lunes, 26 de agosto de 2019

Mes 4 antes de la paternidad.

Ella está radiante y su barriga crece como una planta en el balcón. Parece una cuerda con un pequeño nudo en el centro, tan tierna, no ha perdido su postura ni ese andar que provoca que se me rompa la mandíbula siempre que la veo pasar por encima de mí para adueñarse de su lado en la cama.
Se le ha dado por comer sandía, melón, granadilla... dice que le gusta sentir el fresquito de la fruta, también muchas ensaladas, y todo, todo, con bastante limón. Ningún síntoma.
Hemos ido para la ecografía del mes, para saber el sexo con el que nacerá (si es hombre o mujer ya se verá con el tiempo). El doctor, después de hacer las preguntas correspondientes, ha pasado el aparatillo por encima de su barriga - ¡Ya sé lo que es! ¿Quieren saberlo?- Dijo. Nos miramos, ella sonreía y yo le acariciaba tiernamente el antebrazo. -Yo también lo sé- respondí -Es varon-. El doctor afirmó con la cabeza.
Parecía tan feliz que lo sepamos (el bebé quiero decir, no el doctor) moviendo esos pequeños bracitos, tan lleno de vitalidad, tan auténtico. Un hijo pensé y se me ocurrían mil y un formas de abrazarlo, de agarrarle la mano para enfrentarnos al mundo, de aceptar que en algún momento se irá y que tengo poco tiempo para llenarlo de besos y de amor.
Lucca es el nombre que hemos decidido, estoy seguro que también le gustará.

Hijo, te espero, tengo mucho que aprender de ti.

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