sábado, 2 de febrero de 2019

La boca me sabe a ron y las manos a otoño. Quién diría que estamos en pleno verano. He girado la esquina como pidiendo perdón al paso lento del viento donde me miran desconfiados los transeúntes, alguno ya ni siquiera sonríen. Me rompo la mandíbula intentado darle forma al vacío que me acompaña en cada paso, una ausencia que pesa más que cualquier compañía. Tu boca, esa boca... El corazón me late fuerte. Escribo para no desconcentrarme, para quererme un poquito menos, para manchar de lagrimas la pantalla del teclado. Muchas letras, pocas cosas bonitas. Pido ayuda a gritos, abro grande los ojos, cierro un poco las piernas. Tengo tabaco en los bolsillos, las cervezas ya no son buenas consejeras.

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