lunes, 10 de febrero de 2014

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Cundo la besé por primera vez supe que algo entre nosotros había cambiado.

Fue en un hotel alejado del centro,
yo me olvidé el tabaco y ella me acompañó a buscarlo a la habitación.
Una vez adentro, cogí los cigarros con la intención de salir rápidamente de allí, no quería que se sintiera incómoda pensando que había encontrado una buena excusa para llevarla a mi hotel, pero cuando me giré se había quitado el abrigo y observaba con ternura las pocas cosas que llevo en los viajes.
- ¿Me tocas algo? - Dijo, como si fuera fácil soltar una respuesta sin pensar en bajarle de un suspiro el tirante de la blusa.
- ¿A qué te refieres? - Contesté.
- Con la guitarra, tócame algo que tengo ganas de escucharte - y
mientras lo decía se quitaba lentamente las botas para luego recostarse en la cama.

Estaba preciosa,
como un amanecer que te encuentras por sorpresa saliendo de un bar,
o como una serenata de grillos en mitad de la montaña.
Libre,
sin ninguna metáfora.

Tardé un poco en reaccionar e hice lo mejor que sé, callarme. Ella recostó la cabeza sobre la almohada y yo temblaba por dentro.
- Venga, toca algo - dijo.
Saqué la guitarra del estuche y empecé a soltar versos con miedo, como si me estuviera jugando la vida en ello. Podía notar sus ojos clavados en mi voz, su olor en cada trago de aire, sus labios en todas las notas que se escapaban de mis dedos.
Cuando terminé el silencio se apoderó de la habitación, hasta el ruido de la calle dejó de existir. Aparté la guitarra y me recosté a su lado. Ella me abrazó y os lo juro que nunca me había sentido tan frágil, como si mi cuerpo fuera de cristal y en cualquier momento me rompería en mil pedazos, pero no.
Me arrancó una a una las penas a base de caricias y me enseñó lo hermoso que puede ser el mundo escuchando el latir de un corazón que dibuja en decibelios mis suspiros.

Y nos besamos,
y fue hermoso
como un músico callejero tocando tu canción favorita,
como un domingo en el sofá y la lluvia golpeando la ventana,
como un juego de palabras que termina con tu nombre.

Nos quitamos los miedos y la ropa y pude notar en cada poro de su piel la primavera. Ella me miraba a los ojos y tocaba mis mejillas con suavidad, yo descubría cada lunar y besaba sus cicatrices sintiéndolas mías. Hicimos del tiempo un poema, donde cada verso era un beso de buenas noches, las que vendrían. Nos queríamos como un todo o nada, sabiendo que quizá esa sería la primera o la última noche del resto de nuestras vidas, pero apostamos a ganar. Ella se dejó hacer y yo me dejé llevar. Sacamos leña de la cama, de las sábanas un escrito donde nuestros sudores dejarían tatuada nuestra firma, y te quise, te lo juro que te quise, en cada centímetro, en cada bocado de aire, en cada plegaria de mis dedos rodando por tu espalda.

La noche terminó con nosotros llegando tarde al resto de compromisos, pero ya todo daba igual.

(Eres la sonrisa más bonita que he bebido en un bar a las cinco de la mañana...)

Cuando la besé por primera vez supe que algo entre nosotros había cambiado.

Ahora es mucho más
y mejor.


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