miércoles, 12 de octubre de 2016

Razones para no dormir

Ha robado mis manos en sueños y yo he jurado no volver a lavar las sábanas: Llevaba puesto unos tacones, los labios de rojo, en las caderas unas pequeñas marcas del cinturón que se dejaban ver cada vez que se agachaba. Tenía el pelo liso, los labios finitos, hablaba como si violara con su canto cada verso que decía. Tenía la piel canela y medía, como mucho, un metro de besos en las piernas y unas cuantas caricias en la curva de la espalda. Nos pusimos a bailar sobre el parquet, no hacía frío, así que en cada canción nos quitábamos un trozo de tela. Tenía en los hombros toboganes y dejaba que el pelo le cubra la cara. Yo se lo apartaba con los dedos: -No te escondas de mí- le susurraba con voz de ex presidiario. Me miraba como miran las mujeres que han amado mucho: con sed, con hambre, con ganas. La apreté fuerte contra mí, como si pudiera detener con las manos los derrumbes. Ella se quedó quieta yo me sentí inútil. -¿Qué vas a hacer ahora machote?- me dijo mientras bajaba lentamente su mano a mi bragueta. Le di media vuelta y le respiré en la nuca. -Espera un poco- dije ella quebró a propósito las caderas con sonrisa de niña que no ha matado nunca a una mosca. Ya me tenía. Me tenía desde que cruzó la puerta. Yo me hacía el duro, ahora ella lo notaba por la espalda. La música siguió sonando. Abrimos tres o cuatro cervezas más, la habitación olía a su perfume, a las cremas que seguro se unta después de ducharse. No quería abrir las ventanas. No quería que su olor desaparezca, que se haga humo entre mis brazos. La amaba, os juro que la amaba. No quería más mi casa sin ella, ni primaveras sin su vientre cerca, no quería un corazón latiendo ni las manos frías de otra. La quería a ella para estropearme la vida, para llevarme a la muerte. Después del alcohol y el tabaco llegaron sus besos, fueron lo mejor, como si hubiese pasado la lengua por un puña'o de MDMA. Lo supe desde el principio: me iban a gustar tanto que la adicción era un hecho. Pasamos a bailar pegados, sudando juntos y a la vez. Ella se agachó despacio y dejo la copa en el suelo, no dejó nunca de mirarme. Yo hice lo mismo pero leyéndola en braille. Nos arrancamos la ropa desesperados, nos hundimos uno sobre el otro. Y la amaba os juro que la amaba. En brazos la recosté sobre la cama. -Pervertido- susurró mientras me mordía el labio inferior. Yo no dije nada. Me arrancó con fuerza la camisa, en suspiros hizo míos sus te quieros. Estaba en sus redes, ella en las mías... Sonó el despertador. No... No conseguí volver a dormir. Miro el teléfono, un mensaje: "¿Nos vemos esta noche?" Era ella. Mis sueños no serán nunca pesadilla.

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