domingo, 5 de agosto de 2012

El cuarto oscuro


Me he vuelto a esconder de mis miedos en un cajón de la cómoda que ya no uso.
He rosado por un momento la osadía de maldecir al viento simplemente porque no me supo escuchar.
A estas alturas de mi vida solo enciendo la televisión para sentir compañía  
y las caricias que le hago a mi perro son los reflejos de un espejo interior que escondí detrás de las costillas,
pero las de la espalda.

Para ser sincero,
las mañanas me carcomen las ideas de lo que tengo que hacer en el día y no quiero pensar que mañana es otro porque siento que el de hoy no lo estoy viviendo nada.
Y me vuelvo a cansar de las rimas,
del personaje literario que me voy creando en la barra de los bares,

y me vuelvo a cansar de mí.

Y la poesía o lo que mierda sea que escriba,
se convierte en ese cuarto oscuro del que siempre hemos escuchado hablar pero nadie en realidad conoce,
y vuelvo a violar mis ilusiones,
mis alegrías,
mis deseos de caminar por el peluquín de un señor que como yo va perdiendo poco a poco la ilusión.

Y la soledad es un juego de cartas del que nunca suelo ganar pero solo porque hago trampas,
y las derrotas son zapatos del traje que me pongo cuando salgo a la calle y sonrío fingiendo que este sábado tiene un sentido mejor del que yo le puedo dar.
  
Y me amarga el no saber nada,
y las preguntas flotan en el mar de mi cabeza pero no llegan jamás al puerto.
Y para colmo la sociedad me corta las alas y me tapa la boca para no poder gritar de manera descontrolada todo lo que veo,
como un súbdito de la monarquía que, para variar, tampoco la he visto de cerca pero se que mantengo con un dinero que no consigo.

Y entonces estoy, otra vez, hasta el cuello de deudas y en un laberinto que no tiene salida.

Las metáforas de mi vida se resumen en comer dormir y volver a morir cada segundo,

y pierdo las ganas de escribir,
y a mi lápiz se le rompe la punta entonces la tecnología me saca la lengua.

Y yo suspiro como si todo eso fuera a pasar por el aire que introduzco a mis pulmones que a la larga también (seguro) me va a matar.

No quiero sonar derrotista pero ahora mismo no soy el dueño de nada,
ni siquiera de mis derrotas,
y el gris de las nubes me persigue como en los dibujos animados que miraba cuando era niño y soñaba con ser sólo más alto.

Pienso seguir confundiéndome con la ropa cuando esta mojada o cuando esta fría,
y seguiré sin llegar al metro ochenta,
y seguiré escribiendo para introducir a otros al cuarto oscuro,

pero seguramente,
no seré yo quien los viole.

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