domingo, 22 de diciembre de 2013

Licencia poética.

Cada vez me siento más idiota y menos poeta
cuando veo que tus labios saltan en otra boca
y yo escribo deseando que fuese la mía.
Me retuerzo de sollozos en todas las mesas de los bares
donde escribo garabatos que se confunden con tu sonrisa
y reclamo cervezas como si en alguna de ellas
fueras a aparecer tú en forma de espuma
para arrancarme el corazón a base de penúltimas copas.

En esta ciudad infectada de gilipollas
me siento uno más con un ingrediente extra,
y me basta cualquier mirada para vomitar angustias
en baños donde las pintadas
son más reclamaciones que exclamaciones
de amor en las paredes.

"Camarero, no te cortes y sírveme otra copa
que de las puñaladas me encargo yo"

A veces pienso que la única manera que tengo
de hacer el amor es yéndome de putas,
así dejaría que me quieran aunque sea de mentira
porque al fin y al cabo de eso me has dejado la experiencia.

Pero yo sigo aquí
escribiendo en este bar de ti
con toda la gente paseando deseos de la mano,
burlándose de mi soledad deforme
alimentada por cantautores deprimentes
que me recuerdan los detalles de tus gestos por teléfono
ya que en distancia fuimos los mejores.

Hay que joderse, sí.
Y en todas las manifestaciones de la palabra.

La gente me dice que es hermoso eso de escribirte
y esperarte,
y yo sólo veo lo patético que es volver a casa solo,
revisando el móvil en cada paso
como si con la mirada pudiera convencerte
de que me mandes un mensaje diciéndome
'ya llego, sigue intentando'

Patético sí.
Y doloroso.

Giro la cabeza y sólo veo a otra persona
mojando sus labios en otra saliva
y me dan ganas de acercarme como un mendigo
y preguntarle:

¿Te vas a terminar ese beso?

Pero claro,
para los pobres
ya se han terminado todo.

Joder.

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