domingo, 30 de marzo de 2014

Si nos proponemos embarrarnos los pies
procuremos que el barro nos llegue hasta las piernas.
Así, sería más divertido jugar a saltar sobre el fango de nuestras propias desgracias.
Llevar al límite cualquier acto de rebeldía
por más pequeña que sea nuestra intención.
Remover el vacío existencial que uno pasea por dentro,
como quien muestra sus monstruos en una primera cita.
Sin tapujos y con las cartas sobre la mesa.
Dar la voz de alarma en el acto simple de rodar cuesta abajo
y que el resto del mundo se entere.
Que no estamos solos joder,
que hay millones de personas atrás esperando tu nueva caída,
con los brazos abiertos,
sin importarle cuanto es el peso a cargar.
Demos un paso más en la historia
abriendo las ventanas y saltando todos al mismo tiempo,
sincronizando nuestro reloj de la casualidad,
acortando nuestra escala de valores personales
y dándole más importancia al humano.

Libres,
sin cadenas en los dientes .

Que todo acto sea válido y que sobren los permisos,
como el pensamiento en la cabeza de un borracho
que discute sobre la manera correcta de decir “te quiero”
o el arquitecto que defiende la libertad en palestina.
Salir de la opresión en cualquiera de las medidas,
que ya os vale de jodernos,
que no nos entran más leyes por el culo,
que estamos saturados de información hecha para teleñecos.
Un mundo donde la gente no tenga que esconderse en los armarios,
ni los niños caminar con miedo frente a las iglesias,
donde la democracia se sirva en cualquier bar de cualquier esquina,
y las mujeres sean la parte valiente de los hombres.
Que ya está bien joder,
que ya os vale,
que si vamos a embarrarnos los pies

que sea hasta lo profundo de nuestras heridas.

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