domingo, 20 de mayo de 2018

Domingo 20 de mayo.

Otra carta que corre despacio para esconderse en cualquier dobladillo de una falda y yo sigo sin saber muy bien cómo empezar. Otra vez.
¿Sabes? A veces la soledad me escupe en las esquinas cuando el día se vuelve noche, la resaca desayuno y el café una obligación. Todo generalmente los domingos.
Confieso que echo de menos tener a alguien o sentir que soy importante para alguien con esos detalles tontos que llenan de significado cualquier existencia.
En pocas palabras, echo de menos la compañía.
Me gustaría que el teléfono sonriera un mensaje diciendo “Voy para tu casa, compra cervezas que ando un poco caprichosa”. Me gustaría ver películas con un cuerpo abrazado al mío, vistiendo pantalones holgados con calcetines de distinto color. Que se hagan bolita entre mis brazos, discutir porque me he perdido gran parte de la película por estar buscando otras cosas entre la siesta y sus bragas.
Follar, como dos supervivientes hasta conseguir hacer fuego del árbol caído. Y en otras ocasiones echo de menos quedarme mirando a los ojos a alguien hasta que el sueño nos gane, y al recostarnos, buscar nuevas formas de hacer el amor.
(Ahora suena Damien Rice en el portátil)
Hay días que me es difícil ver más allá de la puerta cerrada de mi habitación…
Me gustaría envejecer con alguien que quiera lo mismo conmigo. Con un gato, un perro y tal vez un niño. Tomar potes de helado hasta engordar. Decidir hacer dieta, aunque estemos condenados al fracaso. Quiero sentir al mundo girar sin esta sensación de vacío que me carcome las mañanas, descubrir nuevos artistas, nuevas canciones. Que se rían de mis tontos y tantos escritos, hacer preguntas de los libros que lee con tanta pasión. Quién sabe, podría preparar hasta cenas moderadamente aceptables en una casa pequeña, con algunas plantas y suelo de madera antiguo, cuadros colgando de la pared, libros que se acumulan en la estantería, una toalla mojada sobre la cama, ropa interior decorando los suelos, el sonido de la noche entrando por la ventana… Todo eso.
Vaya sueños tontos, clichés que te hacen torcer la nariz, pero estoy seguro que en el fondo todos buscamos un poco de eso.
Cada domingo mi casa está más vacía, las canciones son más melancólicas y tengo la sensación que mi espejo sólo habla del tiempo que pasa sin parar. Pero incluso, por más que pase el tiempo y la vida sobre mí, seguiré imaginando ese tipo de cosas.
Voy a poner estos sueños en el cajón de mi imaginación, junto al otro, donde soy un niño panzón corriendo por el jardín.

Maldito Damien Rice.
Peto.

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