lunes, 19 de agosto de 2013

Psicología inversa.

Me estoy haciendo un lío en la cabeza.
Como un lazo.
Agarro un pensamiento y lo ato a otro y así creo entenderte a ti,
pero no a mí.
Y eso, como dice mi madre, ya es un problema.

A veces miro por la ventana y me entretengo escuchando el sonido que hace el viento contra los contenedores de basura.
Y luego te imagino a ti adentro pidiendo auxilio,
nadando entre cáscaras de plátano y trocitos de papel con retazos de poemas,
intentando mantenerte a flote aferrada a un recuerdo bonito,
pero te crece el daño que me hiciste como piedras en la piel y te hundes,
alejándote en la basura como metáfora de mi memoria.
(Es mi escrito, déjame tener sentimientos ya te dejo a ti la razón).

Cambio de postura.

No me hace bien mirar por la ventana.
Cojo un libro, me tumbo en el sofá y sin venir a cuento empieza a llover.
Vaso de agua fría.

...la lluvia de verano es síntoma de que el fuego también se apaga...

Veo las gotitas de agua caer y te imagino abrazada a mis lágrimas,
ahogándote en el deseo inválido de hacerte mía,
como el mejor reencuentro después de una pelea absurda,
escondidos bajo mi cama juego a darte respiración boca a boca.
En mis lágrimas estás preciosa.

No, no...
No vayas por ahí.

Esto de ser un canalla se me agota a la primera sonrisa,
así que es mejor llegar a una conclusión.

Los dos, hemos decidido una distancia tácita como en común acuerdo.
Así es.

Que poca credibilidad,
estoy seguro que esto llegará algún día a ser psicología inversa,
quiero decir:
tú en mi pecho
y yo en tus piernas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario