viernes, 3 de julio de 2015

Te sigo buscando en mis escritos,
sobre el escenario,
en las buenas noticias
y en las malas.
Te busco sobre la cama,
debajo de ella,
en el desayuno
y de camino al trabajo.
Te busco entre la gente,
en los despistes,
en todos los rincones de esta
ciudad donde me siento extranjero.
Te busco en la manilla de la ducha,
en los granos de arena de la playa,
en las huellas que dejaste en las baldosas,
por las ranuras de la puerta
y dentro del armario.
Te busco, te busco y te busco.
En el humo del cigarro,
en los botellines de cerveza,
en los bares a las tres de la mañana,
en las minifaldas
y en el sonido de la risa.
Te busco entre mis lágrimas,
en el timbre de las bicicletas,
en los libros que dejaste,
en las cremas del baño,
en los gemidos de la vecina.
Te busco mientras me masturbo,
te busco mientras me hago daño,
te busco, incluso, cuando me descubro buscando.

Y ya no sé dónde más buscar.
Por eso me siento y te escribo
por si un día lo lees,
y sepas que te sigo buscando.



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