viernes, 13 de julio de 2018

Día 2 después de ti.

Llevo un par de horas mirando fijamente este folio en blanco sin saber muy bien qué escribir. Al parecer mis dedos no se acostumbran a tu ausencia, y tampoco quieren. La costumbre es la resignación de quien no sabe qué decir a tiempo, supongo.
Dormir ha sido un jodido logro, he dado más vueltas que una peonza intentando encontrar respuestas a las miles de preguntas que llegaron a declararme la guerra y no dejarme dormir, o para incendiarme los sueños como en una caza de brujas. De verdad, sigo sin entender nada. Todo en esta cama ardía, sobre todo el vacío que has dejado del lado izquierdo, ahí, donde te gustaba retorcer el gesto diciendo que algún día vivirías conmigo, señalando cada esquina donde cocinaríamos el amor.
Arequipa no tiene ni puta idea de lo que es un centro histórico si no te ha comido el coño.
He regado la planta que me regalaste, la suculenta. Tiene agua para un par de semanas más. Tengo miedo que muera en el vacío de mi ventana, como ahora tengo miedo de ti. Miedo a que me olvides, miedo de perderte joder, de un definitivo final.

No sé si lo sabes,
pero desde que no estás
ha dejado de salir el sol.

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