martes, 18 de febrero de 2014

Hablar de ti en patético estado de sobriedad.

Quiero llegar a casa y encontrarte siempre así,
sonriendo,
decidida a comerte el mundo
y a mí,
que nunca fui el mejor bocado de llevarse a la boca.

Quiero verte volar sobre mi vida dejando destellos de sueños a tu paso,
tener el privilegio de ser tu copiloto en este viaje a ningún sitio.
Pero contigo.
Correr muy rápido
y darme cuenta que a tu lado el pasado no me alcanza.

Quiero tomarte la mano al dar un paseo mientras hago de tripas corazón desde que sólo digiero te quieros.
Llevarte a ver pasar trenes y saber que ninguno más es el mío,
saltar en los charcos
y sentir que sin tu voz la valentía se me escapa por las manos.

Quiero ser la gota que resbala en tu mejilla,
el goteo del viernes noche en tu entrepierna,
la mano curiosa que vacila en la curvatura de tu espalda,
el guía nocturno de tus mañanas caprichosas.

Quiero verte pasar por la calle y ser el obrero que te lanza piropos,
vulgares y románticos,
contarte mis aventuras bajo una falda.
La tuya,
y que sonrías,
otra vez,
como cuando llego a casa.

Quiero verte aquí,
conmigo.

Y dejar este escrito para otros.

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