martes, 23 de octubre de 2012

Tus primaveras y mis inviernos

Tengo las sábanas manchadas de rojo de la última vez que estuvimos y estabas con la regla,
y yo como siempre me dejé arrastrar por tus milímetros de locura.
Cada vez que cerramos la puerta y nos reservamos a la Luna como único testigo de nuestra complicidad, en nuestro cuerpos explotan fuegos artificiales en forma de semen y en volcanes de sudor hirviendo se convierten nuestros poros.
La magia de fogearnos sin guantes es algo con lo que siempre soñamos,
pero tenemos las cabezas tan a lo suyo que olvidamos buscarnos las oportunidades.
Y los te quieros cubren la habitación mientras damos vueltas en nuestros vapores, cocinándonos como un exótico afrodisiaco.
"Será mejor cariño, que dejemos algo para luego" repites jadeando en mi oreja,
y yo te muerdo los pechos como si fuera el último bocado del plato.
Y entonces te callas y te dejas llevar por mi regla.
Tienes la piel blanca y yo juego a besarte los secretos.
Tus veinte primaveras tiran de mis rastas y yo le sonrio de lado a mis temores.
Te das la vuelta y suspiro mientras te cojo con fuerza del cuello,
perdiéndome en el la selva de tu espalda y tú aferrándote con fuerza a los dibujos de mi brazo.
Y es que con tu espalda arqueada no puedo...
Y sólo me queda ladrarle como un perro a tus cabellos.
Tus convulsiones mordiendo la almohada es algo que cualquier iglesia llamaría milagro,
será por eso que le rezo tanto al santo se tu cuerpo.
Y después de soltar cada uno sus reglas, viene la práctica común:
cerrar los ojos,
suspirar,
decir los últimos te quieros de la noche
y dormir abrazados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario