domingo, 20 de abril de 2014

Táctica para ser invisible.

Dentro de cualquier oscuridad sabré encontrarte
si me sigues mirando así,
con ese señuelo de carne que lanzan tus labios
cuando pronuncias mi nombre.
Ni las peores pesadillas me despiertan tan agitado
cuando se te da por desordenar el suelo con tu ropa
o decorar con tus bragas el tendedero de mi vida.
Podría ser vulgar con cualquier adjetivo con el que intente calificarte,
pero las palabras se hacen pequeñas si van acompañadas de ti
o de cualquier paso de sueños que das.

Escribir es sólo un acto reflejo de las ganas que tengo de verte
y de alguna manera son motivo de imaginarte y se hace más llevadero el día a día,
dentro de la rutina de distancias a la que te tengo acostumbrada
porque no sé llevar mejor estos logros cuando te tengo cerca.

Debería existir un diploma para el que sepa hacerte reír,
o encontrarte las cosquillas que te provocan sin ni siquiera tocarte.

Y que me odies cuando me pongo cursidramático
hacen que me enamore de tus gestos cuando frunces el ceño
y exiges que te siga mordiendo las piernas.

Para ser sincero no sé en qué momento te quedaste presa en mis pupilas,
o cuando me vi reflejado en tus ojos por primera vez,
porque sabemos de sobra que no es culpa del tiempo
ya que es sólo eso: tiempo.
Pero desde que nos dimos cuenta que las lágrimas también unen
no nos preocupa demasiado la palabra daño,
como si no existieran motivos para hacérnoslo.

Saberte primavera por adelantado
y fumarnos tres canutos de universo
tirados en el mar de nuestros proyectos futuros,
que son estúpidos, pero nuestros
me dan ganas de quitarte la ropa.
Joder, siempre tengo ganas de quitarte la ropa,
y los recuerdos cuando llegas estresada del curro,
y la razón cuando te da pena no irte.

Crear y creer siempre van de la mano
y quedarme sentado esperando nunca se me ha dado demasiado bien.

Vamos hacer del norte un picadero
y del centro una ciudad vacía,
que nos echen de menos si se enteran.
Tengo las maletas preparadas,
¿te vienes?
¿o qué?

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Martes 29 de abril y 13 de mayo a las 21:00 estoy en Sala Fènix (c/ Riereta 31 - Barcelona) con mi nuevo espectáculo poético - musical "En la estación de tu no llegada", música, palabras, flashmob... (esto último es para tirarme el rollo). 

Espero veros por allí y me cuenten un poco de vosotros.
Con unas cervezas, claro.

Reserva de entradas en: www.salafenix.com




lunes, 7 de abril de 2014

Valiente

“Soy un tío valiente” me digo mientras recojo la ropa del suelo
y ato los cordones de las zapatillas que decido llevar ese día.
Mientras lo hago, practico en voz baja eso de soltar sentimientos
como quien saca la basura después de una noche de fiesta:
con cuidado de no romper la bolsa y la mierda termine otra vez por los suelos.
Teniendo en cuenta el clima de mis emociones abrigo lo que me queda de sinceridad
y salgo a la calle con los segundos rozándome los talones,
pero los cordones atados para no tropezarme.
Otra vez.

“Soy un tío valiente” me digo mientras el aire de la primavera va en dirección contraria
y yo lucho con los semáforos en rojo,
los peatones cabalgados por deudas, pero con trajes a la moda,
contra los quince bares que adelanto antes de llegar a la parada del metro
que me retuerce el estómago con sólo verlo crecer.
Y la escalera, claro, que lleva tu nombre desde el día aquél que tropezamos.
¿Lo recuerdas?
Tú con las prisas porque ibas a perder el tren
y yo, acostumbrado a eso, caminaba escribiendo frases en el móvil.
Hola, me dijiste.
Adiós, te conteste.
Sí, así de patético y distante.

“Soy un tío valiente” Me digo mientras me aferro a la barandilla
y me alejo de la seguridad de la calle.
Sí, el metro me sigue dando miedo.
Y las veces que digo tu nombre en voz muy baja
y el eco de tu ausencia termina creando terremotos.
También le tengo miedo a la muerte,
antes ni siquiera me importaba,
hasta me burlaba de ella,
pero un día apareciste en mi puerta con el pelo mojado por la lluvia
y sonreíste...
y bueno, ya sabes.

“Soy un tío valiente” me digo mientras me dirijo al bar donde estarás sentada
bebiendo una cerveza,
liándote un cigarrillo de ese tabaco tan raro que fumas,
leyendo a Montero o Cortazar y subrayando las frases que te atrapan.
Estarás allí,
llenando el bar de miradas curiosas,
de gente que no se atreve a hablarte,
de recuerdos en cabezas de borrachos
que hablarán de ti como una fábula en su historia.

Y yo camino como si el mundo se estuviera cayendo a pedazos,
con un solo objetivo,
con prisas,
con tu aroma rescatado de las sábanas,
apretando los dientes,
los puños,
suplicando al tiempo que me devuelva los segundos que pierdo mientras duermo
y no te miro,
y no me miras,
y no es justo,
nada es justo.
Y el tiempo avanza
y yo te juro amor,
que me vuelvo héroe,
que me vuelvo aire,
que me vuelvo agua,
valiente, valiente, valiente...

Y llego puntual por desgracia,
hubiese preferido llegar antes.
Abro la puerta,
el silencio se apodera de mis manos,
...de mis ojos...
...de mi voz....

Y tú me ves, sonríes y dices:
“ven aquí valiente y dame un beso”
Y entonces

yo me hago picadillo.