De la tristeza sacaré una canción y un arma para apuntarte
en el medio de los ojos cuando te la cante.
Debes de sonreír, las niñas buenas siempre sonríen a pesar
de sus desgracias.
Tranquila que en el tambor no hay balas, sólo decepciones
que te escupen promesas que no supiste cumplir y eso duele más ¿no?
Recoge con unas pinzas tu orgullo,
la dignidad por el suelo,
no tengas vergüenza de asumirlo a veces ganamos otras
soñamos.
Estás acostumbrada a mover con una cuerda tus dedos y jugar
a los payasos con las caricias, falsas.
Desde el balcón las oportunidades caminaron por la cuerda floja
y no resistieron el viento de las peleas.
No hemos aprendido nada, no sabemos nombrar el daño ajeno.
Cojeamos del lado de la imaginación y nos ahogamos en un
vaso de mentiras, y tú lo sabias.
Y no hiciste nada.
Decepción entre el grito y la nostalgia,
que de la planta no
queda ni las hojas.
Las manos al fuego y los pantalones abajo.
Ya he perdido el rumbo de este escrito, de tus piernas y de
tus lágrimas.
Dejémonos de gilipolleces y compliquémonos el universo,
que en este mundo se acabaron los juglares,
los sótanos con velas,
los corazones secuestrados…
No dejes de sonreír,
que así,
la muerte se lleva mejor.
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