Sé que todavía no soy lo que realmente quiero ser cuando estoy contigo.
Quiero decir,
ser yo sin máscaras que oculten mis días malos, buenos o mis ojeras en las peores resacas.
Porque las veces que hablamos jugamos a ser dos completos desconocidos que muestran con miedo sus defectos,
y sueltan alguna broma tonta para quitarle importancia a lo que realmente les mueve por dentro: los errores o experiencia (son sinónimos) de los años.
Eso sí, con la alegría de saber que cada paso es un signo de seguridad antes los ojos del otro que te mira
y no te juzga.
Una vez te dije: "cuando hablo contigo sólo tengo ganas de escribir"
y es que a veces sólo se expresarme con letras en una hoja de papel,
te mando señales incapaz de enredar palabra y en ese momento el corazón me cabe en una mano
y es tocarte, tocarme o escribir.
Y ya ves,
voy por el quinto poema
de ti.
Sudar por cada poro las veces que hablamos,
sonreír cuando entro al facebook y hay un número en la carpeta de mensajes,
abrirlo como un niño desenvolviendo un regalo el día de reyes
y leer con impaciencia, una y otra vez, la parte que dice que te acordaste de mí.
Conjuegas el pasado en un presente perfecto.
Cada día estoy más convencido que quiero conocerte a ti y todo lo que conllevas,
las veces que te peinas,
como le sonríes a los desconocidos,
si juegas a no pisar las líneas del asfalto,
como bebes las cervezas y cuantas veces te obliga ir al baño,
si prefieres una infusión o un café después de cenar,
como te da el sol cuando entra por cualquier ventana,
si cambian tus ojos de color con la luz de la mañana, la tarde o la noche,
las veces que hay que decirte 'te quiero' para que realmente lo creas,
si cantas en la ducha o en los bares,
a que saben tus lágrimas después de una pelea,
si te dan miedo las tormentas,
la intensidad de tus abrazos,
que tan fuerte aprietas con las piernas...
Vamos,
dejarle sin versos a Joaquín.
Eso quiero.
¿Me dejas?
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