiembre de 2013

Todos los días son lunes.

Para muestra un botón que cosió en mi camisa y yo cuide como si fuera el hijo que nunca tuvimos.
Con fina ternura hilvanó los hilos del futuro sin saber muy bien qué pasaría;
eso sí,
dejando margen para la improvisación,
para pelear con los monstruos del armario que le encogen los vestidos (que cabrones),
sus domingos de resaca
y para esos días que se aprieta el estómago y sólo le apetece sofá, manta y comer chocolates.
Y es que ella es así,
podría pasar horas pegada a la estufa porque siempre tiene frío,
incluso en verano, algunas noches, se sube las medias hasta las rodillas.
Se suelta el pelo cuando va en bicicleta y llena de sonrisas el aire de la calle,
y a mí me recuerda a un desfile de Disney cuando pasa por la acera y me cubre la piel de escalofríos.
Lleva en la cesta suspiros de extraños que recolecta junto a la lista de la compra
donde mezcla cervezas, caricias y yogures bajos en calorías.
Y no suele cubrirse el rostro con maquillaje salvo los labios de rojo cuando quiere tatuarme silencios en la frente,
y cuando llueve baila descalza en los parques mientras saca la lengua para beber las gotas que chorrean de sus mejillas.
Y tiene tres lunares en la curva de la espalda que yo beso como gesto de gratitud
y siempre termino trepando en los buenos días de sus caprichos.
Los fines de semana florecen pétalos en la cama con la forma de sus cabellos
y cuando la escucho ducharse para luego ponerse crema hidratante en el cuerpo,
a mí me entra un miedo terrible de que vuelva a ser lunes,
que yo vuelva a ser noche y ella vuelva a ser sábanas.
Tener que abrirle la puerta a mis suspiros cuando la observo regresar a casa con el hombre que ama,

que no soy yo.

Y vuelvo a ser llanto,
ser diminuto,
ser nada.

Y es que ella sólo es un sueño que desaparece cuando suena el despertador,
todos los días
a las 8:45
de la mañana.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Prólogo de mis buenos días.

Son las 9 de la mañana y caliento el café en el microondas antes de ducharme. Me paso la mano por la cara y me doy cuenta que mi barba tiene una clara intención de asesinarme, porque empieza a deslizarse violentamente sobre mi cuello.
Veo el correo y son todo facturas que voy acumulando en el buzón. No tengo ganas francamente de hacer equilibrio con las cuentas, además no sirve de nada, ya tengo la casa llena de números rojos.
Pienso en ponerme a escribir y la verdad es que no estoy muy inspirado que digamos.
Hace unos meses empecé a redactar una novela, pero he parado porque se está convirtiendo en una apología de tus ojos y me parece un coñazo, no por tus ojos sino por mí.
Mientras bostezo reviso escritos pasados, ya sabes, el ego del escritor. Hay uno que habla sobre vivir juntos en cualquier país que lleve tu nombre y de tener dos hijos a los que llamaremos en homenaje a Jaime Bayly 'clítoris y circuncisión' y que por más que nos abandonen de mayores en un asilo de dudosa profesionalidad (normal, con esos nombres) nuestros cepillos de dientes seguirán besándose en el mismo vaso. Sería romántico, sí, pero ahora mismo me parece una guarrada.
Hay otro que tiene un postdata repitiendo la palabra 'te echo de menos'. Vaya, me acabo de dar cuenta que soy un pesado con los versos repetitivos.
Todos los que encuentro hablan de ti, y creeme que me gustaría poder llamarte por tu nombre pero me corre un miedo atroz que no vengas cuando lo haga. Llamarte. Desde entonces no pronuncio tu nombre en esta esquina de la casa.
Hay todo tipo de escritos sobre la mesa como en un juego de mus, solo que aquí se apuestan sentimientos y yo ya voy perdiendo por envites. Es como si en estos escritos pasados buscara un futuro que se me escapó, ese último suspiro antes de morir, ese verso inconcluso que se te queda en la punta de la lengua.
Si supieras que he borrado tu número de teléfono aproximadamente 30 veces, que he luchado con mi dedo índice para no señalarte cuando me preguntan dónde me duele.
Y tú que siempre vuelves como un borracho al bar donde lo sacaron alguna vez a patadas a sacarme los suspiros de la boca.
Y no quiero escribirte, de verdad que no quiero, pero me corren insectos por la piel cuando te imagino apareciendo por mi puerta con tus aires de niña pretenciosa, de opusina viciosa de placer, con esos pelos rojos desafiando al mismo diablo, con sangre azul y pies de plomo aplastando con malicia las flores de mi jardín.
Y me muero de vergüenza cuando salgo a la calle y no eres tú la que me mira. Y me siento un extraño en las minifaldas de los bares donde no estás y sólo tiendo a pedirme tres cervezas y cinco preguntas sin respuestas en los baños.
Y despertarme duele y dormir es la muerte por ahogamiento del colchón.
Y no quiero, no, sentarme a escribir esto.
Así que cierro el cuaderno aquí y me pongo con la novela ya:

"...y ella pasó por aquel portal donde los sueños son preciosos.
Y son de otros."

¡Joder!

domingo, 8 de septiembre de 2013

Corazón sin tinta.

Ahora que sólo somos dos conocidos más del facebook entre tantos rostros que hacen pública la tristeza.
Ahora que sólo le damos "me gusta" a las indirectas disfrazadas de frases ingeniosas.
Ahora que sólo soy un punto más en tu ordenador, un nombre en tu móvil, un extranjero en tu vida.
Ahora que tu risa la imprimo en un folio A4 y tu infancia la veo dándole click a un botón.
Ahora que tus cabellos son un filtro más del Instagram y no un sueño entre mis dedos.
Ahora que descargo tu mirada en el disco duro portátil y la conecto a todas las corrientes de mi memoria.
Ahora que mi vida entera depende del en linea del wathsapp.
Ahora que me vibra más la conciencia que el teléfono.
Ahora que el futuro es una simple aplicación.
Ahora que no te conectas y me vuelvo loco...

Ahora
es cuando más te necesito.
Entera y real,
porque te echo de menos.

sábado, 7 de septiembre de 2013

La penúltima y me voy.

Recuerdo a la andaluza que me miraba la polla siempre que hablábamos. Se mordía el labio inferior y acariciaba mi entrepierna muy despacio con los dedos. 'Eres una cabrona', le decía. A ella le gustaba ponerme nervioso frente a la gente, y no se cortaba al darse la vuelta y bailarme como la mayor felina en celo de la historia. Cuando me besaba el cuello, algunas veces, me dejaba moratones de esos que no sabes cómo justificar frente a una madre y se burlaba de mi cara de pardillo frente a sus piernas '¿qué pasa? Parece que nunca has visto un coño depilado' me decía. Y la verdad era que hasta entonces no había visto un coño tan bonito más que depilado. Era tan perfecto ante mis ojos que daban ganas de montarte una tienda de campaña y pasar todo el invierno allí metido. Los jueves, al salir ella del trabajo, nos dábamos un paseo por la montaña de noche. Siempre nos gustó eso de la maldad que genera la oscuridad, aunque no éramos capaces de matar a una mosca y ella siempre gritaba cuando veía una araña, pero el juego de ser dos rebeldes por el mundo nos ponía muy cachondos. Una vez nos pillaron haciendo el amor (sí, ese día no te follé). Estábamos en el sofá de su casa y su madre tenía llave del piso. La imagen fue patética. No nos había dado tiempo a quitarnos la ropa, así que con los pantalones a la cintura, ella a cuatro patas y yo cogiéndole de los pelos como había visto en las películas porno. Su madre pegó un grito y se tapó los ojos. Yo no sabía dónde meter la cara, bueno sí, sí que sabía, pero no era propio hacerlo frente a su madre. Ese día cenamos los tres y por vergüenza, de unos más que otros, no tocamos el tema en toda la noche.

Recuerdo a la madrileña pija de lavapies. Era rubia y tenía novio, aunque a mí me veía los lunes y algún que otro viernes. Su novio era un tío 'bien' que trabajaba de supervisor en una multinacional (no pondré el nombre por eso de que la publicidad sin lubricante no mola) y tenía un Audi tt descapotable. Cuando venía los lunes a verme traía unos tacones altos y las bragas las llevaba a juego con el color de la camiseta que tocaba. Al terminar de follar ella se arrepentía, no de follar conmigo, sino de engañar a su novio. Me contaba lo bueno que él era y lo puta que se sentía cuando venía a verme. Claro, todo esto me lo contaba con sus sueños apoyados en mi pecho. Tenía las tetas firmes y duras, y unas curvas que daban ganas de recorrerla entera en bicicleta (sí, yo no tengo un Audi tt), y el color de su piel con sus lunares daban la sensación de estar mirando un cielo en negativo. Cuando se iba de mi casa me besaba como en las películas, cogía con sus manos mi barba mal afeitada y frotaba su nariz contra la mía. 'hasta la próxima bombón' gritaba. Hasta el lunes señorita, respondía.

Recuerdo a la extremeña que no sonreía, directamente le reventaban fuegos artificiales en la boca. Tenía 22 años y vivía con su padre. Era la menor de tres hermanas, las otras dos cogieron sus maletas y fueron en busca del sueño pro-metido en los telediarios. Quería ser actriz y jugaba a cambiar de personajes en la cama. Puedo decir, y muy orgulloso, que me he follado a la mujer maravilla, Eva Gardner, Lucía la Piedra, Michelle Obama, Rosa del cuarto, La Virgen María, Madonna, Charlize Theron, alguna que otra vía andante y a Marujita Díaz (de esta última no tengo buen recuerdo). Y decía que me quería mirándome a los ojos y yo se lo demostraba metiéndome dentro de ella. Tenía la piel suave y brillaba como un deseo de boda. Siempre se levantaba cantando y a mí eso me encantaba, preparaba café y mientras tomábamos desayuno me contaba de todos sus planes de futuro. Claro, creo que nunca se dio cuenta que sin querer, o tal vez queriendo, no me incluía en ellos. Andaba siempre descalza y bailaba en los parques con una litrona en la mano. Tenía un cartel en el pecho con la palabra 'libertad' y nunca fue de nadie, pero a la vez lo era de todos. Una mañana desperté y se había ido. En una carta que dejó sobre la mesilla de noche ponía que su hermana la necesitaba y tenía que irse con ella, y que no se despidió porque nunca le gustó cerrar la puerta de las casas bonitas' esa noche lloré. Lloré tanto que lo hacía ya sin lágrimas en los ojos. Hasta el día de hoy no sé nada de ella.

Recuerdo a la catalana amante de la cocina y de las comidas por la mañana. Así daba gusto despertar joder. Me podía pasar el día despertando entre sus piernas, en la curva de su sonrisa, en la línea recta de su mirada o en la canción de sus palabras en mi oído. Los domingos me invitaba a probar recetas nuevas que inventaba. Vomité tres veces. No porque su comida sea mala, faltaría, sino porque me obligaba a comer cosas que no me gustan, pero como buen ¿novio? me comía lo que hiciera falta por el simple hecho de que iba a ser feliz. Cuando se enfadaba gritaba insultos en catalán y le jodía que yo me riera de sus estropicios, entonces cruzaba los brazos y cerraba las piernas como castigándome y no me quedaba otra cosa más que volver a comer. A ella y a sus recetas.

Recuerdo a la pamplonica de ojos azules que me robó 730 sonrisas. Cuando nos conocimos y antes de regalarle parte de mi futuro sin futuro, dábamos largos paseos por un buenos aires que temblaba cuando ella se asomaba por sus calles. Era normal tenerle miedo, era la mayor enemiga de la muerte. Ella me contaba sus historias y de lo coñazo que fue la carrera de psicología. Cuando me hablaba y hacía ese gesto de enamorarme hasta el odio, yo pensaba 'aquí te voy a besar, no, mejor aquí, o en el portal de aquél edificio azul, mejor entre los árboles o dentro de un cubo de basura... te voy a besar en la rodilla y te voy a comer el coño, mi amor, como nunca te han querido en la vida' y ella, claro, seguía hablando. La primera vez que la besé fue en un bar donde el camarero colombiano no dejaba de traernos cerveza, mientras lo hacía, besarla, me cogió la mano y supe en ese momento que ese beso me iba a doler en mi no-futuro. Luego nos fuimos a casa y antes de entrar por la puerta me volvió a besar y no pudimos con nuestras hormonas revoloteadas y enamoradas como dos adolescentes que se dan la mano a escondidas a la salida del colegio. Y follamos tanto, y nos quisimos tanto, que el amor eran dos gotas de semen y un mar de fluidos con nuestros nombres. Su espalda era un mapa que escondía un tesoro señalando siempre el norte de sus muslos, y yo me perdí de amor, de celos, de noches con resaca, me perdí tanto que cuando volví a ver su espalda desnuda no me reconocí en ella. Y luego llegaron las peleas absurdas, las llamadas vacías, las lunas por la ventana bajo una lluvia de lágrimas, el botón del intercomunicador sonando en mi cabeza como una melodía repetitiva 'no te quiero, no te quiero, no te quiero...'. Así que, llegados a ese punto no tuvimos más remedio que decirnos perdón. Y adiós.

Ahora mismo mi vida es un no saber a dónde voy y eso también está bien. No tengo a alguien que me diga guarradas al oído, pero algunas noches tiro de teléfonos. Vacíos por cierto. Tengo un perro que me da abrigo por las noches, amigos que me mienten y me hacen feliz y una familia que imagino no me lee por eso de 'que vulgar eres hijo mío'. Pero tampoco me importa mucho.
Ahora sólo me queda esperar a que pase el tiempo.

O que el tiempo pase de mí.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Escribir.....................no me ayuda.
La distancia.................no me ayuda.
El recuerdo..................no me ayuda.
Un abrazo....................no lo tengo.

Estoy solo,
siempre he estado solo,
ahora no me va a cambiar nada.

martes, 3 de septiembre de 2013

La melancolía de un cigarro sin cerveza.

A veces pienso cómo sería si la abrazara a destiempo,
quiero decir,
en medio de una conversación,
en mitad de un giro de sueño,
cuando esté a punto de pagarle a la cajera del supermercado.
abrazarla, vamos, donde sea y como sea
pero abrazarla.


No lo sé,
me paso el día así,
imaginado todas las posibilidades de cariño que tendría de tenerla al alcance de las manos.


Por ejemplo,
cómo sería besarle los hombros,
o medirle los espacios entre costilla y costilla,
dibujarle con los dedos un corazón en el vientre,
tomarle de la mano al cruzar la calle,
cómo permanecerían mis ojos si la vieran peinarse de madrugada,
qué sentiría si ella por esos milagros de la vida apoyara su cabeza en mis piernas,
cómo me temblarían los brazos en ese momento.


Estoy seguro que de estar tan cerca hay peligro de combustión espontánea.
Y no me importa quemarme,
para tal caso ahora mismo ya estoy ardiendo.


Y me empieza a preocupar qué lado tengo que dejarle de la cama,
o cómo le gusta el desayuno los inviernos, si desnuda o en bragas,
si le gustará el rincón derecho de mi entrepierna,
si le picará mi barba de tres días,
si las duchas son separadas o en común acuerdo,
si los fines de semana tengo que llevarle flores,
cómo conseguiré extraer cada sonrisa de su boca,
después de cuántos suspiros tengo que decirle 'te quiero',
si querrá que la busque cuando se sienta perdida,
si tengo que leerle un libro antes de dormir,
si le gustará la cerveza en los bares o las fiestas a escondidas,
si tengo que cambiar el color de mi casa para que haga juego con sus ojos,
si odiará mis bromas absurdas,
si soportará que la mire todo el tiempo aunque resbalen mis codos en el intento de hacerlo...


Así me paso todo la vida.
Pensando.


Lo bonito sería realmente
que ella,
algún día,
girara la cabeza
y por fin se diera cuenta
que yo también existo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Te busqué.

Te busqué,
te lo juro que te busqué.

Te busqué en la puerta cerrada de la habitación,
en las pestañas perdidas de las mejillas,
en los versos de los poetas,
en la comisura de los labios,
en el estribillo de una canción,
en los vellos de mi entrepierna,
en el tabaco de los vagabundos,
en el cajón de la ropa interior,
en la parada de autobús,
en las gasolineras de pueblos olvidados,
en los pliegues de las minifaldas,
en los paraguas de los chinos,
en los bares a las 5 de la mañana,
en la copa de soledades ajenas,
en los segunderos del reloj...

Te busqué debajo de mi cama,
entre las sábanas,
desmonté los armarios,
junté un océano con mis lágrimas y no te vi en ellas,
le pregunté al viento y no me dijo nada,
entre mis sueños perseguí fantasmas y los amenacé de vida por si escondían tus recuerdos,
salté en los charcos como a ti te gustaba,
convoqué conjuros,
falcifiqué promesas,
rompí fábulas de historias pasadas,
me adentré en los cuentos,
maté princesas borrachas de celos,
planifique un órdago de sonrisas,
le grité a la lluvia,
planté árboles de deseos obsenos...

Te busqué, te lo juro.
Pero no te encontré.

domingo, 25 de agosto de 2013

¿A qué huelen los recuerdos?

Voy a masturbarme mirando tu
lado vacío de la cama.

Voy a acuchillar el onanismo absurdo de la memoria intentando juntar los trozos de un recuerdo sin futuro,
porque las heridas se curan abriendo una zanja más grande,
donde enterrar tus fotos,
tus mamadas de resaca,
tu aire de aventurera que hoy vaga en esta casa como un fantasma.
Y me jode sobremanera tener que recurrir a un sitio vacío donde sólo queda tu silueta dibujada en mi cabeza.
La de abajo.

Que disgusto.

Ayer hacía recuento de las cosas que has dejado olvidadas al irte,
pasaba lista a los cajones vacíos (sí, aún no los he llenado, no tengo cosas tan grandes que cubran tu ausencia).
Y son cinco,
cinco cajones perdidos en esta habitación que aún sigue buscándote,
cinco cajones de mierda que no puedo dejar de ver por las noches.
Están ahí,
callados y alertas,
confundiendo tus gemidos con mi llanto.
Te echan de menos.
Los cajones.
Y yo.

Las paredes tienen las marcas de tus uñas,
como las marcas que deja un preso contando en lágrimas su tan esperada libertad.
Y eso me siento yo,
un preso en estás cuatro paredes mustias,
condenado a mirar de pie los sitios donde follamos.
Mi delito fue hacértelo con ganas,
disfrutar de tu espalda arqueada
y tus gritos con eco,
cogerte con furia de los cabellos y drogarme con tu olor.
Mi delito fue sentir tu cuerpo sudado,
mirarte a los ojos en cada orgasmo,
sentir que éramos uno.
Sentir que éramos algo.
Y ahora estoy aquí,
encerrado en una jaula de adioses,
con las alas rotas,
sin posibilidad de volar.

La cocina es una pila entera de platos sucios,
comida pudriéndose en el frigo,
una copa con la marca de tus labios que se burla de mí a la distancia,
un recuerdo de los dos sentados,
yo en la silla y tú en mis piernas, preside la imagen central:
tú acaricias mis mejillas con los dedos y yo te meto mano por debajo del vestido blanco,
ese vestido blanco que tanto me gustaba verte puesto,
ese vestido blanco que tardaba tan poco en quitártelo,
ese vestido blanco que ahora es el protagonista de mis pesadillas,
de la única conversación que mantengo conmigo mismo los días que voy borracho.
Y ahora será otro el que estará con la mano debajo,
recorriendo el camino imaginario que dibuje de tus muslos a tu coño,
será otro el que te quite el vestido blanco,
tiñendo con su olor a tabaco nuestros momentos.
Que asco Joder...
Ahora sólo me paso el día mirando al suelo,
asfixiándome en la idea de que no seré más tu cimiento,
tu punto de apoyo para mover el mundo,
tu recuerdo bonito de un día malo.

Voy a apagar la luz,
voy a abrir la ventana
y me voy a masturbar.

Me voy a masturbar pensando en por fin decirte adiós.

jueves, 22 de agosto de 2013

Lo que sé del amor.

Lo que sé del amor es que tiene el pelo rojizo y los ojos claros,
pinta cuadros a carboncillo y sueña con vivir en Nueva York.
Disfruta de los bailes, de los cigarros por la ventana y si sonríe porque el tiempo lo exige,
puede bloquear hasta al más bravucón de los piratas.

Lo que sé del amor es que el 69 formó un 96 con inocencia,
que es tímida por instinto natural y que huele a flores recién cortadas,
que sus labios son dos manzanas y dan ganas de morderla,
que entre idas y vueltas ha clavado su bandera en el portal de mi casa.

Lo que sé del amor es que forma un huracán por donde pasa,
que si la miras mucho tiempo los ojos se te hacen chiribita,
que si te cuenta sus angustias es inevitable pensar en abrazarla,
porque tiene esa ternura,
esa magia de musa que cuentan los que aman.

Lo que sé del amor es que me manda mensajes sin motivo alguno
y a mí me encanta que juegue a enredarme el destino,
que me escucha atenta y me hace creer que le importo
y eso es lo más honrado que se le puede hacer a uno que habla aunque lo que diga no tenga sentido.

Lo que sé del amor es que sueño con vivir debajo de su falda,
hacerme una cabaña en sus lunares, beberme su tristeza y darle la mano las veces que haga falta,
saber que por donde mire estará ella mostrándome sus cicatrices y yo lo aceptaré sin juzgarla,
porque este camino es a medias,
sin desvíos,
sin desgracias.

Lo que sé del amor es que es la cosa más bonita que conozco
y puede que quizá ella también lo sepa mañana.