jueves, 22 de octubre de 2015

A:
Voy a meter mi dedo en tu boca y quiero que lo muerdas un poco.
Hazlo despacio.
Yo también quiero estremecer.
Deja que te bese, que te respire, que te disfrute.
Voy a bajar por tu cuello que tienes un tic tac en el pecho y parece que fuera a estallar.
Y todavía no, recién estamos pactando las reglas del juego.
Estoy seguro que existe un punto en tus caderas que te enciende como una fogata en noches de san Juan.
Lo voy a buscar.
Si lo encuentro, lo morderé hasta llegar al hueso.
Hasta llegar.
No te preocupes que tengo bien amaestradas a mis irresponsabilidades.
Susúrrame algo lindo al oído con ese acento tuyo que me suena tan extranjero,
que me encanta.
Y si puedes, háblame también en francés.
No.
Mejor házmelo.
Perdóname lo vulgar,
pero estas ganas que te tengo no las puedo expresar de otra manera,
porque sería como besarte con mascarilla
o follarte con preservativo.
Soy tierno,
pero voy a arrancarte la ropa.
¿Te puedo morder los pezones?
Tengo vocación de perro cuando estoy a tu lado.
Aprieta mi cuello con tus muslos,
que tus piernas sean mi cárcel.
No me dejes ir más.
Prométemelo.
Deja que me descontrole y me pierda en tu piel,
tan suave por todas las cremas que usas y yo tan áspero desde que ya no te tengo.
Te voy a clavar la mirada y no será lo único que haga esta noche.
Estocada tras estocada,
de gemidos honestos,
de humedad en humedad.
Ponte en cuatro, en tres, en dos, de frente, de costado y de cabeza.
Ponte como quieras,
que a bailar aprendí contigo.
No pienso parar hasta que volvamos a ver las estrellas.
¿Te puedo morder la nuca?
Déjame ponerme detrás tuyo y estrujarte hasta que no sepamos dónde empieza uno y dónde termina el otro.
¿Te puedo llenar de besos la espalda?
¿Y contarte los lunares con la lengua?
No sé porqué pregunto tanto...
Voy a cogerte con fuerza de los cabellos y a enamorarme de tu espalda arqueada.
Lo haré suave, lento y apretando.
Hasta hacerte dudar de los últimos años y de los últimos hombres
que no fueron yo.
Siente mi respiración en tu hombro.
Disfruto como un niño con juguete nuevo.
Será siempre así.
Ahora monta tú.
Mira como me muerdo los labios.
La cara de estúpido que disimularé cubriéndome con la almohada será inevitable.
A estas alturas, que no hayas estallado de risa es un detalle.
O disimulas muy bien.
Vamos a corrernos a la vez.
Luego, por favor, duerme en mi pecho.
O dentro de él.
Yo prometo protegerte de todo mal sueño que pueda arruinar la noche.
Un último beso y una mirada a tus ojos cerrados.
Es inevitable,
sigo sintiendo que te quiero.
Victor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario