lunes, 24 de diciembre de 2012

Perpetuo y socorro.

Estuve hablando con dios y ambos pensamos lo mismo:
deberían existir más mujeres como tú.


Anoche,
mientras nos confesábamos y conocíamos en aquella
barra del bar azul,
mientras me presentabas a tu compañera de piso y reías
mis bromas sin gracia,
algo dentro del estomago me hacía dudar si en otra vida
nos habíamos conocido y hoy nos volvíamos a
encontrar.


El baño a cierta hora se convierte en un acierto
y la mirada en el cómplice del asesinato de palabras que
vas a cometer.
Y mira que la música me gusta y  más cuando voy
borracho
y  hago intentos de bailes con los ojos cerrados,
así me abstengo de mirar toda la noche minifaldas,
hasta que claro,
me topé con la tuya.
Medias rajadas,
un piercing en el labio que te lo mordías al hablar,
una serpiente dibujada en la espalda que se escondía tras
tus cabellos

y mis ganas.

La vida es un constante accidente donde mueres o vives
y yo voy por mi quinta resurrección.


Espera que te limpie la vergüenza del cuello.

Entonces la burbuja de la soledad nos envuelve a los
dos,
tirachinas en mano por si alguien se atreve a entrar.

No sabría decirte que fue lo que más me gusto de ti en
ese momento,
o lo que menos me gustó de mí,
pero a mirar se aprende mirándose y nosotros lo
hicimos muy bien.

¿Por qué tardamos tanto si ya está amaneciendo?
Todo tiene solución
y en esta vida,
tú escoges los medios para llegar a ella:
¿me acompañas a casa?
Tengo la cama caliente y un corazón que no deja de
insistir que te lo pregunte.


Cogiste tu abrigo,
yo limpié la saliva del suelo
y caminamos con las granadas y las pistolas bien sujetas
para empezar la primera batalla.


“Esta es mi casa:
el pasillo es frío, no estaremos mucho en él, pero si
quieres cambio el orden de los orgasmos,
al fondo está el baño con dos cepillos de dientes,
esta es la cocina, la mesa es perfecta para comer
¿no crees?
El salón con un sofá, una alfombra, una hamaca…
mejor no sigo.
Esta es mi habitación, algunos escritos en la puerta, las
paredes, las guitarras.
Algún que otro sueño por los suelos y una lata de cerveza
que uso de cenicero con colillas de cigarros y hachís.
Puedes quitarte los zapatos o las medias,
lo que quieras pero ponte cómoda que de los monstruos
ya me encargo yo.”


Y así empezamos lo que nunca dijimos,
el sabor de tus manos,
la piel que sudaba entre mis sábanas
y el calor de un invierno enfermo entre subidas y bajadas
del termómetro.


Ojala que entre tanto principio roto encontremos algún
día el loctite.


Buen viaje bonita,
nos vemos en unos meses
o en otra vida.

2 comentarios:

  1. Me gusta ese inicio tan místico.

    Un abrazo, escritor =)

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    Respuestas
    1. Estoy en shock... no puedes dar tantas sorpresas así.
      Un abrazo o mejor varios.

      Victor.

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