domingo, 26 de julio de 2015

Un día como hoy, hace un año, estaba en el aeropuerto rumbo a Rumanía.
Ahora me encuentro tomando una cerveza y sintiendo el mismo vacío que sentí al subirme al avión, hace un año, contigo.
Los amigos que me acompañan hablan entre ellos sin tener ni puta idea de todo lo que me está pasando por dentro.
Ni siquiera se dan cuenta de que escribo.
Supongo que desde que no estás a mi lado soy menos interesante, o brillo menos por tu ausencia que se ha convertido en algo cotidiano como eso de levantarse temprano por el jodido calor.
Con la diferencia que aquí hace mucho que no arde nada.
También ayuda que me haya quedado en silencio, mirando una farola que no enciende del todo.
Una excusa, como tantas otras que tengo para no cruzarme contigo.
Los días que me quedo en casa leo los libros que has dejado en la estantería por si alguno tiene la respuesta a mis cientos de preguntas, o por si escondido entre sus páginas encuentro una nota tuya diciendo: Ven a verme tontito, que sigo sintiendo lo mismo.
Pero lo único que encuentro es polvo, nostalgia y mis manos sujetando el daño.
Sí, sigo siendo el idiota que recuerda las fechas importantes, que se sobresalta cuando le vibra el móvil, al que le faltan tus ojos para bañarse en ellos y que le den por culo al mar.
Joder, que este verano sin ti es mi peor invierno.
Y de eso no tengo duda.
Pero mejor no sigo, puedo ponerme a llorar en cualquier momento y entonces se darían cuenta, y suficiente tengo con sonreír fingiendo que todo está bien.

"¿Qué chicos, otra caña?"

domingo, 12 de julio de 2015

Y menos mal...

Menos mal que te fuiste.
Así no tendrás que mirarme más por la mañana,
ni soportar la manera que tengo de besarte cuando despiertas,
ni esperar en la cama fingiendo que duermes a que suba con el desayuno del bar de la esquina,
o arropar con caricias las resacas del domingo después de una noche de guerra.

Menos mal que te fuiste.
Así no tendrás que aguantar mis abrazos apretados como si el mundo se fuera a acabar con tus bostezos,
ni mi constante manía de darte golpecillos en el culo para meternos en la ducha,
no tendrás que reventarte los oídos con mis palabras susurrando en tus costillas,
ni secarte el pelo lidiando con mis impulsos de abrazarte por la espalda.

Menos mal que te fuiste.
Así no tendrás que regar los girasoles de tu terraza,
ni escuchar mis cansinos poemas hablando del brillo de tus ojos,
no tendrás que bailar todas las canciones después de una botella de vino,
ni mirar hacia arriba al bajar las escaleras de mi casa.

Menos mal que te fuiste.
Así no te incomodará mi barba rebuscando en tu entrepierna,
ni gastar el timbre de tu voz pidiéndome que te vuelva a comer el coño,
no tendrás que soportar mi cuerpo sudado junto al tuyo,
ni escuchar otra vez eso de: Espera cariño, que me quiero correr contigo.

Menos mal que te fuiste.
Así podrás borrar mi número de tu agenda,
y leer los libros que quieras sin escuchar mis críticas inoportunas,
podrás creer y crear el teatro que te de la gana,
y soportar sola, o con otra piel, las cenas sorpresas.

Menos mal que te fuiste.
Así podrás hacer de tu día un lugar maravilloso y no enterrarte en el infierno de mis sueños,
ni tendrás que darme la mano al caminar por la calle,
no tendrás la agonía de presentarme a toda tu familia,
ni que todos tus amigos sepan de mi existencia.

Menos mal que te fuiste
y no te veo.
Porque no conozco peor despedida
que volver a saludarte
con dos besos.

viernes, 3 de julio de 2015

Te sigo buscando en mis escritos,
sobre el escenario,
en las buenas noticias
y en las malas.
Te busco sobre la cama,
debajo de ella,
en el desayuno
y de camino al trabajo.
Te busco entre la gente,
en los despistes,
en todos los rincones de esta
ciudad donde me siento extranjero.
Te busco en la manilla de la ducha,
en los granos de arena de la playa,
en las huellas que dejaste en las baldosas,
por las ranuras de la puerta
y dentro del armario.
Te busco, te busco y te busco.
En el humo del cigarro,
en los botellines de cerveza,
en los bares a las tres de la mañana,
en las minifaldas
y en el sonido de la risa.
Te busco entre mis lágrimas,
en el timbre de las bicicletas,
en los libros que dejaste,
en las cremas del baño,
en los gemidos de la vecina.
Te busco mientras me masturbo,
te busco mientras me hago daño,
te busco, incluso, cuando me descubro buscando.

Y ya no sé dónde más buscar.
Por eso me siento y te escribo
por si un día lo lees,
y sepas que te sigo buscando.