sábado, 2 de enero de 2016

2016 Rapid eye movement.

Te he soñado en brazos de otro, palpando casi a ciegas su forma que no se parece en nada a la mía.
No dejabas de sonreír.
Y es que en mi fase rem eras feliz con otro.
Me he despertado temblando, con 29 grados entrando por la ventana.
-No pertenezco a ningún lugar ni a ningún cuerpo- repetía en voz baja mientras iba al baño caminando descalzo. (Las cosas que quiero recordar las digo siempre en susurro, como pidiéndole perdón a la vida).
En el espejo he dibujado una sonrisa con el baho del agua caliente y he intentado encajar mi rostro en ella -me quedó muy grande- pienso, mientras sigo queriendo encajar a la fuerza.
Empieza la batalla y la.absurda.manía.de.ponerte.un.calzado.para.cada.tema.
Salgo a correr.
Odio correr cuando me despierto filosófico.
O imbécil.
Así que dejo que el viento haga el trabajo de destapar las mierdas que guardo dentro, que es parte del paquete de ser humano.
Aceptar que no soy dueño de nada ni de nadie me fastidia, será mi educación religiosa-capitalista que a veces aparece para darme por culo. Luego escupo al suelo. Como intentando desprenderme de todo eso. De todo mal.
Amén.
Pienso en mi familia, en mis amigos, en mi tierra, en la que está lejos, en los países que me faltan por conocer. Me imagino en una hamaca en Bali. Luego sentado en una plaza de Japón. No sé pienso en muchos lugares.
Lo único que tengo claro de momento es que todavía no encuentro ese maldito lugar donde respirar no me cueste tanto.
Llego al gimnasio sudando y metiendo barriga.
Miro a mí alrededor cuerpos. No personas. Sólo cuerpos. Porque nadie habla con nadie, todos están concentrados en el espejo y en sus bíceps.
Así que hago lo mismo.
Mi parte imbécil vuelve a recordar el sueño, y como un yonki con el mono me pongo a levantar pesas.
Trato de hacerme el fuerte y vencer a mis fantasmas, los hijos de puta se han levantado en armas y se están haciéndo notar. Me recorren el estómago a pellizcos y mi cabeza analítica y castigadora los apoya.
-Esto no me gusta- digo mientras me acerco, otra vez, a un espejo.
-Pero ¿qué es lo que no me gusta?- Pienso fríamente.
No llego a una conclusión.
Vuelvo a casa con el cuerpo pesado, sudado y cargado.
Agua caliente y otra ducha.
No, esta vez no voy a dibujar una sonrisa en el espejo.
Sino en mi rostro.
Te lo tengo jurado 2016.

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