La tristeza es saber que no abrirás más la puerta,
que no llamarás al timbre porque te has olvidado las
llaves,
ni se oirá tu voz de susurro en mis orejas contándome
cómo te ha ido el día,
o yo besándote las palabras incordiándote los finales de
frase.
Que no lameré tus dedos con chocolate,
ni tu ombligo después de la ducha.
Que en la entrada no dejarás más los zapatos,
ni las marcas de tus huellas en las baldosas.
La tristeza es darme cuenta que me sobra media cafetera
por las mañanas
y media cama por las noches.
Que en el tendedero ya no cuelgan tus pijamas,
sólo mi cadáver
junto a los 14 mensajes sin enviar que tengo guardados en
el móvil.
Que la nicotina ahora va por sangre
y tu ausencia me la esnifo con turulos en los baños,
donde pinto con sudor en las paredes:
“yo estuve aquí contigo”
La tristeza es marcar con una X en el calendario los días
que no te veo,
seguir preparando comida de más porque aún no me
acostumbro,
negarme a llenar con espesura el lado vacío que has
dejado en los cajones
ni con otros huesos tu silla en el comedor.
Reservar mi dedo índice para tu coño
y esperar al tuyo señalándome
diciendo
“ven aquí, que tengo ganas de mostrarte mis caprichos”
La tristeza es saber que ya no tengo planes,
que me dejo arrastrar como un trozo de basura en medio
del mar,
que me sabe a derrota cualquier intento de levantarme.
Que me odio
cuando me veo sin ti.
Que te odio
cuando te pienso con otro.
Que pasar por cualquier calle no es lo mismo sin tus
dedos enredados en los míos,
o tu voz entrando por mi boca abierta,
como referencia de vida
como sustento de aire
como tus piernas
en las mejores noches.
La tristeza es ver que con el vaho ya no se forma tu
nombre en los espejos,
que lloramos despedidas en estaciones que se olvidaron de
traernos
y llevarnos.
Que después de tantos intentos la distancia aprieta
y el amor se acaba,
como tu sonrisa la primera vez que me dijiste “te quiero”.
La tristeza es saber que ya no me conozco.
Y que nunca te llegaré a conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario