domingo, 15 de junio de 2014

Odio al contigo sin ti.

-¿Y yo qué te hago sentir?- preguntó, con esa voz que pone antes de ocultarse entre las sábanas.
-Vacío- le contesté.
Los ojos se le hundieron en los parpados y no hice otra cosa, una de esas tantas estúpidas que hago, más que callar.

 La primera vez que discutimos y ella se fue caminando por el otro lado de la calle, mi estómago se llenó de silencios. No sabía qué hacer ni qué decir, así que dejé que se fuera con todos los “no te vayas por favor” que retuve en los labios antes de ver cómo giraba la calle.
Sí, se fue en línea recta caminando, pero giraba con sus pasos la calle.
Me quedé hambriento, sin mucho argumento que defender. Regresé a casa con una terrible soledad, con la sensación de haber vomitado todo lo que comí de su corazón en cada palabra hueca que soltaba aquella vez que discutimos.
Vacío, así me quedé.
Sin ti.

Las noches que dormimos con ese pasillo de kilómetros que separa tu habitación de la mía, la vida se me escapa en cada bostezo que doy cuando el sueño aprieta pero el recuerdo afloja. Saber que no voy a sintonizar la emisora de tus gritos o perfilar con lo vulgar de mis dedos tus caderas, me hace sentir pequeño en todos los rincones de la cama donde te busco y no te encuentro. Saber que no voy a oír tu voz en todos los formatos que he grabado en la memoria, ni sentir tus manos acariciándome los sueños, me derrota. Como si la cama me hubiese declarado la guerra y yo me haya rendido por falta de mejor armamento. 
Vacío, así me siento.
Cuando no duermes conmigo.

Vacío joder,
cuando el móvil no suena con tus llamadas y me pesa toneladas en el bolsillo,
o cuando tomo el café sin ti por las mañanas,
cuando abro la puerta y no están tus cabellos mordiéndome la boca,
o cuando mojas con tu piel las playas de Barcelona y me escribes diciendo que te gustaría que estemos juntos en ese momento,
cuando te busco incesante en mis oídos y pienso que el viento traerá de la mano tus aromas,
cuando los vecinos me preguntan por ti y yo con la mirada paupérrima les respondo que te has ido a comprar, o a leer, o a hacer esas cosas que haces cuando decides distanciarte de toda la cotidianidad que te rodea,
o cuando te miro desde lejos,
tan bonita.
Tan risueña.

Vacío.

-¿Y yo qué te hago sentir?- preguntó.
-Que lo llenas todo- Contesté.

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