Está lloviendo, lo puedo ver por la ventana. La luz de las farolas, una mujer que corre con un paraguas destartalado por el viento y mis ojos que se cierran como las persianas.
En el calcetín del pie izquierdo tengo un agujero por donde
se cuela el frío y se me escapa algún que otro sueño. Busco tus pies por debajo
de la manta pero no consigo encontrarlos.
Escucho música, bebo una lata de cerveza y fumo, a la
desesperada, una colilla que encontré debajo de la cama. Es tuya, lo sé por la
marca de pintalabios que rodea el
filtro.
Hago con él lo que haría contigo si te tuviera cerca: fumarte
hasta la ceniza y quemarme los dedos luchando con la posibilidad de que en
cualquier momento se apague.
Leo a Lope de Vega, “El caballero de Olmedo” y me pongo a
pensar si alguna vez yo seré el protagonista de algo, lo que sea, dejar de ser un
secundario o el amigo regordete del prota y pasar de una vez a la acción.
Alonso está enamorado de Inés, todo es perfecto hasta que lo
asesinan (perdón por si no has leído el libro). Vaya mierda –pienso- Me veo tan
reflejado en él que siento que ya casi estoy muerto; y cuando miro a mí alrededor
veo todas las cosas que yacen muertas en la casa: el bonsai, una guitarra
vieja, la fotografía que dejaste olvidada, un boli sin tinta, un poema que
escribí en la puerta que está casi borrado, la cerveza, la colilla, un blog de
notas donde sólo escribí “necesito cambiar” y la cama fría. De tu
lado, claro. Ella sí que lleva mucho tiempo muerta.
Tengo miedo ¿sabes? Cuando me quedo solo en casa repito muy
bajito “treinta y tres” para asegurarme que aún sigo vivo, porque a la
vuelta de la esquina aguarda ese asesino de recuerdos que espera atacarnos
cuando nos demos la vuelta.
Pero algún día, tu y yo, amor, y es inevitable, moriremos. Y
seremos carcoma de un momento perfecto, pasaremos a ser la lejanía de un punto
fijo, el verso inconcluso de un poeta, enemigos de los abrazos y silencios en
las venas. Lloraremos mutuos acuerdos, pondremos cerrojos en las puertas, le
cortaremos las alas a las mariposas y veremos amaneceres con la ropa puesta. Y
hablaremos del futuro pensando solamente en el pasado, seremos mierda en los
zapatos, adrenalina regada por el suelo, la ultima calada de un puro, el punto
ciego de un espejo, el adiós de los aeropuertos, las legañas de las musas, el
hueco vacío de la estantería, el intento de suicidio de un profeta, el llanto
de un niño, una cremallera rota, un paraguas de los chinos, una espera sin
respuesta, un “ya vengo” que no vino.
Y yo que pensaba que olvidarte sería soplar y hacer
botellas, y de alguna manera lo fue, sólo que yo me quedé atrapada en ella.
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