Voy a tomarme un descanso para poder mirarte muy despacio
mientras te mueves.
Para observar esa columna de sueños que dejas mientras
caminas de un lado a otro moviendo las caderas.
Te levantas de la cama con las sabanas enredadas en las
piernas,
bostezas y estiras los brazos,
vas caminando somnolienta al baño,
te miras en el espejo, abres bien los ojos y sonríes.
Te lavas los dientes con fina ternura,
te miras otra vez en el espejo y dices “vaya cara” y vuelves
a sonreír.
Caminas a la cocina,
te quedas dubitativa mirando por la ventana y detienes el
tiempo,
me miras y, como no, vuelves a sonreír.
Preparas café para dos,
te sientas en la silla blanca de la cocina y otra vez miras
por la ventana,
el brillo del sol te da en las mejillas,
rozas con los labios la taza y pienso “hasta tomando café
estás buena”
y esta vez sonrío yo.
Me miras, te levantas y te sientas en mis piernas.
¿Qué haces? Preguntas en voz baja,
me besas y recuestas tu cabeza en mi hombro.
Escribo, respondo.
Espero que sea sobre mí, me dices y sonríes.
Hay que ver como me conoces…
Te levantas y vuelves a estirar los brazos dejando ver el
perfecto paisaje de tu cuerpo.
Caminas por el pasillo hasta el salón,
te tumbas en el sofá,
enciendes un cigarrillo y cantas a son de broma “fumando
espero” de Carlos Gardel,
yo no me puedo resistir a tan original llamada de atención,
así que me dirijo al salón y me siento a tu lado.
Te acaricias el pelo con una mano y me miras,
puedo ver como tus labios se posan muy despacio sobre el
filtro del cigarrillo
y vuelvo a pensar “hasta fumando estás buena”
y sonrío.
Acaricias con tus pies mis brazos
y yo juego a no hacerte caso
y terca tú frunces el ceño y gritas “discúlpeme señor
artista no lo volveré a tocar”
y me siento como una mierda…
basta con un segundo de tu distancia para sentirme como una
mierda.
“No te lo tomes a mal” te digo mirándote a los ojos
con cara de momento inoportuno.
“Eres un capullo” me repites y te abalanzas sobre mí como
una leona
y nos amamos en ese pedazo de universo,
tragándonos los sudores con alevosía,
besándote cada rincón del cuerpo,
procurando no dejar margen a la imaginación,
queriéndonos,
lamiéndonos,
oliéndonos…
Ahora estamos sentados más juntos que antes,
con el sabor del café mezclado en los labios.
Y es que nuestra relación se basa en eso:
en sonrisas y miradas.
Y eso,
joder,
es perfecto.