martes, 18 de junio de 2019

La noticia

De un momento a otro, y casi sin verlo venir, la poesía tomó forma y voló del papel a mi casa, se recostó a mi lado y dijo, con voz de autoridad, que no pensaba moverse de ahí.
Así pues, la abrigué con sinceridad y cariño, aceptando con la sonrisa más grande que pocas veces he visto estampada en mi rostro, que el invierno me había dado una tregua entre tanta noche helada.
Fueron pasando los días y algunas madrugadas, entre vinos nos confesamos heridas del pasado, cicatrices que nos recuerdan el porqué del paso firme en nuevas decisiones. En mucho tiempo, os juro, no había estado tan feliz.

Mi habitación era una leonera: en el escritorio bailaban entre mi desorden y los cuadernos de escritos viejos, sus cremas de manos, labiales, camisetas, pelos de Amelia que miraba, vamos a ser claros, con un poco de recelo al nuevo latido que se apoderaba de mi pecho. En mis brazos cabían las dos, el amor bonito hecho humano y el abrigo felino de mi incondicional compañera. Luego, algunas noches, las encontraba durmiendo a las dos. Recostadas como dos amigas que se juntan para ver películas y hablar de esas cosas que no confiesan a uno ni en discotecas a las cinco de la mañana. Qué maravilla de paisaje, yo pensando que era un día de mierda, pero ella, o ambas, me demostraban lo contrario.

Quererme nunca me resultó tan fácil.
Y no por mí,
sino para ella.

-Quiero vivir contigo- me dijo una tarde al oído, y antes que termine la frase yo ya le estaba haciendo un espacio en mi vida, un lugar para que coloque su cepillo de dientes en el baño, un rinconcito en mis cajones para su ropa, el lado derecho de mi cama y la promesa fiel de la libertad en plena compañía. Nos llenamos de lunas, paseos a lugares donde estallaron fuegos artificiales por vernos venir. De verdad, dejé la poesía de lado porque caminaba conmigo de todas las formas incluso en los peores escenarios.

Admiro cada detalle de ella, la capacidad que tiene de ver la vida y hacerla tan fácil, de dar la mano para ayudar a otros a volar.  Pasaron meses como años, discusiones como en todo, sin ninguna complicación para resolverlo. Pasaron sueños, cumplimos metas, disfrutamos aplausos entre el público, viajes, cafés..  etc.
-De esto se trata vivir- decía, pensando que no se podía llegar a más. Pero como siempre, estaba equivocado.
Yo estando actuando en una ciudad de mar, me llega una noticia que, de verdad, no sé cómo borrarme hasta ahora esa sonrisa tonta que tengo en la boca, no sé cómo parar de llorar pero de tanta felicidad. Soy un mejor hombre, soy otra persona, amo a una mujer, Diana, esa mujer que me convertirá en papá.

Y así,
supongo,
comienza mi vida.
Otra vez.

PD: Tranquila Amelia, ahora seremos tres humanos para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario