viernes, 6 de noviembre de 2015

Reflexiones de un día cualquiera

Sólo quiero besarte por la mañana,
tomar café con tostadas mientras hablamos en el sofá,
que nos hagamos cosquillas como niños,
que nos liemos un cigarrillo y leamos algún libro que nos hayan recomendado.
Sólo quiero pasear en bicicleta contigo
y que nos sentemos en cualquier parque hasta que el frío nos queme por dentro,
lamerte el cuello como si fueras un helado de vainilla
y quedarme ojiplático cuando te cuelgue por el hombro el tirante del sujetador.

Sólo quiero que te rías de mí
conmigo.

Sólo quiero ver las marcas de tu cara en mi pecho después de la siesta,
que me digas “es muy tarde y no hemos hecho nada”
y te lances a abrazarme como si el fin del mundo estuviera llamando a la puerta.
Salir corriendo y despedirnos en la esquina,
girar para ver cómo nos alejamos,
(yo no podré evitar mirarte el culo, no sé tú...).
Que nos enviemos mensajes cursis,
pasar a recogerte donde estés para liarte a cervezas,
jugar con tus dedos,
saltar en los charcos de la lluvia.

Sólo quiero que bailemos en la habitación
mientras afuera el mundo sigue con lo suyo.

Y que esperemos el amanecer en la cama.

Vamos, nada serio.


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