miércoles, 12 de febrero de 2014

Una estampida con tu voz.

Podría pasarme el día entero caminando por este barrio falto de besos.
De los tuyos.
Sonreír de manera artificial cuando me preguntan cómo estoy,
sabiendo que por dentro tengo una alondra encerrada con tu nombre.

Podría matar las ganas con cervezas para luego darme cuenta que no estás.
Y ser patético.
Hablar de tus ojos con los míos sollozando,
crear una laguna con tus recuerdos,
o mirar por la ventana el gris de esta ciudad sin tus pasos levantando remolinos.

Podría tocar la puerta del vecino y hablarle de ti,
de todas las formas que tienes de acomodarte el pelo,
de tu voz en formato secreto, gemido o susurro,
de la cicatriz en tu rodilla izquierda,
o de tus ojos verdes y saltones como dos luceros.

Podría cambiar de sitio la cama y seguir deseando que duermas conmigo,
escribir historias que terminen con tus piernas rozando la lujuria,
mentirle con tu aroma a la almohada que sabe tan poco de sueños desde que te nombre.
Y tú no apareciste.

Podría jugar al escondite con la luz encendida por si llegas no pierdas tiempo en buscarme,
colocar al detalle los zapatos, mis desastres, las camisas
y dejarle hueco a tus caprichos,
compartir manías,
ocasionar estampidas de ilusiones
con el simple hecho de verte ser tú.

Podría acabar con la angustia de un portazo,
coger todos mis recuerdos y plantarme al frente de tu casa,
pelearme con tus miedos
y si hace falta bajarte la noche a la ventana
y sacudir el universo con la única intención de encontrarte,
agazapada,
escondida entre mis manos.

Podría,
sí.
Sólo te falta un motivo para tenerme allí delante:

...quiéreme...

No hay comentarios:

Publicar un comentario