domingo, 30 de abril de 2017

Con las ganas sobre la piel

- ¿Ya estás llegando?
- Sí, en cinco minutos llego.
- Vale, estoy preparando unos bocadillos, debes estar con hambre.

Muchas veces me pregunté si merecía tanta atención.
Si era justo volar entre esas nubes de cariño
cuando pronunciabas con adjetivos mi nombre,
mientras te acomodabas el tirante del sujetador
que caía suavemente por tu hombro.
Como dándome un premio,
como si hiciera las cosas bien.

Tus ojos me decían claramente que sentías también esa duda.

Llegué a casa,
estaba cansado, hambriento y necesitaba con urgencia una ducha.
Y tú, ahí,
con la radio de fondo bailando descalza
como si el mundo importara una mierda,
con una de mis camisetas que te quedaba como un vestido de diseño,
con ropa interior blanca que dejabas ver cuando te empinabas un poco
y como una corona autoproclamándote reina,
un moño en el pelo que mostraba lo fácil que es perderse en tu cuello.

El hambre y la sed cambiaron de dirección,
era a ti a quien quería devorar ahora.

Los bocadillos pasaron a un segundo o tercer plano,
así que me lancé como un vampiro
apresando con mis manos tu cintura,
soplándote la nuca para formar huracanes con la lengua.
Te sacaste la camiseta y tu piel brillaba
como un deseo enterrado entre los labios,
-supongo que esto debe ser el cielo- susurré cerca de tu oído
y me plantaste un beso en cada ojo.

Los siguientes minutos se cargaron
del ingrediente necesario,
jugando al twister con los sueños,
al despiste con el olvido.

Después del ritual que practicamos tan bien
volví a acordarme de mí,
-¿Nos duchamos juntos?- pregunté
-Claro- respondió.
Poca ropa otra vez.

Nos sentamos en el sofá,
los bocadillos sobre la mesa estaban listos.
Toda la provocación fue premeditada,
lo sé.
Y me encanta.

- ¿Comemos?
- Sí, muero de hambre. Por cierto ¿cómo estuvo tu día?

lunes, 17 de abril de 2017

Ojalá
ser la inspiración de tu talento
el movimiento perfecto de tus manos
el tesoro sumergido en el lado izquierdo de tu pecho

Ojalá
el Dios de tu universo caótico y extraño
la foto de tu fondo de pantalla
el tic tac de tus tacones a las tres de la mañana

Ojalá
ser el tan soñado
el prometido en palabras de tu madre
el predestinado en el Tarot de los domingos

Ojalá
la piedra más preciosa de todos tus anillos
la carretera de tus medias escondida entre tus bragas
la emoción calurosa de la ducha

Ojalá
ser el libro más raro de tu estantería
el objeto más valioso debajo de tu cama
el póster que decora tus paredes

Ah... Ojalá
entre todos en el mundo
tu elegido.

domingo, 9 de abril de 2017

Matemática pura

Contigo,
divido la cama y las sábanas.
Una mitad para cada uno,
con derecho a dormir en el mismo lado
si las ganas te aprietan la cintura.

Divido las compras,
la pasta de dientes,
las cervezas.

Divido,
también,
mis historias de tres de la mañana
cuando no puedo dormir,
mis planes a corto plazo
y mis sueños cuando salto de beso en beso
por tu espalda.

Divido mi sonrisa
y mis miedos,
mis logros
y mis fracasos.

Divido mi vida.

Lo único que no divido es el corazón.
Porque eso,
cariño,
no tiene cómo dividirse,

ya
     es
          enterito
                        tuyo.

lunes, 3 de abril de 2017

Cuando te fuiste me quedé temblando.
Me pasé muchos días así.
Pasaba largas horas sentado en el sofá
que daba a la pequeña ventana de la terraza
intentando descifrar todos los silencios
que llegaron sin ti.
Una casa que parecía más un cementerio
que el jardín de amapolas cuando se te daba por correr desnuda
las veces que se malograba el aire acond
icionado.
Me dolía más la idea de pensar
que te fuiste por mi culpa,
por las veces que no quise levantarme a apagar la luz
a pesar de que era mi turno,
o por las veces que me dejaba la barba larga y sin forma,
o si odiabas en el fondo mis tatuajes
que no tienen explicación alguna como te hubiese gustado.
Podía haber dejado de lado el drama y el orgullo
y pedirte que no te vayas
que por favor te quedases,
que podíamos intentarlo todas las veces que sea necesario
hasta que el corazón ya no aguante.
Pero decidí dejarte ir,
correr el riesgo,
aceptar que la habitación no sería la misma,
ni la cama esa nube donde subía a dormir
cuando se llenaba de tu aroma.
Preferí esperar a que regreses por ti sola.
Cosa que nunca pasó.
Tenías un acento extraño y agradable
como oír a los pájaros en la gran sabana,
lleno de muletillas, lleno de amor.
Me encantaba.
Tu voz calmaba cualquier preocupación
que tenía dentro de mí.
Tenías el poder de hacerme sentir la persona más segura
de todos los peligros que existen allá afuera
incluso con tu 1.60 de altura.
Sabías cómo hacerme sentir cómodo.
Siempre lograste que creyera en ti,
en tus verdades,
o verdades a medias.
Claro que creería en ti,
sabías usas las palabras exactas y con eso bastaba.
Y me dolió saber que ya no se oiría tu voz,
me dolió que ya no vibrara el teléfono con tus mensajes,
me dolió no sentir más los nervios de saber que me esperabas en casa
como la primera vez.
Ya no existiría una primera vez.
Cerraste todas las puertas cuando te fuiste de casa,
las literales y las poéticas.
Tú que siempre hablaste de verdad
me hiciste ver una mentira.
Lo que antes dolía,
te juro,
hoy no dolerá más.