He
perdido todos los verbos en primera persona
en las
conversaciones que mantengo con los pocos amigos que me quedan.
Ellos
ya ni me escuchan,
yo
tampoco los miro.
Sólo
nos queda ese compromiso irracional
de
tener que soportarnos,
quizá
porque en ese común estamos destinados
(unos
antes que otros)
a
pasar por lo mismo.
Y a mí
me sigue jodiendo que otros me vean llorar.
Así
que cuando les conté que te vi,
que
caí en el error de seguir creyendo que volaba,
lo
hice sabiendo que mis lágrimas mancharían
de
mierda el tiempo que me costó olvidarte
sin
tener una copa en la mano.
(Bebía
para no tener que nombrarte,
bebía
para vomitarte en el retrete de cualquier baño
y así
no ahogarme con tu nombre).
Pero
lo acepté,
no
podía seguir con esa pena taladrándome en el pecho.
Y es
que con el tiempo he aprendido a aceptar muchas cosas:
mis
malas decisiones, que no toda la gente es sincera (incluso yo)
y a
todas las personas que me hablan de ti.
Les
conté que estabas mojada por la lluvia,
que
estabas más delgada
y que
los años se siguen olvidando de tu piel.
Les
conté que te vi sin mascaras ni adorno,
sin
forma,
sólo
con el fondo.
Con
mis nervios como sonrisa,
mis
ojos como alertas.
Que te
vi llegar otra vez,
hasta
adentro,
hasta
donde duele.
Les
conté también que tú ya no eras tú,
que no
eras la chica de los vestidos,
que tu
cuerpo ya no flotaba,
que
vestías vaqueros apretados,
que
parecía que todo en ti estaba apretado.
Que ya
no olías como antes,
que
olías a otras cremas,
otros
perfumes.
Que ya
ni siquiera eras tan rubia.
Que al
pasar de las horas en aquel bar
tu
pelo ya no era una cascada
sino
una ola que se alejaba al bajar la marea.
El
pasado quedaba en el recuerdo
y el
presente ya era otro,
otros,
no yo.
Les
conté que mi bicicleta sirvió de carruaje,
que
tus manos me acariciaban,
que yo
pedaleaba intentando reconocer el camino.
Les
conté que te volviste a meter en mi cama,
que
una semana entera nos estuvimos escribiendo deseando
que
llegue ese momento,
pero
que tú ya no eras tú
y yo
ya no era yo.
Ellos
se callaron
y yo
rompí a llorar.
Sentí
una mano en el hombro que yo acompañé con un gesto de gentileza
y de
alivio.
-Estoy
bien- dije con la voz rota.
Les
conté que te quedaste a dormir,
pero
que no dormimos.
Que
nos confesamos el tiempo,
que
busqué reconocerte en mis brazos,
que tú
luchaste por encajar en mis hombros.
Que
volvimos a follar
porque
ya no recordábamos eso de hacer el amor.
Les
conté que desayunamos en el bar de la esquina,
que
planeamos un viaje y que ella me dijo:
Nos
vamos a enamorar.
Que yo
soñé con esa frase.
Que me
despertó otro instinto.
Pero
ella ya no era ella
y lo
más probable
es que
yo ya no sea yo.
Así
que caminamos unas calles más juntos,
nos
dimos un último beso en la esquina,
(regresó
el frío)
y ella
volvió a seguir con lo suyo,
y yo
volví a meterme en lo mío.
https://www.youtube.com/watch?v=bAGETVw4kdc
ResponderEliminar