viernes, 18 de septiembre de 2015

Ya estoy en el aeropuerto de Madrid.
Espero a que salga en el tablero electrónico la puerta donde debo embarcar.
He tenido un problema con el billete y me han tenido que cambiar el vuelo. No pasa nada, salgo igual.
Mi viejo libro de rayuela se va desmontando por el camino, creo que no quiere volar a Sudamérica. Tal vez es un atrevimiento cargado de nostalgia por parte de Cortázar, o una rabieta por no llevarlo conmigo en las vacaciones de agosto. Yo lo mimo y lo cuido, trato de que no le cuelguen de esa manera tan extraña las hojas que ya andan sueltas. O rotas.
Al final haremos las pases como siempre.
Siento vértigo, miedo, nostalgia, tristeza, alegría. Todo junto y por milésimas de segundo.
Hace aproximadamente ocho años que no regreso a la tierra que me vio nacer, que no abrazo a mis padres, que no río con los amigos de la infancia.
¿Cómo estará todo?
¿Se acordarán de mí?
Llevo todo lo que tengo y compartiré lo poco que sé.
Y me alimentaré de cada uno de vosotros, seré la alimaña dispuesta a chuparle el cariño oxidado por los años, el abrigo y los abrazos que me deben.
Que os debo.
Prometo no prometer nada, ser malo en la medida exacta para que el infierno nos tenga miedo. Que recitaré todo mi repertorio, que me empaparé de todas vuestras obras de teatro, que me enamorarmé por lo menos una vez al día y luego querré volver.
Y beberé vino, cerveza y ron, y bailaré hasta que me lloren los pies. Y seré cómplice de vuestros mentiras, y nos diremos la verdad sin miedo hasta que vuelvan a sentir que soy uno de los vuestros.
Que estoy de su parte joder.
Prometo hacer todo eso en el poco tiempo que me queda, porque ya empezó la cuenta atrás.

Ya llego.
Y estoy preparado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario