miércoles, 16 de octubre de 2013

Una y otra vez.

Te voy a regalar este escrito para que lo guardes en tu cajón de la ropa interior a tres bragas de mis suspiros y lo leas las veces que quieras,
o lo utilices como diana en tu armario cuando llegas de fiesta y sólo te da por lanzar los tacones a matar.
Quizá para que lo arrugues en el bolsillo de tu chaqueta imaginando que tienes en tus manos mi corazón,
o para que te cubras con él las noches que tengas frío y no esté yo para abrigarte poniéndole acento a tu nombre.

Te lo regalo para que se lo leas en voz alta a tus amigas y se lo recites de memoria a tus padres,
o a tu perro,
o lo utilices como lista de la compra los días que no sepas muy bien qué cocinar.
Puede que te sirva como avión si necesitas fugarte después de un día malo en el trabajo,
o como estrella fugaz si lo lanzas por los aires en el cielo de tu habitación.

Quiero que tengas algo de mí sin necesidad de complicarte las mañanas si un día no te llamo,
sabes de sobra que en mi cabeza no entran más pájaros porque está llena de ti.
Y tal vez necesites un abrazo una tarde de tormenta,
o gominolas antes de leer esas novelas fantasiosas que cuelgan de tu mesa de noche,
o una copa de vino cuando tengas ganas de hablar de nosotros
y yo no esté.

Por eso te lo regalo,
para que sea tu sueño en mitad de la siesta,
el deseo que pides cuando arrojas una moneda de espaldas a la fuente,
o el momento preciso cuando cierras los ojos y te dejas llevar con las manos.

Y te lo envío con todos los hormigueos que me recorren cuando te pienso,
con tres de azúcar en el café,
con los besos de buenos días que te debo
y con el te quiero que no puedo retener más tiempo en la boca.

Hola preciosa,
esto es para ti.

(una y otra vez)

Victor.

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