lunes, 24 de agosto de 2015

Los escritos que te debo

"Escribir no es mi forma de volar,
sino de no caer".

Así describía mi página de Facebook hace poco más de seis meses. Pero yo volé, os lo juro. Me enseñaron a volar unas manos que yo apreté tan fuerte que me quedaron marcas de sus huellas en los dedos.
Marcas de todos sus abismos.

Y amé. Amé por encima de todo. Amé por encima de mí mismo.

Esas manos ya no están y ahora ya no vuelo: sobrevivo.

Y me quedé así, soñando con los aviones de su pelo, con las cataratas de sus caderas los días que le lloriqueaba en el cuello que por favor me dejara jugar con sus lunares.
Me quedé hecho un desastre, perdido y en silencio.

Ahora, después de toda esa catástrofe, me vuelven a dar la oportunidad de gritar:

En septiembre sale a la luz el nuevo poemario (el tercero ya, hay que joderse) LOS ESCRITOS QUE TE DEBO.
Con el prólogo de una persona a la que admiro y para mí eso ya es todo un lujazo: Mikel Sanz Tirapu.
Éste poemario es, en resumen, toda mi sinceridad, todo lo que aprendí de mi experiencia de volar.

Muchas gracias a todos los que me ayudaron, gracias de verdad por tanta buena mierda y palabras de ánimo.

Luego daré más info de los puntos de venta y esas cosas. También me pueden escribir y así os cuento mejor todo.
Ahora seguiré con mi "saudade" personal.

Un brindis por vosotros.

sábado, 22 de agosto de 2015

Fiestas de(s)gracia

La vida sin ti es un poema en un teatro vacío.

[Sharif]

Ayer, después de los cubatas servidos en vaso de plástico, los cigarros montados a desgana en calles decoradas con trajín, incluso después de las farolas, de los rollos de cinco de la mañana, de los baños improvisados en basureros y de las señoras con bata que salen desde el balcón buscando a su romeo (esta parte quizá no es así, pero, bueno, es mi escrito); tu recuerdo ha vuelto a aparecer.
Sí, ha vuelto a aparecer en mitad de los versos pobres de borrachera. Camuflado, vestido de noche, confundiendo las voces de la gente con tu risa y a confundir mi risa nerviosa al creer que se aproxima a tu voz. Como si todas las historias que se oyen entre susurros se resumieran en una sola palabra: tú.

Decidí, entonces, irme de allí.

Caminando de regreso a casa a las tantas de la mañana, haciendo eses con las casualidades y jugando al gato y al ratón con las paredes, he tragado como un fakir mi valentía por miedo a cruzarme contigo en mitad de mi fiesta personal. Y es que le sigo recriminando a la vida por jugar conmigo como un muñeco de trapo. Tentándome a recordar los cariños bajo mantas empapadas de sudores.
De todos tus líquidos.

Como decía,
cuando estaba volviendo a casa he tenido la idea -o tentación- de escribirte. Siempre que estoy volviendo a casa después de los bares pienso en escribirte. Para ser sincero en casi todos los momentos del día quiero hacerlo, pero luego tengo una lucha con el debo y el puedo... Y no, eso sí que no.
Llegué a casa sin hacer lo uno ni lo otro. Quiero decir: que no llegué (parte de mí se quedó en la calle esperando cruzarse contigo) y ni te escribí.
Al final me quedé dormido dándole vueltas a la vida, entre los suspiros de mis ojos tristes sonriendo al recordarte.
Desperté con una terrible sensación de soledad, con angustia en el pecho y con tristeza en el corazón.

...y yo pensando que la resaca duraba un día...

Sólo le ruego a Dios, o a lo que mierda sea que exista, que esto termine y volver a ser el de antes, dejar de ver fantasmas en todas las esquinas donde nos abrazamos, de contarte a la distancia los días que voy tachando en el calendario, y explicarte el porqué lo hago. Pero sé que no vendrás, que lo dejamos muy claro.

Esperando,
que el invierno desgaste todos los te quieros, que los sueños sean sólo eso: sueños.
Y que pase lo que pase: el amor, los pájaros emigrando por el cambio climático o que se hundan los barcos de una nación por ti; despertemos diciendo "Buf, vaya viaje"

Que toda nuestra puta vida sea un viaje, Joder.
Contigo o en mí.

Pero todo se me hace tan complicado...

miércoles, 12 de agosto de 2015

Hoy miércoles llueven las estrellas.

He dosificado el echarte de menos para momentos concretos, como si de memoria selectiva se tratase:
Me despierto y estiro el brazo hacia la almohada que cubre el lado vacío. La abrazo, la beso con ternura y le digo: Buenos días bonita... preciosa... ¿qué quieres desayunar?
No me contesta.
Me pongo al borde de la cama y espero que la caída sea dura y pueda por fin despertar de un golpe.
No pasa nada.
Zapatilla, zapatilla, y a calentar el café en el microondas y comer un bol de cereales.
Estoy todavía medio dormido y el café sin tu olor a vainilla me resulta vulgar así que lo dejo caer por el grifo.
No me da ninguna pena.
Hoy no me apetece ir al gimnasio así que voy a la ducha pegando brincos. Pongo música en el móvil. Discuto con el agua caliente. Odio el agua caliente. Y la odio más desde que ya no estás para verte disfrutar en ella.
(A ti siempre te gustó el agua muy caliente, a mí me gustaban tus ojos. Lo podemos entender).
Salgo de casa como buscando una señal.
Miro a todos lados.
Te confundo con la mujer de la peluquería, con la chica que pasea al perro, con la que para el taxi, la cajera del supermercado, el tipo de traje que corre para ganarle al semáforo...
Y me asusto.
Tengo realmente miedo de seguir buscando tus huellas en lo poco que queda de arena.
Camino más rápido.
Descando la bici.
Y el corazón.
Voy camino al trabajo.
Intento no mirar a la gente, seguir a ciegas, como estoy acostumbrado.
Canto en voz alta para no escuchar mis pensamientos.
No tiene ningún sentido, ahora mismo nada tiene sentido.
Entro al bar y pongo cafés, cervezas y suspiros a las 10 de la mañana. Con un poco de suerte alguien me sonreirá y me preguntará qué tal estoy.
Pero nadie lo hace. Todos tienen mejores cosas que hacer que prestar atención a mi media sonrisa que parece más una mueca de cinco de la mañana.
No aguanto más y salgo a fumar.
El aire me recuerda a tus visitas. Sentada en la mesa del fondo me mirabas de reojo. Cruzabas las piernas cómo diciendo: Aquí estoy cariño, no me he movido.
Pero te has movido y ya no estás. Ahora hay un hombre leyendo el diario.
Las horas pasan y pesan...
Al salir cojo nuevamente la bici, encajo la canasta y si no es lunes, ni marte, ni miércoles, regreso tranquilo.
Pero hoy es miércoles.
Y en toda la calle Marina se escucha el tic tac de mi corazón.
Una tensión de guerra, un francotirador esperando que de la espalda.
Todo termina cuando entro al paseo Gaudí.
Llego a casa y no hago más que escribir(te).
Como te digo, memoria selectiva le llaman.

Soy tan gilipollas que realmente creo que puedo seleccionar lo que quiero recordar.

sábado, 8 de agosto de 2015

A vegades et trobo a faltar
i tinc ganar d'agafar el bus,
el tren o un avió i anar-te a buscar.

A vegades em resigno i t'espero
i a vegades sento que haig d'esperar-te,
encara que estiguem destinats a no ser.
O potser si,
no ho .

I...doncs això,
que et trobo a faltar.
No ho oblidis, d'acord?