Como
dijiste esa mañana: los domingos son tristes
cuando los pasas solo.
cuando los pasas solo.
No
sabíamos muy bien si mirarnos a la cara o seguir
ocultando la vergüenza del no darse cuenta que la
bebida y la resaca nos habían jugando una mala pasada,
ocultando la vergüenza del no darse cuenta que la
bebida y la resaca nos habían jugando una mala pasada,
o quizá una muy buena.
Nos
acercamos sigilosos como enamorados de una
presa suelta en el jardín de la locura,
con el sol quemándonos las cejas y el alcohol brotando
por los poros.
presa suelta en el jardín de la locura,
con el sol quemándonos las cejas y el alcohol brotando
por los poros.
Y
yo desnudo y tú desnuda,
nos fundimos en un encuentro de piernas mojadas y
manos confundidas,
donde el sexo se volvió compañía
y yo bajé por un instante la luna.
Me tropecé con la torpeza de no ver por primera vez
segundas impresiones
y para variar me dejaste impresionado,
con mis suspiros enredados en tu pelo rizado
y tu espalda arqueada tomándome por sorpresa.
Yo
parecía un niño feliz en un parque de atracciones
dejando los miedos a un lado de mi cuarto.
dejando los miedos a un lado de mi cuarto.
Y
después de salir del campo de fusilamiento de besos
decidimos saber algo más del otro.
decidimos saber algo más del otro.
Yo
te conté de los malabares que hacia entre el teatro y
la escritura y tú me explicabas sobre la ciencia que
estudia la composición química de los seres vivos (que
ironía decir que moría de a pocos escuchando tu voz).
la escritura y tú me explicabas sobre la ciencia que
estudia la composición química de los seres vivos (que
ironía decir que moría de a pocos escuchando tu voz).
Nos
asustamos creyendo perdidas cosas en la noche
y abrimos la ventana para mirar juntos el cielo.
y abrimos la ventana para mirar juntos el cielo.
Debo
decir que de encuentros mundanos sé muy poco,
pero ahora me he vuelto experto en robarte sonrisas
y sin más preámbulo de palabras sueltas, decidiste
marcharte y yo prometí convertirte en poema.
pero ahora me he vuelto experto en robarte sonrisas
y sin más preámbulo de palabras sueltas, decidiste
marcharte y yo prometí convertirte en poema.
La
cama ahora está fría y me da pena por el empeño que
le pusimos en mantenerla caliente,
pero entiendo perfectamente,
le pusimos en mantenerla caliente,
pero entiendo perfectamente,
que tú tienes tu vida
y yo tengo la mía.
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