Pienso en buscarte.
Estoy claro,
y porque es domingo.
-Abro paréntesis-
Los domingo son terribles,
las resacas necesarias,
el ibuprofeno imprescindible,
la nostalgia... bueno, la nostalgia.
-Cierro paréntesis-
Busco entre mis contactos tu número, sé que lo borré pero igual te dio por regresar una noche de puntillas a mi habitación mientras dormía para meterte sin permiso en mi agenda.
No, no estás.
Pongo en Google tu nombre y aparece tu instagram, no logro verte, tienes la cuenta cerrada y sólo pueden verte tus amigos
y yo no soy tu amigo,
ni tengo instagram.
Abro el Facebook y dejo un escrito absurdo sobre la distancia en mi muro, es en realidad una excusa para decirte que estoy aquí.
Me enfado y apago el ordenador.
Miro por la ventana y sigo sin entender algunas reacciones,
me justifico.
Mi cabeza es un bucle, una fábrica vieja de colchones, un hígado con hepatitis.
-Soy diagnosticado bipolar, no pasa nada- me susurro mientras me acaricio el brazo buscando la ausencia de mi casa.
No encuentro razones para no seguir intentando.
-Abro paréntesis-
En este punto no sé bien si te busco a ti, o me estoy buscando a mí.
-Cierro paréntesis-
Pongo en la radio las canciones que te gustan, todos los cantantes siguen hablando de ti.
Respiro profundo y en apnea intento decir tu nombre hacia dentro, para guardarte en mi lado oscuro.
Las piernas son, cómo decirlo, prolongación de lo que me faltas.
Subo el volumen con la esperanza de que escuches la música. La esperanza es una mierda, no sirve ni para bailar claqué.
Tengo una idea y vuelvo a encender el ordenador, abro el Facebook y comparto una canción, de nuestras preferidas, en mi muro.
Espero, con la misma impaciencia que espero el café por las mañanas, alguna noticia que me ponga "el estómago blandito".
En mi cabeza aparecen tus manos escribiendo en el teclado una parte de la canción en tu muro.
-Será una señal, lo sé- me vuelvo a susurruar.
Pasan las horas y no pasa absolutamente nada. Odio la nada. Borro muy enfadado la canción de mi perfil y cierro con rabia el portátil.
Una inefable tristeza se apodera de mí.
Sólo quiero saber...
Si has desayunado zumo de naranja con café, si piensas comer pizza a la tarde buscando alguna película en Netflix o ver algún capítulo de esa serie que tanto nos enganchó. Si saliste a correr y te pusiste las zapatillas con los calcetines de dibujitos raros que tanta risa me daban. Joder es que es domingo y es bueno que ahora revises nuestras conversaciones o veas alguna foto donde sonreír no nos costaba tanto.
El querer saber es un autocastigo que me pongo porque sé que no tendré noticias tuyas.
Cuando te fuiste de casa, antes de cerrar la puerta me dijiste: "Tú nunca te vas a querer, por eso nadie soporta estar contigo".
Y tenías razón, a veces ni yo soporto estar conmigo.
Y eso que es domingo y hoy seguramente comeré pizza y me ahogaré en la fantasía de las piernas de otra mujer a la que seguramente le escribiré un poema pidiendo que vuelva por mí.
Cuando me deje.
https://www.youtube.com/watch?v=LcsTb_ffxz8&app=desktop
domingo, 19 de febrero de 2017
martes, 14 de febrero de 2017
La RAE define al vértigo como: "Sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona".
Parece que los académicos de la RAE no saben lo que es subirse a un avión a treinta mil pies de altura.
No por la altura en sí,
sino por sentir desde el jodido momento del despegue la ausencia de tu boca.
No por la altura en sí,
sino por sentir desde el jodido momento del despegue la ausencia de tu boca.
Señores/as de la RAE, la definición de vértigo es justamente al revés.
Ya les vale.
viernes, 3 de febrero de 2017
Elefante
No
puedo, ni debo llamarte.
Me
repito cada vez que doy un brinco para bajar de la cama.
Mucho
menos ir a tu casa,
darle
golpecitos a la puerta,
esperar
a que me recibas vestida con tu pijama otoñal
y
decirte,
con
el alma rota,
lo
mucho que tu voz de niña malcriada
y
caprichosa hace falta en mi rutina.
No
le puedo hablar de ti a mis amigos,
ni
mencionar tu nombre con un grito
cuando
el recuerdo viola mi memoria.
Tampoco
dar señales de que te echo de menos
en
los lugares que frecuento.
Mucho
tiempo ha pasado y todo el mundo cree,
(el
mundo siempre corriendo más que yo)
que
ya te olvidé
y
que eres tema cerrado.
Es
verdad,
di
la media vuelta y seguí caminando.
Pero
guardé el libro de nuestra historia
porque
sabía que de vez en cuando
volvería
a sus páginas sólo para sonreír al recordarte:
-Mira
cariño, aquí me hacías cosquillas en el estómago
cuando
me dabas besos en los brazos-
-Acá
estás bostezando y yo respiro a tu lado,
como
si el aire que te sobra lo necesitara yo para vivir-.
Sé
que no vendrás a buscarme
y
está todo bien.
De
verdad,
está
todo bien.
Entiendo
e imagino que estarás saliendo adelante,
buscando
tus puntos de apoyo,
intentando
reconocerte en otros labios.
A
veces me late una necesidad absurda de llamarte
es
todo,
preguntarte
cómo estás,
qué
tal llevas los inviernos en la cama,
cómo
sufres los veranos sin mojarte.
Pero
luego me cae la realidad como una cubeta de agua fría
y
asimilo que tu vida ahora
ya
no tiene nada que ver con la mía.
Y
seguramente saber de mí ya no da tanta ilusión como antes.
No
te satisface.
No
te fagocita.
Un
día de estos,
te
juro,
arranco
las páginas y cambio de libro.
Me
compro otro y te olvido,
porque
sí,
porque
quiero.
Primero
te olvidaré por uno o dos meses,
hasta
que con el tiempo te olvide por uno o dos años.
Luego
compraré una casa grande,
haré
añicos la madera,
correré
de los columpios,
dormiré
con los conejos...
qué
sé yo.
Memoria
de elefante me llamabas.
[Ilustración: Inma Vegas Delgado]
jueves, 2 de febrero de 2017
Yo también sangro
Sí, te voy a decepcionar.
No soy romántico,
de verdad, no lo soy.
No te dejes llevar por este disfraz de poeta,
no es mi profesión ni la manera que tengo de salvar al mundo,
simplemente es el intento desesperado de no ahogarme en mi propia mierda.
No tengo destrezas manuales,
así que no te imagines nada.
Lo que hago lo aprendí de otros,
no lo inventé yo.
Con decirte que muchas veces no puedo abrir un frasco a la primera,
así que ve sacando tus propias conclusiones.
No entiendo de signos zodiacales,
ni sé leer la carta astral.
Pongo cara de entusiasmo cuando me dicen "eres de signo fuego" porque dentro de mí se intenta mantener algo encendido
a pesar de que ya no arde nada.
No soy nada detallista,
así que no te sorprendas si un día se me olvida abrirte la puerta del coche,
o no te deje caminar por la parte interna de la acera.
Muchas veces se me olvida dar las gracias o las buenas noches
y camino cabizbajo para no decepcionar a otras personas con mis desastres
(mis padres podrán entrar en profundidad en ese tema).
Sí, te voy a decepcionar,
y quiero que te hagas a esa idea.
Yo no te voy a hablar de todos mis defectos,
pero tampoco los quiero esconder.
Te vas a dar cuenta de muchos de ellos al pasar de los días:
un domingo cualquiera recostada en el sofá,
una mañana de lunes cuando el trabajo se hace cansado y aburrido,
cuando salgamos de viaje,
o cuando quieras arrancarme el cuello con los dientes porque me olvidé de tu cumpleaños.
No tendremos una relación increíble,
pero tendremos un amor genuino e intenso.
Por eso te pongo en bandeja de plata estos detalles,
para aprender a lidiar con las decepciones,
para estar siempre en equilibrio con los huracanes.
Somos diferentes empezando por el gusto musical,
no sé si me entiendes.
Pero sobre todo,
o todos,
hay que saber que ni tú ni yo somos perfectos.
Sí, te voy a decepcionar.
Y esas pequeñas decepciones,
poco a poco,
van a romper esta fina capa de relación superficial
haciendo que seamos más sólidos en nuestras decisiones
y tengamos un cariño más verdadero.
Espero que no renuncies a la gente (o a mí)
al darte cuenta que el chico que te encantó en las primeras citas
y te hizo contarle a algunas amigas que el "hombre de tu vida existe" también se equivoca.
Eso sí,
El único error que estoy seguro no voy a cometer
es el de no dejarte bailar:
en el suelo,
en el aire,
o en la cama
Puedo hasta fingir perfectamente que sé cocinar,
pero del amor al placer hay sólo un baile de por medio.
[Ilustración de Inma Vegas Delgado]
No soy romántico,
de verdad, no lo soy.
No te dejes llevar por este disfraz de poeta,
no es mi profesión ni la manera que tengo de salvar al mundo,
simplemente es el intento desesperado de no ahogarme en mi propia mierda.
No tengo destrezas manuales,
así que no te imagines nada.
Lo que hago lo aprendí de otros,
no lo inventé yo.
Con decirte que muchas veces no puedo abrir un frasco a la primera,
así que ve sacando tus propias conclusiones.
No entiendo de signos zodiacales,
ni sé leer la carta astral.
Pongo cara de entusiasmo cuando me dicen "eres de signo fuego" porque dentro de mí se intenta mantener algo encendido
a pesar de que ya no arde nada.
No soy nada detallista,
así que no te sorprendas si un día se me olvida abrirte la puerta del coche,
o no te deje caminar por la parte interna de la acera.
Muchas veces se me olvida dar las gracias o las buenas noches
y camino cabizbajo para no decepcionar a otras personas con mis desastres
(mis padres podrán entrar en profundidad en ese tema).
Sí, te voy a decepcionar,
y quiero que te hagas a esa idea.
Yo no te voy a hablar de todos mis defectos,
pero tampoco los quiero esconder.
Te vas a dar cuenta de muchos de ellos al pasar de los días:
un domingo cualquiera recostada en el sofá,
una mañana de lunes cuando el trabajo se hace cansado y aburrido,
cuando salgamos de viaje,
o cuando quieras arrancarme el cuello con los dientes porque me olvidé de tu cumpleaños.
No tendremos una relación increíble,
pero tendremos un amor genuino e intenso.
Por eso te pongo en bandeja de plata estos detalles,
para aprender a lidiar con las decepciones,
para estar siempre en equilibrio con los huracanes.
Somos diferentes empezando por el gusto musical,
no sé si me entiendes.
Pero sobre todo,
o todos,
hay que saber que ni tú ni yo somos perfectos.
Sí, te voy a decepcionar.
Y esas pequeñas decepciones,
poco a poco,
van a romper esta fina capa de relación superficial
haciendo que seamos más sólidos en nuestras decisiones
y tengamos un cariño más verdadero.
Espero que no renuncies a la gente (o a mí)
al darte cuenta que el chico que te encantó en las primeras citas
y te hizo contarle a algunas amigas que el "hombre de tu vida existe" también se equivoca.
Eso sí,
El único error que estoy seguro no voy a cometer
es el de no dejarte bailar:
en el suelo,
en el aire,
o en la cama
Puedo hasta fingir perfectamente que sé cocinar,
pero del amor al placer hay sólo un baile de por medio.
[Ilustración de Inma Vegas Delgado]
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