jueves, 10 de mayo de 2018

Mi universo es diferente al de los demás. No me gustan las historias a la mitad, soy exigente y amante del infinito. Mis pensamientos son violentos y golpean con fuerza mi interior. Vivo en la eterna nostalgia sin saber de quién o de qué. Me carcome la angustia de esperar por algo incierto. Quiero todo, quiero el mundo, y después de dos minutos ya no quiero nada. Todo se vuelve irónico. La mayor parte del tiempo no sé quién soy o qué hago, me siento como el reflejo de una figura abstracta en los cristales del suelo. Ando perdido, sin norte, sin brújula, sin estrella guía, sin religión, sin cielo. Me refugio en la sombra, en la niebla, siempre con un poco de amargura, debilitado y raramente comprendido. Paso largo rato mirando mis propios ojos buscando una respuesta que me devuelva el sentido. Tal vez soy el sueño de alguien que no consigue despertar, el anhelo de un abrazo o un una birra cuando todo parece estar bien. Aquellos que me ven todos los días apenas saben que el dolor contra mi puerta se estrelló y se quedó viviendo conmigo, como el fuego que destruye todo a su paso.

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