miércoles, 31 de diciembre de 2014

Fin de año en las afueras.

-Córrete dentro- me dijo mordiéndose el labio inferior,
mientras me cabalgaba como una rea que disfruta del tercer grado.
Sudábamos.
Así que yo apreté el gatillo.

Nos corrimos a la vez,
estoy seguro.

Hubieron unos segundos de silencio,
con la mirada de cada uno clavada en los ojos del otro.
Ella recostó su cabeza en mi pecho y me susurró en el oído: No la saques por favor. Todavía no.

Y eso hice.

Nos quedamos pegados como dos perros callejeros,
dejando que el amor haga lo suyo.
Pasamos un largo rato así,
en el reproductor sonaba "I've been loving you too long" de Otis Redding
y yo le acariciaba el antebrazo con los dedos.

Nos levantamos de la cama para ir al baño, ella se sentó en la taza y se despeinaba sonriendo
-si me sigues mirando así no podré mear- dijo,
así que le di un beso y salí.
Encendí un cigarrillo y me puse a fumar en la ventana.
En la calle no pasaba nada interesante: el camión de la basura, una pareja que discutía porque llegaban tarde no sé dónde, las luces de los edificios apagadas...
Como digo, no pasaba nada.

Ella me abrazó por detrás envuelta con la sábana y me quitó el cigarrillo -te quiero- le dije,
-¿por qué?- preguntó.

No le respondí.

Di media vuelta y la abracé por la cintura,
ella, en puntillas, hizo lo mismo con mi cuello.

Nos fundimos en el sin saber del futuro,
con los ojos cerrados nos perdonamos,
nos cicatrizamos las heridas en el intento de entender porqué afuera no pasaba nada cuando por dentro de esa pequeña habitación los milagros se sacaban el sombrero.

La miel de los labios,
el néctar de tu nombre cuando lo pronuncio,
y todos esos pequeños detalles insignificantes que te llenan de significado.

-Me voy a la cama ¿vienes?
-Ahora voy.

Ella se recostó de lado, como le gusta dormir,
y yo me quedé de pie observándola.

Es 31 de diciembre ya,
y yo sigo haciendo lo único que sé hacer.
Mi año nuevo empezó cuando te conocí.

Puedes llegar 2015.
Estoy preparado.

viernes, 19 de diciembre de 2014

A Anna le gusta reír. 
Ríe todo el tiempo y por cualquier cosa: de nervios, cuando está cansada, después del café de la tarde, mientras come, cuando lee, cuando se le da por el deporte, cuando viaja en bicicleta, cuando tiene frío, en los supermercados, antes de meterse en lacama y doy fe que incluso ríe mientras duerme. Se ríe también de ella misma, de su ropa, de sus miles de peinados, de las veces que se mira en el espejo, cuando tropieza con los bordillos, cuando se distrae, cuando mira el cielo y sueña con las nubes. También se ríe de mí, de mi barba, de mis ataques de mayor, de mis manías, de la forma en que camino, cuando me pongo cursi, cuando la adorno con palabras...

Ella ahora está en su casa, 
haciendo sus cosas
o creándole a la vida adjetivos.

Todo aquí está en silencio.
Nadie ríe.
Nunca he sentido tanto miedo.

martes, 16 de diciembre de 2014

Para verte como te quiero ver,
como herida cicatrizada,
es necesario cerrar los ojos.
Y confiar,
que la realidad no se me aparezca en sueños.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Agradecido de no saber quiénes son.

Dicen algunos que soy escritor. El resto ni siquiera me conoce.
Y cuando digo el resto me refiero a la gran mayoría del planeta.
Escribir no es mi forma de volar, sino de no caer.
Aprender a encontrar el equilibrio entre mis desgracias y tu risa, por ejemplo.
Escribir es gritar sin necesidad de abrir la boca.
Es meter la cabeza en el fondo del mar y soñar con sirenas que te quitan la ropa y te lamen los dedos.
Es el tic tac de unos tacones a las cinco de la mañana.
Es pilotar un avión de papel.

No tengo grandes metas en la vida.
Soy feliz con lo que tengo, o conformista en palabras de mi padre.
Soy adicto a la soledad, 
siempre la he elegido sobre todas las cosas.
No es bueno salpicar con mierda la efusividad de la gente.
Por eso decido estar solo.
No soy guapo, ni fuerte.
Vivo en un piso de alquiler y no tengo un trabajo estable.
Lo único estable que tengo es una mesa que monté en el salón de casa para poder mirar por la ventana 
y escribir o dibujar.
Bueno, es lo mismo.

Y qué más te puedo decir que no conozcas ya de mis ojos.
Que mido un metro setenta,
que en invierno todos los huesos me sacan mentiras,
que tardo en dormir,
que me gusta más la noche que el día,
que prefiero las cervezas a los tranquimazín. 
Que las últimas cuatro navidades las pasé comiendo kebap en la alfombra mirando fotografías de pequeño.
Que echo de menos a mi familia,
los abrazos cuando te derrumbas. 
Todo eso.

Soy un tío por lo general inseguro.
Y esa inseguridad hace que fracase en muchísimas cosas que me propongo hacer.
Ya no creo en los reyes magos
hace mucho tiempo que dejé de creer en la magia.
Pero sigo esperando el milagro que me arranque toda esta impotencia de cuajo,
que me deje abiertas las heridas y entender por fin 
qué soy cuando te alejas,
qué es lo que hay después,
del después,
de ti. 

Alguna esperanza queda.
De existir.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Mucho tiempo ocupado. Eso dicen.

Es que sin ti ya no sé lo qué es ser libre.

He empezado a dibujar con lágrimas corazones en las paredes
donde todavía quedan las marcas de tus uñas.
Me han quedado horribles,
nunca se me ha dado bien el artisteo.

Mi rutina sigue intacta como la dejaste:
contando el sonido de tus tacones antes de dormir,
con los pies fríos de tanto esperarte.

Viajar al baño como quien busca una excusa.
Lavarme el cuerpo.

Y la vida

Mente en blanco.
Ruido negro en la azotea.

Tu cepillo de dientes no lo he movido de su sitio,
es el único rastro de tu sonrisa que queda en esta casa.

Caminar descalzo y confundir mis huellas con las tuyas,
calcetines agujereados,
pijama de carne mordiendo el invierno,
y tus cremas de vainilla.

Salir del baño y llegar a la habitación,
arrancarme la memoria,
y dejarme caer en la cama creyendo  que vuelo.

Pero no.
Caigo.

La gente suele confundir caer con volar.
Yo el primero.

Una ametralladora de palabras en libros que sólo hablan de ti.

Ya no creo en la mesilla de noche que no hace más que contar mentiras,
ni creo en el vaso con agua de dudas,
ni en la lámpara que por más que frote no aparece el genio
sólo luz en la bombilla.

Y yo estoy tan lejos de todo eso...

Dar vueltas y vueltas en la cama,
ponerme el edredón hasta la barbilla
y sentir un precipicio en el lado izquierdo del infierno.

Por favor,
dile a tus demonios
que no duerman conmigo.

Si no vienes tú
con ellos.